El sistema tradicional de partidos en España puede volver a su situación anterior a 2014 tras una estrategia deliberada de asfixia electoral a los nuevos partidos, haciendo ver al conjunto de la ciudadanía que la inclusión de nuevas fuerzas impide el funcionamiento normal de las instituciones.
En física, el término elasticidad se refiere a la propiedad mecánica de ciertos materiales de sufrir deformaciones reversibles cuando se encuentran sujetos a la acción de fuerzas exteriores y de recuperar la forma original si estas fuerzas exteriores se eliminan. Es fácil de entender. Imagina una goma típica de color carne (estas armas de oficina con las que castigas a tus muñecas), si la tensionas hasta un punto máximo que no supere el de ruptura, y posteriormente la sueltas, la goma vuelve a su posición originaria normalizada (el orden normal de la cosa).
El devenir de los últimos acontecimientos, especialmente marcados por el inmovilismo de Pedro Sánchez y el PSOE tras el fracaso de Mariano Rajoy, hace pensar si las terceras elecciones, que se celebrarían un 18 de diciembre, no forman parte de una estrategia amplia de desgaste electoral ideada mucho antes del 20D, con el pretexto de deslegitimar a los nuevos actores electores –Ciudadanos y Podemos- por la falta de resultados evidenciables que su entrada en las instituciones ha producido.
Tal vez, una de las formas más simples y efectivas de legitimar y apuntalar un hecho es ofrecer un argumento racional sobre el mismo (esto es bueno porque te ha supuesto este beneficio). Y es ciertamente difícil encontrar una racionalidad discursiva mayor que la de ofrecer los resultados que algo ha producido. Si el bipartidismo (termino más de relato que de realidad politológica en España) puede contar con un gran leitmotiv a defender ese es el de la estabilidad, la seguridad de que las cosas serán mañana, al menos, como hoy. Los nuevos partidos prometían que las cosas serán mañana sustantivamente mejor que hoy, una apuesta por el riesgo que se encontrará con la aversión mayoritaria de un electorado que desconfía de las instituciones y, por tanto, de la capacidad real de articular el cambio político tras una evidente frustración práctica.
La mejor manera de potenciar tu fortaleza –la seguridad del mañana desde el hoy- es demostrar con hechos lo malo que es lo opuesto a ti –el mañana como valor en sí mismo-. Más fácil que esforzarte en defender tu propia posición resulta denostar la del contrario y mostrarte como aquello que queda tras la tormenta.
Por eso, PP y PSOE no tienen ninguna prisa por evitar unas terceras elecciones en España. Al contrario, ambos saben que el escenario de bloqueo institucional, gestado a partir de una evidente falta de experiencia democrática en el radical significado del concepto, les beneficia. Aspiran a convertir a Ciudadanos y a Unidos Podemos en los casi históricos UPYD e IU. Una especie de agentes sin influencia en la elaboración de políticas públicas y la formación de gobiernos, que garantizan una apariencia de pluralismo político aunque en la realidad su inclusión en las élites de gobierno sea prácticamente imposible.
Muy especialmente Ciudadanos, pero también Unidos Podemos tras el sorpasso interruptus del 26J, se esfuerzan por establecer pactos, sin ninguna capacidad estratégica de negociación. Ambos saben que, inmersos en la elasticidad, el abismo de la ruptura provocará una vuelta a las condiciones iniciales ante una situación de incertidumbre. Tal vez, ahora sea tarde para darse cuenta que la Teoría de la Elasticidad estaba en marcha como infalible alegato contra el sistema de tres partidos y medio. El momento preciso para desactivarla pasó tras el 20D.
Ahora, a los partidos emergentes, condenados a la desafección por insatisfacer las expectativas de cambio, planteadas como inmediatas, tan solo les queda centrar todos sus esfuerzos en hablar de una estrategia ferpecta (concepto acuñado en honor a la gran película de Álex de la Iglesia, Crimen Ferpecto, 2004) del bipartidismo para volver a forzar unos terceros comicios, intentando demostrar que los agentes tradicionales supeditan su interés por mantener la posición en el campo al interés general del país. Para ello deben recordar que la estrategia es ferpecta y no perfecta, pues en el camino hacia la tensión elástica máxima, el sistema democrático puede encontrarse ante una crisis de legitimación institucional irreversible, que aunque iniciada por la incapacidad de los poderes públicos para frenar la modificación a la baja de las condiciones de vida tras la crisis, pueda terminar por ser mortal tras la modificación de las condiciones normales de la gobernanza nacional.
La política del miedo, capaz de apelar a los sentimientos más naturales del hombre, está siendo activada ante al certeza física de que las cosas volverán a ser como antes. Al menos, eso piensan en Génova y Ferraz.