Todos contra Illa

Salvador Illa en un mitin

El “Todos contra Illa” no debe inspirarnos lástima ni compasión, sino un maquiavélico placer al ver cómo el apacible mar de la política catalana ha devenido en fuerte marejada. Finalmente, ahora que sí que los catalanes van a poder ir a votar y, afortunadamente la incidencia de contagios en la región va disminuyendo, podemos comenzar a imaginar el panorama que se le presenta al gran protagonista de esta campaña: el candidato del PSC, por extraño que suene.

Escrito por Celia López.

Y digo extraño porque los que seguimos la política catalana desde hace ya unos años solo podíamos ver para los socialistas un revulsivo en las urnas de mano de otro candidato que pudiera hacer al independentismo más autonomista. Es cierto que acariciar con los dedos la Generalitat puede distraer al PSC de su verdadera meta en estas elecciones: convertirse en el máximo interlocutor válido del constitucionalismo en Cataluña. Solo teniendo capacidad de influencia real en las decisiones del gobierno de la Generalitat podrá modificar el curso del procés, al que le espera aún el próximo eslabón: los indultos a los presos. Presos que no hay que olvidar en ningún momento, puesto que siguen aún muy presentes. Pocas horas después de conocer la confirmación del tercer grado ya estaban en los mítines señalando al rival a batir: Salvador Illa.

Porque esa va a ser la labor de Salvador Illa de aquí en adelante: atraer a ERC a la malograda Mesa de Diálogo para elaborar un nuevo Estatut de Autonomía para Cataluña mientras afianza las alianzas para Moncloa. Otro asunto será cuánto le costará lograr un nuevo tripartito con ERC y los comunes, si gana las elecciones el próximo domingo. Un pacto para la gobernabilidad de la Generalitat y el Gobierno central para lo que queda de legislatura supondría que Pedro Sánchez asegurase la convalidación de medidas, sobre todo sanitarias y económicas, para sortear el principio del fin de la pandemia. Precisamente la llegada de las ayudas de los fondos europeos de recuperación marcó el pistoletazo de salida oficial para el 14F. El Gobierno, de no ser por el auxilio de la CEOE convenciendo a Vox de la abstención, habría visto peligrar ese salvavidas económico, ya que ERC tenía entonces todos los ojos puestos en alejarse cuanto antes de Moncloa. La propia portavoz de ERC, Monserrat Bassa, quiso asegurar en el mismo Pleno que nunca pactarían con Illa. Desde aquí podríamos recomendarle el análisis de la subida y caída de los cielos del menguante Ciudadanos de Marcos H. de la Morena. En esta época conviene no despreciar tan rápido a los rivales, sobre todo si se pretende huir de Junts y constituir una alternativa progresista en Cataluña, estando ya herido el procés de muerte.

Debate electoral en el Canal 24H

La voracidad de la crítica de los independentistas y los constitucionalistas ha situado a Illa en el centro de la campaña, siendo el blanco perfecto de las críticas. A esta campaña electoral también ha contribuido el vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, en un intento de distanciar a En Comú Podem de los socialistas. Se refirió a Illa como el “candidato de las élites”, de los medios de comunicación y del IBEX 35, asegurando que no era un candidato de izquierdas. Esta reflexión que puede o no ser compartida no hacía sino reflejar cómo el equilibrio de poder en la coalición puede variar según los resultados de los comunes en la noche electoral. Su mayor déficit es el difícil equilibrio con el que deben mantener la ambigüedad de su espacio político. Además, la referente por excelencia es Ada Colau. Así lo reflejaron al darle el protagonismo en el rap, a pesar de que su candidata sea Jéssica Albiach, una gran desconocida fuera de Cataluña. La estrategia de Iglesias no la ha seguido Albiach en el debate celebrado en RTVE presentándose como una política sensata capaz de rebatir al independentismo y a la derecha en las llamadas cosas de comer: sanidad, educación y dependencia.

Precisamente es en el terreno de lo social donde los comunes y socialistas aspiran que se desarrolle esta recta final de campaña. En estas elecciones no se está votando cuál será el próximo objetivo del procés, sino cómo será su final. Por esto no es solo la Covid-19 y el temor a los contagios lo que está influyendo, si no el destensionamiento de un conflicto que dura ya demasiados años y que no augura un clímax próximo. Las portadas del lunes 15 no están ni mucho menos escritas. Con Junts, PSC -que ya les supera en votos- y ERC casi empatados en escaños, el 40% de indecisos señalarán la victoria. Quizás por eso, Illa no tardó en aceptar un cara a cara con Pere Aragonès. Si alguno de los dos tuviera segura la victoria, ni se lo habrían planteado.

Como apuntan varios politólogos, la llegada de Illa y la posibilidad de renovación de un tripartito podría traer una movilización del independentismo en torno a Junts. No hay que subestimar el espacio electoral de Puigdemont, ya que en campaña recupera toda su fuerza emotiva y reivindicativa. Ni tampoco el resultado final de PdeCat. La dinámica del procés la marcará el que haga suya la hegemonía del bloque independentista. Por eso, el objetivo principal de Junts será conseguir que el 50% del voto se aglutine en torno a los partidos independentistas y continuar con un discurso más radicalizado que ERC: independencia y DUI. El propio Oriol Junqueras dudaba de la eficacia de seguir apostando por la uniteralidad, a la que da por manifiestamente fracasada.

El efecto Illa tiene por máxima volver a recolocar al PSC como partido central de la política catalana, sobre todo ahora que Ciudadanos busca la fórmula para hacer a Illa president y comenzar la necesaria reconstrucción de su espectro a nivel nacional. Ciudadanos ha sido quizás la gran metáfora de lo que ha supuesto el efecto Illa: readaptación -o el intento- permanentemente en torno a la candidatura socialista, carteles de un banco de imágenes que renunciaban al color del partido o eslóganes copiados del propio PSC. Incluso le han puesto una gorra al revés a Edmundo Bal para tocar la batería.

La fuga de votos de Ciudadanos podría beneficiar mayoritariamente a Illa, no sirviendo para resolver la otra gran duda del 14F: ¿Habrá sorpasso de Vox al PP? Que la formación de ultraderecha logre superar al Partido Popular puede ser la gota que colme el vaso al cuestionado liderazgo de Pablo Casado.