Para un hombre, hablar de feminismo es, en muchas ocasiones, un ejercicio de vanidad, cuando no de compasión (por ese tono paternalista, tan insoportable, o esas ganas sonrojantes de ser más que nadie). De puertas para afuera, conviene, pues, asumir una posición discreta, que pase desapercibida. De igual forma, cuando se habla con uno mismo conviene no hacerse trampas al solitario. Cuando un hombre habla de feminismo, de deconstrucción, de masculinidades, en definitiva, muchas veces da esa enfermiza impresión hecha de plástico.
No obstante lo anterior, sí vemos oportuno dirigirnos a los hombres que puedan leernos. En el tú a tú de estas letras, quizás, encontremos la intimidad necesaria para ofrecerte una cerveza en nuestra casa virtual, mientras nuestras parejas están en la manifestación y nosotros cuidamos a nuestros hijos. Es un buen plan y los chicos son pequeños como para ir a semejante aglomeración.
Podemos hacer muchas cosas todos los días, ninguna de ellas es una heroicidad. Tampoco hay que machacarse, ni ejercer un ritual en el que se repita “por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa”. ¿Te acuerdas de aquella chica que te rechazó en el instituto y tú, aun así, desesperado, inspirado por aquella película tan hortera, te dedicaste durante un trimestre a recitarle todos los días versos que sacaste de una canción de Andy y Lucas? Pues no lo vuelvas a hacer. Ya te dijo que no. El rechazo sexual es desagradable, eso es indiscutible, pero, como rechazo, seguramente sea el mejor: No has perdido a un amigo, ni has discutido con tu hermano, sencillamente, te rechazó. Además, seamos francos, ni tú eres Heath Ledger, ni tu instituto tenía aquellas gradas y cuando oyes can’t take my eyes off of you, en realidad escuchas: “Te quiero, Betis, lololololo…”
Indagar en el feminismo puede ser doloroso. Por regla general, es tan poco lo que sabemos que recordar cosas que hemos dicho y defendido hoy en día nos produce aversión. De ahí que, a veces, le duela a uno en el orgullo haberse equivocado con tanta ferocidad. Por eso conviene callar y escuchar, porque, probablemente, la que está hablando es más compañera de lo que parece y lo que está diciendo tiene más sentido de lo que puedes imaginar.
Sin embargo, estudiar el feminismo como teoría y movimiento es plenamente recomendable. En primer lugar, porque la mujer no tiene el lugar que le corresponde y tenemos que seguir explorando en metodologías e investigaciones para poner orden en este sindiós. En segundo lugar, porque el machismo y los roles de género impregnan nuestra sociedad desde tiempos inmemoriales (fíjate que el orden dórico de las columnas griegas corresponde a poderes masculinos y el orden jónico a femeninos) y hace mucho deberían haberse diluido.
Finalmente, porque Los puentes de Madison es una película maravillosa y, qué narices, que se te escape una lagrimilla tonta (abre la puerta del coche, por favor, Meryl Streep, ¡abre la puerta del coche!) no está mal. ¿Y La la land, qué? Qué imagen esa en la que él se queda mirándola mientras toca el piano…
Y es que eso también es feminismo. Llorar está bien, que tu pareja sea más alta que tú no te hace menos hombre, pedirte un bitter kas en lugar de un cervezón, tampoco. ¿Te acuerdas cuando pediste a los Reyes Magos un kit de limpieza porque querías imitar a tu madre y tu padre dijo que de eso nada? Pues ya vale, ¿no? No sólo por el sentimiento que te dejó, sino porque al final las labores de casa también son tu responsabilidad y te habían dicho desde bien pequeño que de eso se encargaría otra persona.
Que apoyamos y que cubriremos a nuestras parejas, compañeras, madres, hermanas o amigas y que iremos a la manifestación es algo que alguien podría esperar. Intentaremos ir con las lecciones aprendidas y los errores apuntados, sabiendo todo lo que hemos hecho mal con la firme intención de no repetir nuestros fallos. También seguimos con nuestros buzones abiertos para recibir vuestras críticas mediante las múltiples formas que internet nos ofrece.
Desde este lado, respetuosos, sinceros, discretos y con los ojos abiertos para seguir aprendiendo, seguimos con vosotras. ¡Feliz 8 de marzo, compañeras!