Yoyes 30 años después: El principio del final de ETA

El nombre de Yoyes acaba de colarse en la campaña electoral para las Elecciones Vascas del próximo 25S, lo que nos obliga a recordar lo que su historia evoca. El asesinato de María Dolores –Yoyes- González Katarain el 10 de septiembre de 1986 supuso un antes y un después en la organización ETA. Ya no se asesinaba a “opresores del pueblo vasco” ni a Guardias Civiles, por primera vez se mataba a alguien que había estado plenamente integrada en el aparato, convirtiéndose en un verdadero referente durante el final de los años 70 del Movimiento de Liberación de Euskal Herria. Este hecho permite asistir a un cambio importante en la percepción general de la sociedad vasca sobre ETA que tendrá como otro gran punto álgido el asesinato, 11 años después, del concejal del PP en Ermua, Miguel Ángel Blanco. Lo anterior sirve para configurar un interesante eje Ordizia-Ermua en el proceso de desarticulación del apoyo social a ETA.

Memorial en recuerdo a Yoyes en el mercado de Ordizia, su pueblo natal.

Libre pensadora y humanista por convicción, Yoyes se integró en torno a 1972 en ETA, movida por los terribles acontecimientos del Proceso de Burgos y la dura represión de un Franquismo agonizante. El contexto sociológico de Ordizia, su lugar de nacimiento, es plenamente válido para afrontar el desarrollo de ETA en su conjunto. Zona industrial pero con un ámbito de costumbres rurales, receptora de inmigrantes y conocida por un movimiento sindical (protagonizado esencialmente por el LAB) muy fuerte. Yoyes era hija de un leonés y de una vizcaína. Sus primeras inquietudes intelectuales le acercan al papel de la mujer en la sociedad, la función reproductora y la estructura familiar, así como a la influencia de la religión en la configuración de las comunidades humanas. Desde muy pronto, su raíz humanista se expresa en un compromiso con el feminismo transformador.

Quiso participar activamente en ETA desde el principio, aunque se encontró con fuertes prejuicios para desarrollar todo su potencial militante. En un mundo de hombres combatientes, la figura femenina seguía siendo entendida como la garante del hogar mientras los hombres luchaban por la liberación vasca. Como anécdota, cuentan los que la conocieron en su primera etapa que quería utilizar armas y hacer prácticas de tiro, insistía continuamente en ello y no paraba de encontrarse con la oposición de los dirigentes de ETA militar que la relegaban a la reflexión intelectual o teórica. La configuración patriarcal de la lucha es una constante desde los inicios del Movimiento Obrero en el Siglo XIX, lo que obliga al feminismo a hacer reivindicaciones propias más allá de la especificidad inter-clase, entendiendo que la fractura crucial de la desigualdad es la de género y diferenciándose  de las organizaciones obreras dominadas por la masculinidad.

Muy pronto, Yoyes toma conciencia de que el militarismo resulta infructuoso una vez muerto Franco. La Ley de Amnistía de 1977, plantea la necesidad de crear nuevas formas de articular la organización. Eta p-m (político-militar), la facción distinguida de la parte más combativa, ETA militar , había sido el campo de actuación de Yoyes desde sus inicios.

Tras esa Amnistía, Argala, jefe de “los Milis”, dejó libertad a los presos excarcelados para volver a sus vidas normales pero defendió la necesidad de que la lucha continuara. Frente al recrudecimiento de las actuaciones violentas durante la Transición para tensar el proceso (1979 fue un año verdaderamente sangriento), Yoyes defendía la línea política como única salida posible, criticando el puro activismo militar y defendiendo una constante predisposición al diálogo. Un año después, Argala moriría a manos de la organización parapolicial y de corte neofascista Batallón Vasco Español, un hecho que conmocionó definitivamente a Yoyes.

Tomando como base las Juntas de Apoyo Locales y la alternativa KAS, Yoyes y otros dirigentes de ETA (p-m) deciden impulsar una Mesa de Unidad para crear una fuerza política de cara al proceso democrático que estaba en vías de desarrollo. Con esta voluntad nace en 1978 Herri Batasuna (Unidad Popular), agente unificador de la izquierda abertzale vasca y navarra. Yoyes es ya un mito para la comunidad abertzale, mujer fuerte, valiente y referente intelectual, fue utilizada durante mucho tiempo como un elemento de atracción. Yoyes era un símbolo, sujeta como en gran parte de su vida a una descarada instrumentalización.

A pesar de ser una de las impulsoras de HB y de la alternativa política KAS, ya en 1985 a su vuelta a Ordizia criticaba duramente en sus diarios la sumisión de la organización al “militarismo de corte fascista” que a su juicio había emprendido ETA (m). Yoyes se niega a apoyar “ una lucha que ha degenerado en algo terrible”. Se lamenta de cómo la línea política ha terminado convirtiéndose en un sumiso elemento al servicio del ala más belicista de ETA, encargada de relativizar sus asesinatos desde los Plenos municipales.

La ETA post-franquista pierde dinamismo interno y se jerarquiza para resultar militarmente más operativa, todo ello a pesar de ser una organización inicialmente ideada en frentes (político, armado, obrero, estudiantil). Deja de ser un cauce de expresión política y progresivamente se constituye como un verdadero ejército donde el principio de unidad hace imposible la disidencia y la crítica interna. A pesar de todo, la indomable Yoyes ya mostraba su disconformidad con el viraje militarista de ETA, lo que le sirvió para recibir amenazas de sus entonces compañeros  en 1979. Le decían que “tu destino es el hoyo” y, efectivamente, ETA militar logró acallar la voz de Yoyes 7 años después.

El verano del 79 participa obligada en un programa de la BBC hablando del conflicto, pero ya tenía clara su decisión de abandonar la organización.

Lo materializó en otoño de ese mismo año, y en sus diarios hace la siguiente reflexión: “han tergiversado el contenido de la alternativa vasca”. Como el paradigma de Orwell en Animal Farm, Yoyes sostenía que se estaba asistiendo a una vulneración de los principios revolucionarios, desviados del verdadero objetivo y presos de un totalitarismo interno que actúa como un verdadero yugo frente a la posibilidad de desarrollo personal de los militantes. Yoyes llega a definir ETA como “las sombras”, en el momento en el que encuentra en el exilio la mejor suerte de autodeterminación personal y libertad de espíritu.

La pertenencia a ETA ya no solo implicaba un compromiso sino el abandono de tu propia esencia en función de los valores de la organización que se erige en vigilante de la idoneidad revolucionaria. No hay espacio para la libertad y para un espíritu tan brillante como el de Yoyes, ese clima resulta irrespirable. Cuando abandona ETA, ya era consciente de que la disidencia se pagaba cara. Su vida empezaba a tener un significado político y su muerte era, a partir de ahora, símbolo de victoria. Su abandono no se conoció de inmediato pues habría acarreado un descredito difícil de superar a la organización. Había que construir un relato más consistente para los intereses del aparato que el de una compañera dotada de capacidad crítica que denuncia el incumplimiento de los valores y principios que llevaron a ETA a nacer en 1956.

Cuando se supo el abandono 3 años después, en 1982, ya se la presentaba como una traidora al espíritu, una persona que ha sido embaucada por el miedo y la resignación, sin valores fuertes de compromiso militante.

El eje ha sido totalmente desplazado y, a partir de ahora, se convierte en un verdadero objetivo a batir pues ETA entiende que la existencia de disidencia era una muestra de debilidad que no debía permitir. Los dirigentes militares son presas de una psicosis colectiva en la que entienden que todo elemento no sumiso resulta amenazante, utilizando la coacción como táctica de acción primordial. La situación en Euskal Herria era ya irrespirable para Yoyes que intenta exiliarse a Cuba. Sin embargo, no lo consiguió y tras varios intentos consigue encontrar en México su refugio (1980). Era una verdadera represaliada política fruto del pensamiento único etarra. Allí estudia Sociología, trabaja en la ONU, tiene un hijo (figura que centra gran parte de sus reflexiones posteriores) y logra desintoxicarse del mundo que la prejuzgaba y condenaba a una muerte en vida. A ojos del aparato estatal español no era más que una extremista etarra arrepentida, mientras que los que hasta hace poco la mitificaban, ahora la consideran una traidora, osada a romper la disciplina y disentir.

Es importante señalar el carácter de exiliada política de Yoyes. No abandona su tierra libremente, lo hace presa del yugo totalitario que la oprime.

Tras su paso por México donde alcanza un gran desarrollo interior, en 1984 consigue volver a París donde se la considera una refugiada política a todos los efectos jurídicos. Ya tenía en mente volver a su casa, al bosque de Ordizia donde tanto había disfrutado de niña y que ahora tenía  ganas de mostrar a su hijo. En 1981 a través de Mario Onaindía y Juan María Bandrés, se produce la disolución de ETA (p-m). Días después del 23-F, ETA (p-m) declara una tregua, que dura hasta agosto; antes, entre 1976 y 1977, había habido también un alto en sus crímenes –horrorosos en esa época- coincidiendo con la Ley para la Reforma Política. La línea política ya defendida por Yoyes durante mucho tiempo estaba empezando a fraguar, en un clima de contactos que ya existía desde las conversaciones de Argelia en los primeros gobiernos de la UCD. Ese mismo año el Estado acepta la reinserción de los poli-milis.

Algunos miembros se pasan a ETA (m), pero la mayoría van a parar a Euskadiko Ezkerra, formación política que terminará estableciendo un acuerdo político con el PSE-PSOE duradero hasta el día de hoy (lo anterior facilitó un cierto acercamiento durante la primera legislatura de Felipe González al ámbito abertzale). El proceso de reinserción será heredado en 1982 por el gobierno del PSOE. Lo que UCD puso en marcha es un proceso de reinserción social que afectó al grueso de ETA (p-m), y que tenía su origen en una cierta voluntad por parte de los poli-milis de abandonar las armas.

El Gobierno de Felipe González probó otra alternativa que iba más allá de la primera reinserción social a finales de los 70: la reinserción individual de los etarras que se comprometieran a renunciar a las armas. El más destacado defensor de esta práctica fue el entonces Ministro de Interior José Barrionuevo que la entendió como una manera eficaz de desarticular las bases sociales de ETA. El asesinato de Yoyes supone, de hecho, el portazo rotundo de ETA a esta salida percibida como un intento de fracturar  la organización.

Asesinando a dos de los principales reinsertados: Mikel Solaun en febrero de 1984 y Yoyes en septiembre de 1986, se dejaba clara la negativa a participar en la estrategia Barrionuevo que concebían como una petición de claudicar ante los intereses del Estado. Tal es así que muy pronto estigmatizaron a aquellos que se acogían a esta práctica, señalándolos como “desertores de la causa” (obsérvese el militarismo del concepto).

Portada del Diario Egin del 11 de septiembre de 1986.

Como medida estrella de la lucha antiterrorista del PSOE (muy contestada en un primer momento por AP y UCD) necesitaba demostrar sus éxitos y bondades para no caer en el fracaso. La prensa española pronto se puso al servicio del interés estatal de generar una imagen de eficiencia de la política de reinserción y, para eso, era necesario instrumentalizar a alguien del círculo de ETA, conocido y relevante, que hubiera participado en el programa. La elegida fue Yoyes y poniéndola como paradigma de la reinserción la situaron en el centro de una diana sin escapatoria.

¿Fue el Estado irresponsable al no preservar la privacidad de antiguos presos reinsertados? ¿Se instrumentalizó la figura de Yoyes por parte de la prensa con fines políticos ¿Es uno de los primeros referentes de las prácticas sucias en la lucha antiterrorista más tarde ejemplificadas con los GAL?

Con demasiada frecuencia los intereses políticos son capaces de dominarlo todo, son capaces de poner en peligro la vida humana, de jugar con ilusiones y esperanzas de aquellos que ya no son vistos como iguales sino como sujetos útiles al servicio del Estado.

Hoy, recordar la pasión y muerte de Yoyes en una Euskadi en paz, nos sirve como imperativo para proseguir en el camino de la liberación real.

 

BIBLIOGRAFÍA Y RECURSOS AUDIOVISUALES

  • VVAA (2009), “Yoyes desde su ventana”: Alberdania, Madrid, España.
  • “Yoyes” (1988), Documentos TV, TVE.
  • “Yoyes” (2000), Film, Helena Taberna, C.I.P.I Cinematográfica, S.L.

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José Miguel Rojo

Murcia (1997). Estudiante de Ciencia Política y Gestión Pública en la UM. Formador de argumentación, oratoria y debate. Secretario del Club de Debate UM. Apasionado de la comunicación política, el comportamiento electoral, las metodologías de investigación y la teoría discursiva. Compagino mis estudios con la representación estudiantil y las labores de colaboración con diversos grupos políticos municipales. Pequeño núcleo irradiador que se mueve entre el Derecho Administrativo y el populismo, viendo mucho cine y estando muy enamorado de mi tierra.

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