A finales de septiembre de 2017 se crearon en Cataluña los Comités de Defensa del Referéndum – posteriormente llamados Comités de Defensa de la República -, CDR. Desde entonces, no han sido pocas las referencias a la institución homónima cubana, institución de base del sistema político, los Comités de Defensa de la Revolución (CDR).
Pero, ¿son lo mismo?
Ambas organizaciones parten de un punto común: son vecinales. Tanto los CDR catalanes como los cubanos son asambleas de vecinos que se reúnen para tomar decisiones políticas. Es por ello por lo que no pocos periodistas dicen que desde Cataluña se inspiraron en Cuba. Sin embargo, es mucho más lo que los diferencia que lo que los une.
¿Por qué?
Porque la relación que tienen con el poder político institucional es por completo opuesta.
Veamos.
¿Cómo se crean y cómo se estructuran?
Los CDR catalanes surgen en los días previos a la celebración del referéndum del 1 de octubre, con el objetivo de organizar actividades entre los vecinos para mantener abiertos y concurridos los colegios electorales y posibilitar que se celebrara el referéndum frente a la intromisión policial. Por tanto, son de creación ciudadana, espontáneos y están fuera de las instituciones. Más bien al contrario, se autodefinen como contrapoder frente al Estado español y se encuentran en una situación de lucha política, como apuntan las recientes detenciones contra miembros de los CDR. Son organizaciones asamblearias sin jerarquía ni liderazgo claro cuya estructura y funcionamiento evolucionan de acuerdo al procès. Tanto es así, que recientemente se han creado órganos de coordinación para hacerlas más efectivas en sus acciones, como ha ocurrido con los bloqueos de carreteras. Sin embargo, aún siguen actuando independientemente y es justo esto una de sus principales limitaciones.
Por su parte, los Comités de Defensa de la República cubanos, se crean desde el gobierno y forman una parte central del sistema político. Cada CDR funciona por sí mismo en sus asambleas o en la elección de su Presidente, pero tienen una estrecha vinculación con el Estado. Por tanto, tienen una fuerte filiación ideológica. Incardinados en un sistema político unipartidista, los CDR están sujetos al ideario del Partido Comunista de Cuba y, de hecho, buscan su promoción desde el nivel local más bajo, el nivel de cuadra o manzana, a todos los vecinos. La pertenencia a los mismos es obligatoria, aunque la asistencia a las actividades no. Al igual que ocurría en Aquí No Hay Quien Viva, todos los propietarios de Desengaño 21 pertenecían ineludiblemente a la comunidad de vecinos, pero a las reuniones asistía el que quería. Ahora bien, el que no asistiera, quizá no era el más popular entre los convecinos. En Cuba, igual.
Los CDR de Cataluña, por su parte, tienen como objetivo defender y conseguir la independencia de Cataluña pero, en todo lo demás, son apartidistas. Como ya ocurriera con las asambleas del 15-M, son organizaciones aglutinadoras, en las que no se interponen trabas a la admisión por cuestiones ideológicas de izquierda – derecha. El único requisito es ser independentista. A pesar de ello, son más afines a la CUP o ERC que a CiU.
¿Cuáles son sus objetivos y cómo los persiguen?
Los objetivos de los CDR catalanes son claros: en un primer momento, permitir que se realizara el referéndum previsto para el 1-O. Hoy, han pasado casi siete meses desde el referéndum, pero los CDR siguen activos. ¿Por qué?
Durante las dos huelgas generales que siguieron al referéndum, los CDR tomaron cada vez más importancia como órgano de movilización y, después de sobrevivir a las elecciones de diciembre, se han consagrado como un elemento central en la lucha independentista. Actualmente, su objetivo es evidente: proclamar la República Catalana. Para ello, se sirven de dos fortalezas: la horizontalidad y la no-existencia jurídica. Al ser movimientos espontáneos, sin jerarquía y sin deberes legales como órgano, al Gobierno y a la Guardia Civil les resulta muy complicado detener sus actuaciones, que actualmente se concentran en actos de sensibilización y promoción de la independencia y la organización de movilizaciones sociales -huelgas, bloqueos de carreteras, etcétera- como método de presión y visibilización.
Al otro lado del Atlántico, las cosas son del todo distintas. Fidel Castro inaugura los CDR en 1960, casi dos años después de proclamarse la Revolución y en medio de graves tensiones con Estados Unidos. En el discurso de inauguración, dijo esto:
“Porque si creen que van a poder enfrentarse con el pueblo, ¡tremendo chasco se van a llevar!, porque les implantamos un comité de vigilancia revolucionaria en cada manzana…, para que el pueblo vigile, para que el pueblo observe, y para que vean que cuando la masa del pueblo se organiza, no hay imperialista, ni lacayo de los imperialistas, ni vendido a los imperialistas, ni instrumento de los imperialistas que pueda moverse.”
Los Comités de Defensa de la República se crearon como un instrumento para descubrir y vigilar a los antirrevolucionarios que aún quedaban diseminados por el país, a través de quien tenía más fácil el control: el vecino. Y más en una sociedad donde la vida se hace, sobre todo, en la calle. Manteniendo su base horizontal, los CDR tenían un presidente rotatorio, elegido por la comunidad de vecinos de la cuadra, y ellos tenían la obligación de reportar a las instancias superiores del Partido o a la Policía cualquier comportamiento sospechoso de alguno de los vecinos.
En la actualidad, casi erradicada la oposición interna al régimen cubano, los CDR tienen funciones completamente diferentes. Son el principal instrumento para la participación política y comunitaria. Es en cada CDR donde los vecinos proponen y votan candidatos para que éstos puedan ser nominados a las Asambleas del Poder Popular – órganos de representación política cubanos –, paso previo a ser votados en las circunscripciones. También han sido fundamentales para las campañas de alfabetización y de vacunación – Cuba tiene una tasa de alfabetización del 99% y tan sólo un 4,0% de tasa de mortalidad infantil – y actualmente en ellos se realizan campañas para la donación de sangre, iniciativas para ayudar a los vecinos en peor situación, asambleas para debatir y solucionar los problemas locales, cuyas demandas se pueden extender a instancias políticas superiores, actividades ideológicas, etcétera.
Los CDR cubanos son el nexo de unión entre el Gobierno y los ciudadanos; el núcleo duro de la participación política dentro del sistema de democracia socialista. A la vez, son un elemento fundamental para mantener un sentimiento de comunidad vecinal y de ayuda mutua. Han acercado la política a las bases y han sido fundamentales para construir y legitimar el proyecto revolucionario, tanto eliminando la disidencia como construyendo hegemonía política. En el caso de Cataluña, los CDR también parecen cumplir esta función creadora de identidades compartidas, de pueblo, en el sentido más político de la palabra, y también son estructuras para la participación política ciudadana. Son sociedad civil.
Sin embargo, mientras que en el caso cubano, los CDR son un instrumento de promoción y legitimación del sistema político, son institución, en el caso catalán, se trata de instrumentos contestatarios, opositores, contrapoder.
Y es justo este el elemento clave que no permite, en ningún caso, equipararlos.
Escrito por Celia Zayas.