Hasta principios de siglo, si España era algo, era bipartidista. Luego, junto con la crisis, vino el populismo. Aprovechando nuestra herencia católica, podríamos separar el contexto político actual de la siguiente forma: a.P. y d.P., antes y después del populismo.
La aparición de Podemos en 2014 significó un punto de inflexión que hizo de nuestro país un lugar, además de bipartido, polarizado. Recorremos aquí los primeros discursos de la formación morada.
¿Cómo se estructuró un discurso sin precedentes en España? ¿Fue Podemos quien inventó el populismo o simplemente lo adaptó al contexto español? ¿Qué elementos diferenciaban a los discursos que cambiaron el país?
Escrito por Marta Hernández.
¿Recuerdas la primera vez que oíste hablar de populismo?
Hace ya ocho años –que se dice pronto- la irrupción de Podemos en el escenario político español rompió con el tradicional sistema bipartidista que España venía presentando desde la Transición de 1975, haciendo tambalear la estabilidad y previsibilidad que caracterizaba a la política del país hasta el momento. Herencia del movimiento 15-M, Podemos recogió todas aquellas demandas sociales y las convirtió en un proyecto político a través de un discurso que reconfiguraba la realidad social española.
Sin duda, uno de los aspectos más llamativos del partido era su discurso: términos como populismo, hegemonía o pueblo empezaron a formar parte del lenguaje habitual en la política española y, el cambio de paradigma en la división social del país -que ya no se encontraba entre la izquierda o la derecha, sino entre los de abajo y los de arriba- se convirtió en distinción clave para comprender la identidad política del partido.
Con toda seguridad, el torbellino político y populista que lo cambió todo en 2014 no habría sido posible sin Ernesto Laclau. La historia de España le debe mucho al filósofo argentino, quien entendía el populismo como una lógica política de articulación del discurso en base a los contenidos y demandas sociales presentes en un momento de crisis institucional. Sin crisis, no hay discurso populista que salga a flote.
Aunque en un principio pueda parecer complejo, la estructura del discurso populista elaborada por Laclau tiene dos requisitos muy simples:
- Ha de presentar la realidad de manera dicotómica y simplificada: nosotros (el pueblo) y ellos (las élites).
- Ha de incluir metáforas, símbolos y palabras que condensen el conjunto de demandas del pueblo, de forma que distintas identidades populares puedan identificarse con el discurso -y para que lo entienda hasta tu abuela, hablando en plata-.
¿Te suenan consignas como “No somos antisistema, el sistema es antinosotros” o “Esto no es una cuestión de izquierdas contra derechas, es una cuestión de los de abajo contra los de arriba”? Son algunos de los lemas que podían leerse en los carteles colgados en la plaza de La Puerta del Sol de Madrid durante el 15-M.
El contenido de todos ellos se resumía en uno de los eslóganes de más calado dentro del movimiento: “No nos representan”, tres palabras que aludían al conjunto de las cuestiones nucleares que justificaban la existencia del 15 M: por un lado, el descrédito alcanzado por la clase política española tras la gestión y toma de decisiones referentes a la crisis económica; por otro, un sistema electoral que perpetuaba un modelo bipartidista.
Si el objetivo de Podemos era la construcción de un discurso populista, parte del trabajo se lo daba hecho la propia ciudadanía.
El discurso populista
Ya entonces, se hablaba de la dificultad para aunar el conjunto de peticiones de la totalidad del movimiento en un mismo programa político y de la necesidad de nuevos actores y organizaciones políticas que respondieran a las necesidades y peticiones de la población. En palabras de Errejón: “Había un profundo divorcio, una profunda grieta entre la ciudadanía y las élites políticas, y esa grieta podía llenarse con contenidos ideológicos muy diferentes […] Era un descontento relativamente huérfano, que incluso se sentía ajeno a la política, pero que estaba disponible.”
El discurso con que el partido morado se presentó en la escena española se trata de un discurso político caracterizado por romper con la dinámica de los discursos clásicos de izquierda. Adquirida la condición de partido, Podemos se afanó por no ser encuadrado discursivamente en el marco de la izquierda española, pues lo que buscaba con ese “golpe al tablero político” era redefinir sus espacios y ocupar la centralidad en una guerra de posiciones.
La reconstrucción de la realidad
Desde la fundación del partido, la unión de todas las exigencias populares que no estaban siendo atendidas por los gobiernos socialista y popular fue la máxima de la formación morada. Recordemos que Podemos apareció en 2014, en medio de un escenario social, político y económico marcado por la crisis, la desafección ciudadana y la corrupción, donde el paro era la mayor preocupación de la ciudadanía, habiendo alcanzado un 27,16% en 2013, un 57,20% en lo que respecta al paro juvenil. En base a todas estas demandas desatendidas Podemos construye en su discurso una identidad popular condensada en los términos “mayoría social”, “pueblo” y “gente”.
Siguiendo las directrices populistas de Laclau, el discurso político de Podemos redefine y simplifica la realidad social española presentándola de una manera dicotómica (“nosotros”/“ellos”), y en torno a un eje vertical (“los de abajo”/“los de arriba”), cuestión que ya venía dada en la popular consigna del 15-M: “Esto no es una cuestión de izquierdas contra derechas, es una cuestión de los de abajo contra los de arriba”.
El discurso de Podemos es una constante contraposición de “la casta política que viaja en preferente” frente a “la gente normal que viaja en metro”, los derechos de la casta frente a los privilegios del pueblo. Y es que, en palabras de Laclau, la división dicotómica de la sociedad implica identificar a un enemigo indeterminado y abstracto.
Podemos señala a un “ellos” representado básicamente por los partidos políticos que han gobernado en España desde la transición (PP y PSOE), los bancos y las empresas del ÍBEX 35, que a lo largo del manifiesto fundacional y los mítines denomina de distintas formas: “unas poderosas minorías”, “los que mandan”, “la casta”, “régimen corrupto”, “minoría egoísta”, “los que más tienen”, “los de arriba”, “esos privilegiados”, “responsables de la crisis”, “los cínicos, los arrogantes”, “el poder”, “señores del PP”, “los poderosos”.
Lo que Gramsci denominó bloque histórico Podemos lo identifica a través de todos estos términos como un enemigo común, refiriéndose a la suma de clases dominantes unidas por unos intereses compartidos y contrarios al bienestar de “los de abajo”.
Simplificación de la realidad
Como he mencionado anteriormente, la realidad simplificada, los símbolos y las metáforas que condensen el conjunto de demandas del pueblo es propio de un discurso populista.
En el cierre de campaña de las elecciones europeas de 2014, Pablo Iglesias aúna todo lo anterior atreviéndose con la fábula: “Érase una vez Ratonlandia. Los ratoncillos iban a votar y eligieron al partido de los gatos negros. Y el partido de los gatos negros hizo unas leyes estupendas, para los gatos negros. En las siguientes elecciones llegó un nuevo partido, el de los gatos con manchas negras y blancas. Pero los problemas no se solucionaron porque el problema no era el color de los gatos, sino que fueran gatos. Y los gatos hacen leyes favorables a los gatos y contrarias a los ratones. Entonces un ratón un día se juntó con otros y les propuso presentarse a las elecciones.” Y finaliza: “La realidad es muy compleja, pero yo creo que la historia política de nuestro país es una historia de gatos y ratones”.
El uso de la metáfora también es recurrente en los mítines del líder del partido con el fin de simplificar la realidad social y las demandas populares, por ejemplo, en el discurso de cierre de campaña de las elecciones europeas de 2014 en Madrid, Pablo Iglesias dijo: “La mayoría de la gente está en contra de pagar el rescate de los bancos con dinero público, esto es señora como si usted se está tomando un café y le pasan la cuenta de los que se han tomado 18 gin-tonics. Eso fue lo que se hizo en este país con los bancos, pasar a los ciudadanos la cuenta del gin-tonic”.
Con las comparaciones, tampoco se queda corto, así se expresó en la presentación de la 2º fase de Podemos en 2014: “¿Vosotros pondríais a pedófilos a cuidar de vuestros hijos pequeños? Pues eso es lo que estamos haciendo con esta institucionalidad europea al servicio de los bancos.”. Ahí lo llevas, populismo sin cortar.
Para Laclau, el discurso populista se trata de la capacidad para producir y asignar sentido y, a partir de ahí, construir hegemonía. La realidad social se construye a través del discurso y no al revés. En palabras de Errejón: “La política es una actividad en la que el significado y el sentido de las cosas no está dado, sino que precisamente es el campo fundamental de batalla”.
Fuentes
-Casado-Velarde, M. 2019, “El discurso político de Podemos: la construcción de una identidad”, Círculo de Lingüística Aplicada a la Comunicación, Núm. 80, pp. 177-190
–Errejón, I., Thomassen, L., y Stavrakakis, Y. (2016). Hegemonía, entre teoría y acción política. Entrevistas a Iñigo Errejón, Lasse Thomassen y Yannis Stavrakakis. Relaciones Internacionales, (31), 189–206.
-Franzé, J. 2017, “La trayectoria del discurso de Podemos: del antagonismo al agonismo”, Revista Española de Ciencia Política, Núm. 44, pp. 219-246
– La Barraca Producciones. (2015, 9 diciembre). PODEMOS: 130 días para la historia
-Laclau, E. (2005). La razón populista. Madrid: Fondo de Cultura Económica.
-Laclau, E. y C. Mouffe. (1985). Hegemonía y estrategia socialista: hacia una radicalización de la democracia. Madrid: Siglo XXI.
-Velasco, P. (2011). No nos representan. Madrid: Temas de Hoy.