A menudo, cuando pensamos en algo que desconocemos, nuestra cabeza tiende a relacionarlo con algo que nos sea familiar o conocido. Esto ocurre también con los conceptos filosóficos; ante su abstracción buscamos una materialización de dichos términos. El proceso de asociación de conceptos es algo potente, y es común que entre las personas despolitizadas no familiarizadas con la teoría política, al pensar en el concepto república tengan como referencia la materialización más reciente de este sistema en nuestro país: la II República española.
Escrito por Jesús García
Por tanto, para muchas personas, su concepción del sistema republicano depende de lo buena o mala imagen que se tenga en el imaginario colectivo de ese régimen que tuvo lugar en nuestra nación en la década de 1930.
El tres de julio de 2018, Santiago Abascal publicó un hilo en Twitter en el que decía que «el PSOE prendió la mecha de la guerra» y que «la izquierda acabó con la República y la democracia, asesinó al líder de la oposición y provocó una guerra convencida de ganarla» (Abascal, 2019). Al aceptar este planteamiento, VOX asume las tesis revisionistas que exculpan a los sublevados de 1936 de toda responsabilidad en cuanto al comienzo de la Guerra Civil.
La trayectoria de esta manipulación
Estas tesis comenzaron durante la misma contienda como medio de los sublevados para legitimar su posición. El 22 de agosto de 1936 aparecía en la edición de mañana de Diario de Cádiz unas declaraciones en las que el General Emilio Mola afirmaba que las personas del bando enemigo —donde debemos aglutinar a todo lo que supondría o apoyaría el llamado «contubernio judeomasónico»—, «engendraron esta guerra infame y cruel sabiendo muy bien lo que hacían» (Domínguez, 2011: 128).
Felipe Stampa Irueste, en la obra El delito de rebelión, de 1945, defendió al bando sublevado aseverando que «no puede hablarse de rebelión militar, sino referida al campo rojo; en nosotros, de Santa Rebeldía» (Domínguez, 2011: 260). Esta dinámica de culpar de la Guerra a la II República o a los elementos izquierdistas ha pervivido en autores como Pío Moa, quien sostiene que el inicio de la contienda es la Revolución de Asturias de 1934 (Moa, 1999: 8) y que el PSOE «[eligió] el camino de la guerra civil […] porque creyó maduras las condiciones históricas para derrocar a la burguesía y realizar la revolución socialista, su objetivo programático» (Moa, 1999: 10).
Toda esta visión del pasado ha sido desestimada por la historiografía rigurosa. Dentro de los debates e interpretaciones que se puedan generar entre los historiadores que estudian este tema con método científico y honestidad ante las fuentes no se encuentra esta interpretación de la responsabilidad de la Guerra. El historiador Julián Casanova aseguró: «Los que ganaron la guerra son los que la empezaron […] Sin eso no hay historia» (Universidad de La Rioja – Unirioja, 2018, 1h13min30s).
¿Qué dicen los estudios rigurosos?
El mismo día de la proclamación de la II República ya hubo una reunión entre conspiradores monárquicos para derribarla. En este encuentro se emprendió el camino para recaudar dinero con la intención de crear organismos —políticos y de prensa— que preparasen el terreno de la sublevación (Preston, 2011: 39). Al margen del tema propagandístico, la búsqueda de armas fue otra de las acciones emprendidas y, como ha mostrado Ángel Viñas (2019: 12), «la Italia fascista fue, desde 1932, ese exterior con el que los monárquicos conectaron».
Distintas facciones reaccionarias y conservadoras estaban decididas a acabar con la II República empleando para ello los métodos que fuesen necesarios antes de que a ésta le diese tiempo de llevar a cabo medidas «radicales» o «extremistas». A esto hay que sumar la difícil situación a la que el nuevo régimen tuvo que hacer frente sin la fuerza de la coacción extrema que puede desplegar una dictadura.
Por una parte, tenemos lo que Preston (2011: 18) ha identificado como «resentimiento inherente tras siglos de opresión» que provocó una «venganza ciega y secular» durante la Guerra contra los elementos reaccionarios y las clases tradicionalmente dominantes.
Dicha idea de resentimiento y ansia de venganza puede ayudarnos a comprender la tensión social que se vivía en España. Esto dificultó la instauración de un sistema democrático para el que es necesario un mínimo de convivencia y de entendimiento. Las clases dominantes no parecían dispuestas a ceder un ápice de poder, y en el campo la situación se recrudecía con los malos tratos que los grandes terratenientes infligían a los jornaleros sin tierra, negándoles el trabajo, la posibilidad de alimentarse y acudiendo a la Guardia Civil para reprimir los intentos de protesta.
Las clases bajas vivían en una asfixia constante contra la que intentaron luchar en cuanto tuvieron un mínimo de libertad, la cual llegó con el fin de la Restauración y el inicio del régimen republicano.
Por otra parte, las clases medias fueron asustadas con la idea de la llegada de un extremismo soviético que se volcaría contra su clase social. Francisco Cobo (2013: 300) nos habló de la oscilación a la derecha de buena parte de los pequeños y medianos propietarios y arrendatarios en el campo, los cuales fueron «atenazados por un infundado temor a la colectivización de sus tierras».
La colectivización y la llegada de un régimen soviético era algo altamente improbable al tratarse de una república burguesa que, además, tuvo uno de sus principales conflictos precisamente con la CNT. Esta formación representaba las esperanzas de buena parte de las clases bajas y no cesó en sus intentos de presionar hasta la asfixia al Gobierno del primer bienio republicano, aumentando la crispación. También es importante la violencia de la extrema derecha caldeando el ambiente y acrecentando las exigencias de defensa de sus derechos por parte de sectores de la clase obrera, al tiempo que se iba preparando el golpe contra el régimen.
En conclusión
Ignorar todo este panorama que hemos visto y esgrimir que el PSOE o sectores de la izquierda provocaron una guerra porque querían asentar su poder, establecer un régimen totalitario o demás aseveraciones conspiranoicas constituye una construcción falaz de la II República y de las causas de su fin.
En cambio, ese mantra, que hasta hace poco encontrábamos solo en nostálgicos de ciertas épocas o en textos revisionistas, ahora da el salto a la política y se abre paso al debate público con afirmaciones como las que hemos visto de Santiago Abascal. La justificación del 18 de julio encuentra ahora amparo en la tercera fuerza de nuestro parlamento y no se trata de un asunto que solo concierne a los profesores y alumnos de historia. Una vez escuché decir «¿Tú eres republicano? Entonces tú quieres otra guerra, ¿no?».
Como ya explicó Margaret MacMillan (2010), los usos políticos de la historia tienen consecuencias en el presente. La persona que dijo esta frase no estaba formada en conceptos filosófico-políticos, pero había recibido una imagen concreta de la II República. ¿Hasta qué punto las visiones de la historia que han sido descartadas por investigadores profesionales pueden o deber tener cabida en el debate político? Y más allá: ¿Hasta dónde puede llevarnos su presencia?
Fuentes
Abascal, S. [@Santi_ABASCAL]. (3 de julio de 2018). HILO. Viven en el pasado, para destrozar nuestro futuro.Son prisioneros de odios de otros siglos. Unos enfermos de rencor [Tweet]. Twitter.
Cobo, F. (2013). La cuestión agraria y las luchas campesinas en la II República, 1931-1936. Revista de Historia Contemporánea, 11, 271-306.
Domínguez, A. (2011). El verano que trajo un largo invierno. La represión político-social durante el primer franquismo en Cádiz. QUORUM EDITORES
MacMillan, M. (2010). Juegos peligrosos. Usos y abusos de la historia. Ariel
Moa, P. (1999). Los orígenes de la Guerra Civil Española. Titivillus.
Preston, P. (2011). El holocausto español. Odio y exterminio en la Guerra Civil y después. Penguin House Grupo Editorial, S. A. U.
Universidad de La Rioja – Unirioja. 28 de junio de 2018. Comprender la Guerra Civil, Julián Casanova. Universidad de La Rioja [Archivo de vídeo]. YouTube.
Viñas, Á. (2019). ¿Quién quiso la Guerra Civil? Historia de una conspiración. Editorial Planeta S.A.