Rusell T Davies, guionista creador de la apocalíptica Years and Years (2019) y las militantes Queer as folk (2000-2005 y 2022) y Cucumber (2015), regresa a la serie de ciencia-ficción más longeva de la Historia con el primer actor de raza negra y queer en interpretar al Doctor Who, el icono de la televisión británica, cuya naturaleza cambiante ha reflejado la evolución de cómo el país se ve a sí mismo.
Rusell T Davies vuelve a dirigir los destinos de Doctor Who. El veterano guionista y showrunner británico, conocido por su activismo LGTBI, creando series icónicas en ese sentido como la primera Queer as folk (2000-2005), la trilogía Cucumber (2015) o la reciente miniserie It’s a sin (2021).
Su trabajo reciente más conocido, sin embargo, es la apocalíptica Years and Years (2019), que hizo las delicias de colapsistas, expertos en prospectiva y fanáticos de la ciencia-ficción más pesimista. Un trabajo que contrastaba con el optimismo, la alegría de vivir y los valores, en esencia, progresistas que transmitió en sus primeros cinco años al frente de la mencionada serie a la que ahora vuelve, entre 2005 y 2010, resucitando y renovando para las nuevas generaciones un icono de la cultura británica.
La serie de ciencia-ficción más longeva del mundo
Doctor Who es la serie de televisión más longeva de la ciencia-ficción mundial. Nacida en 1963, se emitió de manera ininterrumpida en la BBC hasta 1989, siendo cancelada por las bajas audiencias a pesar de la relevancia en la cultura popular no ya británica, sino anglosajona, de la que gozó la serie entre los 70 y primeros 80.
En 1996 vio el estreno de una película para televisión que originalmente se pensó como un piloto de una nueva serie orientada al público estadounidense y que fracasó en el intento. La versión actual es la renacida en 2005 precisamente de la mano de Davies, que la abandonó en 2010 siendo sustituido por los showrunners Steven Moffat (conocido por Sherlock) y Chris Chibnall (creador de Broadchurch).
Durante la primera etapa de Davies y la posterior de Moffat la serie se convirtió en un fenómeno mundial, rebasando los límites de Gran Bretaña, donde ya era un icono cultural, y accediendo en diferentes modelos a audiencias globales (la BBC ha licenciado varias temporadas en Prime Video o Netflix, y el nuevo acuerdo con Disney+ garantiza una distribución internacional inédita y mayores presupuestos).
En España esta versión moderna ha sido la más conocida, sobre todo en las etapas de David Tennant y Matt Smith como protagonistas, entre 2006 y 2013, aunque los episodios de los 80 fueron emitidos por algunas autonómicas como TeleMadrid.
En EEUU el doctor más popular, referenciado en cómics, series de televisión y todo tipo de productos, fue el interpretado por Tom Baker en los 70. Su influencia se nota en series como Futurama o las versiones más modernas de Star Trek, cómics como el Excalibur de Alan Davis o el The Authority de Warren Ellis y Bryan Hitch, y en nuestro país es uno de los referentes admitidos en la creación de El Ministerio del Tiempo.
La serie nació como un típico producto de la televisión orientada a niños de los 60, en pleno apogeo del Estado del Bienestar británico, como una historia de fantasía con excusas de ciencia-ficción para hacer un programa divulgativo y didáctico.
Los dos primeros acompañantes de El Doctor son una pareja de maestros de escuela, además de la nieta del propio protagonista. La popularidad del programa llevó a dos adaptaciones al cine, con poco que ver con la versión televisiva, en la que el personaje era encarnado por el mismísimo Peter Cushing.
Más adelante los relevos en el actor protagonista llevaron a un mayor contenido cómico de la serie y al giro hacia la ciencia-ficción más compleja, aunque el público juvenil siempre fue el preferente.
A lo largo de los años, El Doctor, siempre con acompañantes humanos que sirven de inmersión del espectador en la historia, ha viajado al lejano Oeste o a los últimos días de Pompeya, haciéndose amigo de figuras como Winston Churchill o Vincent Van Gogh, sin perder la cara a esa labor educativa original que tuvo el título.
Doctores (y doctoras) Who: muchas caras, un personaje
Doctor Who ha convertido en seña de identidad una decisión de producción improvisada: el relevo en el actor protagonista. William Hartnell, el Primer Doctor, se vio obligado a dejar la serie por sufrir arteriosclerosis (y según las malas lenguas, por lo mal que se llevaba con los productores debido a su carácter). La solución al imprevisto cuando la popularidad de la serie empezaba a remontar fue sustituirlo por otro actor, inventando la excusa de que El Doctor, por su carácter extraterrestre, poseía la capacidad de regenerarse. Los Señores del Tiempo (Time Lords en el original), cuando están a punto de morir, por los motivos que sea (en el caso del Primer Doctor y algunos de sus sucesores, por edad, en otros, por motivos violentos), son capaces de cambiar su cuerpo por completo. De manera que está establecido que cada cierto tiempo El Doctor “cambiar de cara”.
Los relevos de Hartnell, Patrick Troughton y Jon Pertwee, contagiaron sus propias características interpretativas al personaje, volviéndolo al mismo tiempo más cómico o más dado a la acción física. Desde entonces se mantuvo como tradición y parte del atractivo de la serie. Todos los doctores (y doctoras, solo que en el inglés original el título es neutro) tienen un poco de la gravitas de un actor trágico shakespeareano y un poco de actor cómico de cine mudo. Visten de forma extraña, recogen humanos en su nave a los que mostrar los misterios del cosmos, del futuro y del pasado. Y redefinen la manera en la que esa voz de autoridad o heroica es procesada por cada generación.
Un ejemplo claro fue el relevo entre el Cuarto y el Quinto, interpretados respectivamente por Tom Baker y Peter Davidson. Baker había encarnado el papel durante siete años, entre 1974 y 1981, una etapa en la que, junto a la del Tercero, se habían definido la mayoría de los tropos de la misma, como los villanos, el tono épico con cierta zumba y las reflexiones más o menos pacifistas y progresistas según la época sobre el futuro de la Humanidad.
El Cuarto Doctor era un hombre de mediana edad, con un aire a Harpo Marx, una bufanda inverosímil y el enfoque vital despreocupado de un viejo bohemio. El Quinto Doctor, ante el reto de sustituir a un personaje que ya se había vuelto icónico, fue reformulado como un joven de modales aristocráticos y que mantenía cierta distancia irónica con los acontecimientos.
Es tentador leer esa reformulación en clave del retroceso reaccionario de los 80 en todo el mundo anglosajón y, por extensión, en los imaginarios del resto del planeta. Mientras el Doctor de Baker era expansivo y expresivo, y viajaba junto a mujeres que se entendía de manera implícita que eran su pareja (como la TimeLady Romana), el de Davidson guardaba una prudente distancia con sus acompañantes “humanos”. El actor tenía prohibido incluso tocarlos, para que dada la juventud y atractivo del nuevo Doctor nadie pensase que la Tardis, su nave espacial, era un picadero.
Más tentador aún es regodearse en los detalles de Doctor Who: The Movie, el intento en 1996 de “americanizar” el mito adoptado tropos de las series de televisión estadounidenses de la época. El Octavo Doctor, interpretado por Paul McGann, lleva una peluca de época y un atuendo decimonónico que le dan aires byronescos y aristocráticos, en una idealización de ‘lo britanico’ para el público de las antiguas colonias, y su nave aterriza en la San Francisco del entonces aún incipiente Sillicon Valley bajo un cartel enorme del Big Ben que invita al viajero a visitar Londres.
La lectura actual de las mutaciones de El Doctor es mucho más explícita, ya que las tres últimas nuevas encarnaciones del personaje han sido interpretadas por dos mujeres, una de ellas racializada, y un hombre afrodescendiente, hijo de migrantes y conocido por su militancia por los derechos LGTBI y sus personajes al respecto.
No ha sido sutil, pero hay que tener en cuenta que ya en 2005 Davies introdujo a un personaje secundario “omnisexual”, el Capitán Jack Harkness, un humano del siglo LI cuya orientación sexual no se limita a hombres o mujeres, sino que apunta a cualquier especie inteligente en un universo donde los aliens son algo cotidiano.
Aunque quizás en aquella etapa la lectura política más obvia que introducía Davies estaba en la figura de las companions, las compañeras de aventuras de El Doctor. La primera, Rose (la entonces estrella de la canción adolescente Billie Piper), era una chav londinense, una chica de clase obrera, con el estigma clasista británica bien estudiado por politólogos como Owen Jones en su famoso ensayo, a la que el Noveno Doctor -un hombre de 41 años rapado y de aspecto un poco macarra gracias a sus ropas de cuero negro, interpretado por Christopher Eccleston, en un guiño a la ciencia-ficción de la época influenciada por Matrix, aunque deconstruyéndola vía la enorme vis cómica del actor- muestra la existencia de un enorme universo más allá del pequeño mundo que conoce.
Esa joven marcada por su origen social y con una familia desestructurada y arrabalera pero entrañable era, a su manera, una traslación de los niños de origen obrero a los que se dirigió el programa originalmente en los 60 por la vía del medio de masas por antonomasia del momento, la incipiente televisión cuya posesión subrayaba la existencia del ascensor social.
Lo mismo cuenta para Donna Noble (la cómica Catherine Tate), acompañante del Décimo Doctor (David Tennant), una trabajadora eventual que acumula empleos basura en empresas de la City, soltera y de mediana edad, una persona como cualquier otra que aprende a valorarse a sí misma y el mundo a su alrededor gracias a sus viajes y se convierte, por méritos propios, en una igual del Doctor sin que medie entre ambos más que una amistad sincera.
En la primera etapa de las aventuras del Doctor de Davies este llegaba a enfrentarse a varios multimillonarios, uno de ellos que se definía como “dueño de internet” y que vivía en un búnker en mitad de Utah, en EEUU y otro que intentaba alcanzar la inmortalidad a través de la ingeniería genética a cuenta de experimentos poco éticos. Las etapas de los mencionados Moffat y Chibnall al frente de la serie rebajaron, aparentemente, dicha carga política tan explícita (sus companions eran más genéricos o la clase no influía tanto en sus condiciones de vida, excepto quizás Bill Pott, la última acompañante del Duodécimo, una joven racializada y sin estudios), aunque la del segundo merece comentario aparte.
Chibnall ocupó el puesto de showrunner de la serie entre 2017 y 2022, con la actriz Jodie Whittaker como la primera mujer en interpretar al personaje. La Décimotercera Doctora (recordemos que en inglés el título es neutro) tenía tres acompañantes en lugar de uno solo, que incluían a una joven policía inglesa de 19 años de origen pakistaní. Junto a ella, la Doctora viajará en el tiempo a la Participación de India en 1947, asistiendo al drama humano que supuso la separación de India y Pakistán tras la marcha de los británicos. Igualmente juntas conocerán a Rosa Parks, entre otros personajes históricos. Las intenciones de dichas líneas argumentales son evidentes.
En ese sentido el giro más ambicioso es hacer que la Décimotercera conozca al personaje conocido como The Fugitive Doctor o Doctora Fugitiva, una encarnación desconocida del personaje, presuntamente anterior en el tiempo a todas las vistas hasta ahora en la serie, interpretada por la actriz Jo Martin.
Londinense de madre Jamaica, Martin era una mujer negra de mediana edad y un físico poco canónico, podemos decir, e interpretó a una versión del Doctor violenta y expeditiva, aunque con el fondo heroico habitual. En la trama adherida a su personaje, que revelaba que el Doctor había tenido muchas más regeneraciones de las que recuerda, manipulado por Los Señores del Tiempo, y que él mismo, o misma dado su género fluido, fue el origen de dicha capacidad, explotada por estos, era un comentario sobre las bases mismas de la idea del Imperio Británico y su explotación de otras culturas e identidades incluso después del fin de la etapa colonial.
Es cierto que por diversos motivos, más allá de las quejas habituales de los fans, la etapa de Chibnall no fue la más exitosa del personaje, y el regreso de Davies, asociado al momento de mayor popularidad reciente de la serie con David Tennant como protagonista, se presentó como un rescate en toda regla. Pero el veterano guionista inglés decidió dar un giro a lo esperado, con un comentario de metaficción evidente. Por una parte, recuperó a Tennant como el Décimocuarto Doctor, pero solo como una aparición especial, tres episodios en los que vino a denostar la nostalgia y cerrar al personaje. Luego, lo sustituyó por Ncuti Gatwa, un actor más joven, escocés de familia ruandesa y abiertamente queer y que desde esta Navidad es el Décimoquinto Doctor y la actual encarnación oficial del personaje.
Por el camino, Tennant volvió a encontrarse con su vieja amiga Donna Noble, ahora madre de una hija trans, en un episodio casi diseñado para pegar un puñetazo en la mesa en el debate sobre los derechos de la comunidad trans en Reino Unido, en pleno retroceso de derechos bajo el gobierno conservador de Rishi Sunak, un primer ministro al que es habitual escuchar declaraciones directamente tránsfobas.
Aparte de la envidia que pueda darnos la relativa libertad de la que dispone la BBC en algunos de sus productos, es interesante también que esta venga de un pacto mefistofélico con Disney+, la plataforma de streaming más blanca, asexuada y apolítica del espectro, si ello es posible. El limbo entre la pública británica y la multinacional del entretenimiento depredadora por excelencia deja a Davies en una intersección extraña, donde difícilmente el fandom actual admitiría que se desvirtuase la serie privándola de sus señas de identidad ideológicas originales (como si los personajes de Stark Trek se volviesen militaristas, o Batman socialista y pacifista).
Queda por ver como cristalizará en la nueva temporada, la 15ª desde que el retorno de la serie en 2005, que se estrenará en primavera de este 2024. Los fans ya apuestan a cómo reflejará Davies la actual crisis de la “externalización” de migrantes a Ruanda -país de origen del actual Doctor- de Reino Unido o la asunción de la fluidez de género y de orientación del personaje. Una guerra cultural, esta vez sí, entre un sentido común conservador y otro progresista, en la que el mayor icono de la televisión británica peleará con sus propias armas.