El resultado de las elecciones catalanas ha producido una fuerte onda expansiva por las múltiples ramificaciones que pueden tener sus efectos. Por eso hemos pedido a varias autoras que nos ayuden a analizar este fenómeno desde múltiples enfoques.
Por Celia López, Marta Matitos y Manu Rodríguez
Claves del proceso electoral
De entrada hay que destacar que estas elecciones han traído un aumento descomunal de la abstención, motivada en gran medida por la inseguridad generada por la crisis de la COVID-19, la climatología y otros factores. Tras el récord de participación de 2017 (participó un 79.9% de los votantes), hemos llegado al mínimo histórico de un 53.55% de personas que decidieron salir de casa y poner una papeleta en la urna. En el pequeño municipio de El Montmell (Tarragona), en el Bajo Penedés, la abstención ha llegado a un 67.46%. Dicho de otro modo, solo un 32% del censo ha votado. Esto es especialmente sintomático, dado que hablamos de un municipio de apenas 1500 habitantes. La gente no quiere salir de casa. Y es que es comprensible tras ver las imágenes de los miembros de las mesas de voto protegidos con EPI’s como si fueran a secuestrar a E.T.
Otra de las posibles explicaciones de la poca eficacia de los partidos a la hora de movilizar ha sido lo errática que ha sido la campaña: los partidos intentaron posponerla a causa de la COVID-19 una vez convocada, lo que finalmente fue prohibido por la justicia. Ello ha ocasionado algunos tropiezos, como los carteles de los “abrazos” de Ciudadanos hechos con imágenes de stock, así como polémicas como las pedradas a ciertos candidatos de la ultraderecha.
Corolario de lo anterior, la imposibilidad relativa de hacer grandes mítines y eventos con electores y militantes (tanto a causa de las restricciones pandémicas como de la falta de tiempo para prepararlo todo) ha permitido innovar otros canales digitales: desde el abandono de Facebook hacia otras plataformas como Tik Tok, a jugar una partida al Among Us con CUP y de Minecraft con el PNC.
Mención aparte por cierto al futurista evento “híbrido” que se marcaron los miembros de Junts.
El triunfo de los tristes
El 14-F tiene nombre de politólogos. La campaña de las elecciones catalanas dio un vuelco total con la presencia de la candidatura de Salvador Illa. Para los más escépticos estábamos ante la siguiente metedura de pata de Pedro Sánchez. Había vuelto a pasarse de frenada descabezando al Ministerio de Sanidad en plena tercera ola para ser derrotado en las urnas por el responsable de la gestión de la pandemia. Pero no fue así.
El “ministro de la pandemia” ha sido el gran triunfador de las elecciones. Es el triunfo de los grises, aquellos gestores sin carisma ni personalidad arrolladora que destacan en cierta medida precisamente por eso. Como decía José Andrés Torres Mora, el candidato es el mensaje. El efecto illa ha funcionado precisamente porque el PSC ha presentado un candidato que personaliza la mesura y la tranquilidad. Y ese era el mensaje que los socialistas querían enviar a Cataluña: capacidad de gestionar el fin del procés. La templanza de Illa era un reclamo más aún por el histrionismo y la polarización constante de los independentistas e incluso el centro derecha que también se ha sumado al “Todos contra Illa”. Illa quiso reconocer explícitamente su victoria a Pedro Sánchez, Paco Salazar y, por supuesto, a Iván Redondo, autor de esta jugada política.
Volvió Illa. Volvió a Cataluña para ser el ganador indiscutible de la noche -con permiso de ERC y Vox-. Volvió para devolver al PSC su lugar como interlocutor preferente del bloque constitucionalista. A pesar de ganar en votos, quedó empatado con ERC, que tiene la llave de la gobernabilidad de Cataluña y que todavía sigue desmarcada de los socialistas catalanes. En estas semanas ERC tendrá que decantarse por un gobierno independentista o por uno de izquierdas con los Comunes y una posible abstención del PSC.
El fantasma de Inés Arrimadas sobrevuela la cabeza de Illa, que ha confirmado su intención de presentarse a la investidura, aunque no depende de él. Ahora que Salvador Illa ha vuelto a Cataluña tiene un objetivo aún más difícil: quedarse.
Terremoto en la derecha: debacle PP-C’s y ascenso de Vox
El temor por la pandemia ha impactado en el compromiso electoral, que no ha favorecido a una oposición dividida incapaz de movilizar a sus votantes.
La estrategia de Ciutadans ha sido precisamente carecer de ella, y la sociedad catalana ha protestado por su inacción mediante las urnas. La abstención es un elemento que no ha jugado a su favor, causa y consecuencia de una oportunidad que el partido ha perdido.
Entre los elementos que le hicieron encabezar las anteriores elecciones están el liderazgo de Arrimadas, la esperanza constitucionalista y la transversalidad que le otorgaba su programa de centro. Además, el descontento de su electorado se ha traducido en otras dos vertientes. Por un lado, la vía del diálogo propuesta por el PSC, por otro lado, la vía de VOX atajando de raíz el separatismo.
El Partido Popular tal vez hubiera conseguido más escaños con un mejor enfoque. Quizás un error del Partido Popular y Ciutadans ha sido considerar tradicionalmente al independentismo como una quimera y ahora reconocer el nacionalismo catalán. Atestiguar esta existencia significa admitir que hay una mayoría independentista. Sin embargo, podría haber sido más eficaz atribuir los resultados al contexto de la pandemia y al desplome de la participación en un 53,55%. De ese porcentaje, el 48,05% es independentista y un 46,99% no independentista. La abstención resta legitimidad a los resultados, y hablar de una mayoría de la población constitucionalista o independentista es impreciso.
Es innegable que una parte de la población está cansada del juego político y no está dispuesta a entrar en un conflicto de difícil solución, mientras que la ferocidad discursiva de VOX ha movilizado al votante de derecha descontento, impulsado por la necesidad de relevo y soluciones en el parlamento catalán.
El fracaso de la centroderecha se ha visto acentuado por una gestión poco eficaz y una campaña poco contundente. Esta oposición, debilitada por su fragmentación, no conoce la importancia del diálogo en un parlamento más polarizado que nunca, y mientras la independencia ha hecho unidad, el constitucionalismo se ha dispersado por delirios partidistas.
Escenarios de Gobierno y coaliciones
Os dejamos algunas posibles fórmulas para lograr la investidura. Os recordamos que el Parlamento de Cataluña tiene 135 escaños y la mayoría absoluta se logra con 68 votos o más.
–ERC + Junts + CUP = 33+32+9 = 74
La opción más probable es que las fuerzas independentistas se agrupen dando la presidencia a Pere Aragonés (ERC). Esto no sería inédito pero presenta dos problemas principales: en primer lugar, hay muy poca diferencia de escaños entre ERC y Junts, habiendo solo un representante de diferencia. Esto hace posible que Junts quiera negociar de igual a igual y exigir presencia en el gobierno. Ello nos lleva al segundo problema: Si ya de por sí es complicado sumar a partidos tradicionalmente rivales de derecha y de izquierda a un pacto de gobierno, súmale mezclar a consejerías de uno y otro signo político y rebózalo con un detalle clave: para que esta fórmula funcione necesitan los votos de la CUP, organización donde decisiones de esta importancia se votan directamente por la militancia. En la mente de todo el mundo sobrevuela cómo exigieron echar a Artur Mas para facilitar la investidura.
-PSC + ERC + ECP = 33 + 33 + 8 = 74
Aunque PSC y ERC empatan en escaños, los socialistas obtuvieron más votos el 14 de febrero. El propio Salvador Illa dijo que se sentía legitimado para buscar apoyos y presentarse a la investidura. Un Gobierno de izquierdas con Salvador Illa como President apoyado por ERC y ECP supondría recolocar la política catalana entorno al tradicional eje izquierda-derecha en lugar de independentismo-permanencia en España (como ocurría en el ejemplo anterior). Además supondría trasladar a Cataluña la colaboración Unidas Podemos-ERC que ya se da en el Congreso de los Diputados. Esto se ha visto por algunos como una manera de destensar la relación entre Cataluña y el Gobierno central.
El mayor obstáculo de esta opción es que las fuerzas políticas independentistas, incluidas ERC, Junts, CUP y PDeCat (que se ha quedado fuera del Parlament), firmaran públicamente que no darían el gobierno de la Generalitat a Salvador Illa. Por ello esta opción es posible, pero muy improbale. Ahí la mediación de los Comunes será fundamental, dado que apuestan por un gobierno de izquierdas para Cataluña.
-Nuevas elecciones.
Aunque hay fórmulas mixtas en las que unos partidos se abstienen para facilitar la investidura a otros, el contexto de polarización lo hace muy improbable. Por ello, los vetos cruzados podrían desembocar en una repetición electoral si en dos meses desde la primera investidura fallida (el candidato se presenta al Parlament y no obtiene los votos necesarios) no hay nueva opción.
¿Qué pasará ahora?
Como decíamos al inicio, estas elecciones son un factor relevante en el devenir de la política española los próximos años, ya que ha cambiado la posición de las fichas en el tablero. Habrá que prestar atención al desarrollo de los acontecimientos, sabiendo que el conflicto territorial ha sido aprovechado por diferentes grupos políticos para polarizar, llegando a resultados muy nocivos. Todo ello en un contexto de crisis sanitaria hará necesario un gobierno autonómico estable que dé certidumbre y respuestas a las preocupaciones de la ciudadanía.