Dijo Manolo García en una entrevista para eldiario.es a finales del año pasado que los políticos se habían convertido en las nuevas estrellas del rock y, tal vez sin pretenderlo, el cantante resumió de forma sencilla una de las tendencias más relevantes de la comunicación política contemporánea.
La creciente personalización de las estrategias comunicativas convierte a los candidatos en iconos, en famosos, personas a las que pedirías antes un selfie que un cambio legislativo. Si enciendes la televisión ahí están a todas horas, ellos, los políticos. La línea que separa el papel cuché del BOE es cada vez más fina. No cabe hacer una evaluación moral de lo anterior, tan solo constatar que la intensa politización de la esfera pública española en la última década también ha traído consigo una fuerte espectacularización (ver Casero-Ripollés, 2014).
El paradigma de estos procesos ha sido la campaña electoral de Isabel Díaz Ayuso, Lady Madrid, como la definieron las nuevas generaciones populares. Ayuso es una reina del pop, una diva llamada Libertad, que con un mensaje transversal y recurrentemente vaporoso, ha conseguido “molar” y ganar. La derecha ha entendido a la perfección que debía quitarse ese halo gris que Felipe González azuzó cada vez que se veía perdiendo las elecciones y que Pedro Sánchez llegó a reinstralar en 2019. Desde Andrea Levy hasta Toni Cantó pasando por Martínez Almeida, la derecha conquista el mainstream y obliga a la izquierda a aparecer como un viejo gruñón, una ideología aburrida. Si seguimos con el símil musical, mientras Ayuso perreaba, Gabilondo escuchaba una balada y Pablo Iglesias seguía poniendo una y otra vez a Ismael Serrano.
La campaña de Isabel Díaz Ayuso, una mujer joven, con tatuajes y que vive “a su manera”, reprodujo en buena parte la clásica táctica de triangulación ideada por Dick Morris, antiguo asesor de Bill Clinton. Aduéñate de una estética o de un tema del adversario y adáptalo para ti, en definitiva, róbale el discurso y su espacio de diferenciación. Un ejemplo claro de esto último fue la entrevista en Chueca que la candidata popular realizó junto a Javier Cid, redactor jefe de El Mundo. Bajo el paraguas de la libertad, un significante en el que puede verse reflejado todo el mundo, construido según los principios del populismo discursivo, Díaz Ayuso consiguió mostrarse como una verdadera líder, algo a lo que antes había contribuido decisivamente su premeditado conflicto con Moncloa.
La derecha ha comenzado a hacer música pop a lo grande. VOX controla cada vez más las redes sociales y el PP recupera a diario miles de votos por el desgaste que la gestión de una pandemia histórica está causando al gobierno de coalición. El tradicional complejo que la derecha ha descrito en nuestro país (condicionado por el franquismo) está desapareciendo progresivamente gracias, sin duda, a un escenario mediático favorable.
Para frenar este gatopardismo, que nos hacer creer que las propuestas neoliberales son compatibles con la felicidad, es importante entender que la política actual aparece dominada por tres grandes tendencias:
- La simplificación de los mensajes hasta el extremo (fruto de un contexto de saturación informativa que hace difícil poder escuchar entre tanto ruido). Si tu mensaje es correcto, pero necesita una larga explicación, es altamente probable que fracases. Los mensajes en la actualidad, además de muy simples, tienen un contenido básicamente emocional y moral, creando identidades colectivas que dividen a la sociedad en grupos de pertenencia.
- El político-gestor deja paso al político-comunicador. Ante una realidad altamente compleja, que convierte a las políticas públicas en entramados indescifrables, el ciudadano premia la capacidad de persuasión y conexión frente a la capacidad de gestión, aunque la situación de crisis económica puede alterar esta relación.
- Si no tienes una historia, no puedes hacer Historia. El famoso relato ya no tiene tanto que ver con una narración holística de la acción gubernamental o del proyecto político, cuanto con una historia atractiva sobre el candidato, que pasa a encarnar personalmente todo el proyecto. La historia de Lady Madrid es la de la desobediencia frente al Gobierno central y la salvación de la hostelería. La historia de Mónica García es la de la madre-médico, el mito de los cuidados. ¿Había realmente otras historias en la competición electoral? Lo cierto es que no y esto, junto a otros muchos factores (nunca olviden que las Ciencias Sociales son multicausales), explica parte de lo que vivimos el 4 de mayo.
En definitiva, la derecha aprende a bailar en la pista, ha entendido perfectamente el estado ya no líquido, sino gaseoso de los tiempos, se adapta al escenario digital y postmoderno y comienza a empujar a la izquierda a un rincón del que difícilmente saldrá sin innovación.