No es descabellado pensar que las elecciones en Estados Unidos son el acontecimiento político que va a marcar definitivamente la década de los años veinte. Las consecuencias pueden ser apocalípticas. Por ejemplo: el pasado 1 de noviembre, Folha de Sao Paolo entrevistaba a Yascha Mounk. El profesor de la John Hopkins observaba que el triunfo de Trump supondría la intensificación de la crisis existencial de la democracia.
El cómo hemos llegado hasta aquí podría explicarse si aceptásemos la premisa de que la ultraderecha se ha hecho con el control -o con cierto control- de las redes sociales. A este respecto, The New Yorker publicó un artículo sobre Facebook y el discurso del odio. La revista daba con un mensaje estremecedor: el 7 de diciembre de 2015, Trump dijo una barbaridad sobre los musulmanes y Facebook no lo censuró. En entrevista con un empleado, este afirmó que, en comparación con intentar que ISIS no reclutara jóvenes a través de la red social, “un político americano diciendo asquerosidades sobre los musulmanes probablemente no era lo que más le impresionó ese día”.
A su vez, el pop ha contraatacado por otra vía: el mainstream. El mainstream y sus canales han cambiado y, ya sea por consecuencia o como motor de lo anterior, la sociedad también. Quizás por eso el pop estadounidense ha lanzado un órdago. Quizás la democracia no pueda competir con la ultraderecha en las redes sociales, pero sí que puede colocar mensajes en el momento más frágil de la vida del ser humano occidental: su entretenimiento. De eso vamos a hablar aquí:
Un producto mainstream para cada sector
Considerar que la sociedad estadounidense es homogénea es un error categórico. Estamos hablando del país de Trump y Rosa Parks; de Bob Dylan y… Bueno, de Trump. Si hablar de una sociedad homogénea es un error, lanzar un producto mainstream que buscase aunar a toda la población contra Trump hubiera sido un error del mismo tamaño.
La ley Comey
Jim Comey es el director del FBI que investigó a Hillary Clinton y sus emails. Luego dejó de investigarla y, muy poco tiempo antes de las elecciones, volvió a la investigación. El retrato que se hace del personaje es el que haríamos del imperativo categórico kantiano. Si lo traducimos a la sociedad estadounidense, nos encontramos el puritanismo que funda la nación. Si leemos la primera literatura estadounidense (Bradford, Rowlandson….) y la comparamos con algunos de los momentos de este show daremos con el objetivo de la campaña: el votante republicano de toda la vida al que todavía le queda un ápice de vergüenza por la actitud de su Presidente.
Epstein y El cuento de la criada
En estos cuatro años nos hemos atrevido a pensar que habíamos llegado a la fase ginésica. No ha sido así. En cualquier caso, la televisión parece haberse volcado con un feminismo que, naturalmente, pretende echar a Trump de la Casa Blanca cuanto antes. El cuento de la criada ha sido la serie con más repercusión. Mejor o peor, lo cierto es que hemos visto el traje en las manifestaciones como un símbolo de resistencia.
Este verano se estrenaba en Netflix la serie-documental Epstein. Si bien las series habían sido más o menos explícitas, Epstein provee a la espectadora de una historia truculenta donde no faltan ni declaraciones, ni fotos del presidente de los Estados Unidos.
La razón: las mujeres suburbanas estadounidenses son un bloque absolutamente clave. No se confundan: suburbana quiere decir clase media, ligeramente acomodadas. Digamos Marge Simpson y sus vecinas. Un sector que pudo haber votado a Trump pero, dadas las circunstancias, se lo va a pensar dos veces. Si son clave en todo el país, en lugares ambivalentes como Wisconsin, Illinois o Michigan, más. Trump lo sabe: en un meeting llegó a decir: “suburban women, would you please like me?” Frase que me resulta difícil de traducir por una magia lingüística: en inglés la carga del verbo gustar recae sobre el sujeto de una forma mucho más clara que en castellano. Esto es un inconveniente para la semántica de una persona que dice “sencillamente, las agarro del chocho”.
Borat 2
¿Saben el perfil de esa persona que cuando escribe un artículo cita al New Yorker y habla de lingüística; que no cree en el pop, pero lo usa; que es de izquierdas y la política estadounidense no le es sino un objeto banal? También hay un producto para esta clase de persona: Borat 2. Gamberra, histriónica, desternillante y, en este caso, también moralista. No es el Borat al que no le importa nada y va camino de California buscando a Pamela Anderson, sino un Borat que tiene una hija y se hace amigo de unos ridículos anarco-capitalistas cuya fuente de información no pasa de las redes sociales. Me reí mucho.
Biden y Harris: the ultimate mainstream product
Carles Planas, en el HT que han montado los colegas de #Destino3N, observa que en el Estado de Florida, Obama ganó el voto de más del 95 % del votante afroamericano. La diversidad ha crecido en Estados de los que se conoce más la parodia que la realidad gracias a que, por así decirlo, tardaron más de la cuenta en considerar los Derechos Humanos. De tal forma que es probable que, aun ganando Biden el Estado, se produzcan altercados. De nuevo Folha, cuya calidad periodística se ha enfrentado a Bolsonaro, informa: según Devin Burghart, los Estados con más probabilidad de violencia tras los resultados son Georgia y Nevada. En segunda posición empatan Wisconsin, Michigan, Pensilvania, Arizona y Virginia. Mi conclusión: Mal que le pese al purismo político en el que me incluyo, la democracia estadounidense, y por ende la mundial, necesita aunar todas sus armas para vencer a la ultraderecha.
El dueto Biden-Harris es pop. Es puro pop. No espero grandes reformas: ni una política internacional que revolucione el planeta, ni cambios estructurales en la economía. Espero, sencillamente, lo que la pareja del ticket se ha esforzado tanto en tramisitir: espero que no sean Trump. Biden es un señor que debería estar retirado cuyas ideas son lo que mejor le venga, un señor que no quiere meterse en líos. Harris es una señora que no es blanca y tampoco es problemática en términos del eje derecha-izquierda. Es una candidatura mainstream y, si ganan, les alabaré.
¿Dónde les alabaremos?
En el canal de Youtube del Grado en Ciencias Políticas de la Universidad de Murcia. Conectaremos a las 00:00 h. y, a eso de las 20 h. Haremos una previa en nuestro Instagram. Será la noche más importante de los últimos cuatro años, no nos la podíamos perder.