Antes de empezar, conviene una breve sinopsis. Para quienes no la conozcan, opino que es cabecera para todo seriéfilo que se precie. Se trata de una familia de gitanos irlandeses afincados en los arrabales de Birmingham; tres hermanos regresan como veteranos de la Primera Guerra Mundial (habiendo luchando en el Somme), mientras su tía y su hermana mantenían un pequeño negocio de carreras ilegales. A partir de entonces, nada volverá a ser igual. Ni para ellos, ni para nadie.
Ya desde el inicio de la serie, se puede arrancar la relación entre la familia Shelby (protagonistas de la serie) y el filósofo Martin Heidegger. Este último publicó en 1927 su obra Ser y tiempo. En ella, el pensador alemán desarrolla el concepto Daséin, que se traduce como ser-ahí. Con este concepto intentó explicar el sentimiento de arrojo. Pero leído en su contexto histórico, ¿Qué quería decir Heidegger? Una respuesta es ofrecida por el historiador Peter Sloterdijk en Los hijos terribles de la Edad Moderna.
Los avances técnicos trajeron la producción en masa de la muerte durante el periodo 1914-1919. Así, el ser-ahí equivalía a ser arrojado a una fosa común, donde los muertos se cuentan por millones y se definen en línea de anonimato por los monstruosos leviatanes modernos. Sin embargo, por un extraño e incomprensible azar del destino, vuelves de esa fosa común a una vida civil a la que no puedes re-adaptarte. Ser-ahí equivale a una existencia en suspenso, y sigue siendo vida solo porque el poder aniquilador ha pasado (momentáneamente) de largo.
Esta existencia mantenida en el vacío resitúa la vida a caballo entre la nada y la contingencia. En cierto sentido, fue una vuelta al estado de naturaleza, donde las bestias (reconvertidas en maquinarias de guerra total) cazaban como moscas a los miembros de la especie humana. Esta ruptura de los valores generó una serie de elementos flotantes: por un lado, la muerte civil o desvaloración de la normalidad de la vida (anterior a la fosa común), y por otro, la necesidad de volver a una comunidad capaz de postergar la muerte inminente un día más.
¿Cuántas asociaciones de veteranos alemanes no podían escapar del hiato valorativo, y por tanto fomentaron la auto-militarización y buscaron esa comunidad en los camaradas o en la nación? Estos elementos flotantes, como se sabe, serían articulados a la perfección por el nacionalsocialismo alemán.
Pero no solo los alemanes vivieron esta transvaloración. Es el caso de nuestros protagonistas, los tres hermanos Shelby, Jhon, Arthur y Tommy. ¿Después de haber sido arrojados a la fosa común por el Estado británico, pretende ahora este que vuelvan a una insulsa, insegura (y mal pagada) vida de clase obrera, enmascarada de vida civil, tras experimentar la muerte anticipada? Obviamente, no.
A partir de entonces, se lanzarán levantar su propio Estado, cuyo núcleo dirigente será la familia (la comunidad guerrera que ellos escogerán) y donde los personajes femeninos (tía Polly, Ada o Grace) cobrarán una vastísima importancia. Solo quienes han sufrido el arrojo serán capaces de tener policías a sueldo, enfrentar a líderes de bandas rivales y quemar sus garitos, arrebatar monopolios ilegales a las mafias judías, rumanas e italianas; dar trabajo como recaderos, contables, y soldados a las clases bajas aplastadas por el paro y la explotación (y pagar pensiones a las familias de los caídos en las reyertas).
Los hermanos Shelby son ahora personas capaces de vivir con la tensión y el estrés que supone poner jaque al Estado británico, aunar negocios tanto legales (corredurías de apuestas y seguros) como ilegales (ajustes de cuentas, venta de armas, y extorsión); obtener capital simbólico (fundaciones benéficas y colegios) conforme escalan socialmente, y jugar a todos los bandos posibles (desde los ministerios británicos, a los negocios con el IRA o los blancos en su guerra con los bolcheviques). Por supuesto, poniendo el pellejo constantemente en el asador.
Porque la vida civil y su normalidad ya no importan. Porque los Shelbys se rebelan ahora contra ese poder aniquilador que los arrojó a la fosa común, combinando política y acción directa. Sumergidos en la nada, pondrán en práctica, sin condiciones ni hipotecas, su enfrentamiento a ese arrojo por una única vía: la voluntad de poder.
Bibliografía.
-NIETZSCHE, F; El crepúsculo de los ídolos, EDAF, 2006.
-HEIDEGGER, M; Ser y tiempo, Universitaria, 1997.
-SLOTERDIJK, P; Los hijos terribles de la Edad Moderna, Titivilus, 2014.