Aplicación del discurso racista por el colonialismo español a los pueblos de Guinea Ecuatorial

El discurso racista y la violencia practicada por diferentes países europeos en la colonización de África en el siglo XIX daría lugar, tiempos más tarde, a que la misma se ejerciera en la propia Europa, en el marco de la Gran Guerra.

Escrito por Alberto Maestre.

España no fue ajena a ser partícipe de dichas acciones en África, aunque la misma fuera a menor escala pues, su potencial no era comparable a los del Reino Unido, Francia o Alemania.

Pero no por eso no dejó de practicar los mismos discursos racistas y de violencia en contra de los pueblos africanos a los que quería someter a su control.

España llegó a controlar posesiones en el norte africano (protectorado español de Marruecos, Ifni y el Sahara Occidental) y también en el África subsahariana, la cual se limitó a la colonización de lo que es hoy la República de Guinea Ecuatorial (-Guinea Española, a partir de 1956 llamada Provincias del Golfo de Guinea y a partir de 1959 Región Ecuatorial española dividida en dos provincias:  Fernando Poo y Rio Muni-).

Un territorio abandonado durante casi 100 años

La presencia oficial española en lo que es actualmente la República de Guinea Ecuatorial se inició el 1 de octubre de 1777 con la firma del Tratado Preliminar de San Ildefonso por el cual, Portugal cedía a España las “islas de Fernando Poo, Corisco y Anobón y el territorio adyacente”, y a cambio, los españoles, les cedían sus posesiones de Santa Catalina (actualmente Brasil).

La presencia española finalizaría el 12 de octubre de 1968 cuando los guineanos obtengan su independencia.

Si España adquirió de Portugal estos territorios africanos, sin apenas población europea ni infraestructuras comerciales, se debía a los intereses españoles de quererse establecer en aquella zona para poder participar del comercio de esclavos, mediante la creación de empresas esclavistas.

Así la primera expedición oficial española hacia sus nuevas posesiones se producirá en 1778 desde Montevideo, la cual sería un completo desastre debido a la “hostilidad y resistencia por parte de los indígenas, fiebres palúdicas, escasez de alimentos, motines”. No sería hasta 1841 cuando se efectuaría la segunda expedición, es decir sesenta y tres años después de la primera fallida y el panorama internacional habrá cambiado sustancialmente.

España estaba perdiendo su imperio colonial y los británicos, en 1807, habían abolido la esclavitud, lo que modificaba sustancialmente el destino de esta colonia que España había adquirido de Portugal.

Por los tratados hispano-británicos de 1817 y 1835 contra el tráfico ilegal de personas, se creaban mecanismos para castigar el comercio de esclavos, creándose en la isla de Fernando Poo (actualmente Bioko) y Freetown, tribunales mixtos para llevar a cabo dicha tarea.

Es decir, con la creación de dichos tribunales estos territorios que había adquirido España para una finalidad concreta (participar del comercio de esclavos) se convertían para todo lo contrario, es decir, para castigar a quien participara de dicho comercio.

En este contexto, los británicos procedentes de Sierra Leona, crearían en la isla de Fernando Poo en 1827 la ciudad de Clarence (más tarde llamada por los españoles Santa Isabel y actualmente denominada Malabo, la actual capital de Guinea Ecuatorial).

El Tribunal contra la represión de la esclavitud en verdad nunca llegó a funcionar en Fernando Poo y los británicos (negros y mulatos) que se establecieron en ella, se dedicaron al “comercio legal de aceite de palma y otros productos menores”, por lo que estas islas pasaban a formar una pieza más de toda la estructura de ultramar británica.

Eso hizo que se fuera desarrollando en Fernando Poo una comunidad de “habla inglesa, religión protestante, vocación comercial y amplias relaciones en aquel tejido colonial, que sería enormemente influyente hasta la descolonización definitiva del país en 1968”.

Toda esta situación llevaría que el 18 de abril de 1839 se iniciaran conversaciones entre los gobiernos de Londres y Madrid sobre la cesión de estos territorios; finalizando la negociación el 4 de abril de 1841, por la cual el gobierno británico compraba al español esta colonia, por la cantidad de 60.000 libras esterlinas, que el gobierno español aceptó en un principio.

Cuando el acuerdo debía de ratificarse por las Cortes españolas, el mismo fue finalmente rechazado, debido a la presión que realizó la prensa española contra la venta de los territorios guineanos.

A partir de este momento el gobierno de España organizaría expediciones oficiales a Fernando Poo, a pesar de no haber ninguna empresa española interesada en competir con las que ya estaban operando en dicho territorio.

Pero seguirá siendo una colonia en la que España no tenía presencia efectiva y que había adquirido hacía más de cien años, y que, de seguir así España hubiera tenido que renunciar a su soberanía, en  virtud de lo acordado por las Conferencias de Berlín (15 de noviembre de 1884 y 26 de febrero de 1885) en la cual se reconocía el principio de uti possidetis iure que disponía que ningún país europeo podría reclamar sus derechos de soberanía sobre un territorio africano si no ejercía a la práctica el control del mismo.

Para España mantener dichas colonias bajo su soberanía, en un siglo en que su Imperio se estaba descomponiendo por momentos, representaba sobre todo prestigio y honor, y por eso la prensa española reaccionó tan airadamente ante su posible venta.

El papel de las Misiones en Guinea Ecuatorial

Para los misioneros claretianos, que jugarán un papel básico en la colonización el establecerse en dichas colonias representaba la ocasión de “salvar” a los “negritos salvajes”, pero así mismo no contaminados de la “modernidad” en que estaba sumida la vieja Europa y de hacer de ellos verdaderos cristianos y ciudadanos que se pudieran ganar la vida dentro de unas estructuras occidentales donde la misión tendría el control absoluto.

Estos eclesiásticos veían la posibilidad de intervenir directamente en las vidas de estas personas en contraste con lo que estaba sucediendo en Europa a medida que los cambios que se estaban produciendo por la urbanización provocaba una reducción de control social sobre el individuo y la pérdida de influencia de la iglesia católica.

Aunque la colonización efectiva por parte de España de estos territorios comenzaría en 1858, es decir unos años antes a las Conferencias de Berlín, la misma consistiría en una “pequeña dotación militar y la ayuda civilizadora de una limitada comunidad jesuita. El comercio permanecería en manos británicas”.

Esta presencia escasa española en estos territorios incluso llegaría ser menor con la Primera República y no se incrementaría hasta 1883 cuando en el marco de las citadas Conferencias de Berlín, el gobierno español aumentó su presencia oficial, pero con el esquema anteriormente citado. 

Este nuevo proceso, surgido a partir de 1883, sería el definitivo, jugando los misioneros claretianos un papel de primer orden ya que los mismos estarían financiados por el gobierno español.

Así pues, será el sistema educativo utilizado por los miembros de la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, los claretianos, fundada en Vic en 1849 por Antoni María Claret, y el sistema económico occidental el encargado de hacer efectiva la colonización de los territorios guineanos, en un momento en que España no disponía ni de recursos públicos o privados para llevar a cabo dicha tarea.

Los sistemas educativo y económico como herramientas para conseguir la destrucción de los diferentes pueblos guineanos ecuatoriales e implantación de la civilización occidental serán unos de los elementos básicos para conseguirlo.

Y este será tratado por diversos autores.

La colonización de Guinea Ecuatorial a través de distintos autores

Los occidentales negaban que los diferentes pueblos de estos territorios tuvieran cualquier tipo de identidad propia. Para ellos eran meros salvajes sin “civilizar”.

He analizado cinco obras escritas por autores españoles, para ver como estos métodos fueron utilizados para la implantación de la civilización española en Guinea Ecuatorial, esencialmente el educativo y el económico. 

Cristóbal Fernández

Así sobre la obra más antigua estudiada, la de Cristóbal Fernández, sacerdote nacido en San Pedro de Trones (León) y fallecido en 2010 en Granada, Misiones y Misioneros en la Guinea Española, publicada en 1962, se centra fundamentalmente en la justificación y alabanza de la “labor” de estos misioneros. Explicándonos los esfuerzos y dificultades en que se encontrarán los claretianos para llevar a cabo su “trabajo civilizador”, pues “el objetivo de los Hijos del Corazón de María, debía ser, ante todo, catequizar a pobres e ignorantes”.

Cristóbal Fernández irá exponiendo en esta obra las dificultades en que se irán encontrando los colonizadores y de que estos territorios le brindarán a España a poder “iniciar un nuevo imperio, cuando el de las Américas, ya desarrollado y maduro, estaba a punto de emanciparse. Pero no se aprovechó por aquellos políticos, casta degenerada de los antiguos descubridores, conquistadores y colonizadores: al contrario, después de haber tomado posesión el conde de Argelejo de Fernando Poo y de Anobón…. quedaron los territorios africanos abandonados a su suerte, debido en parte al triste balance de la expedición, que regresó con 25 supervivientes de los 150 hombres que la componían”.

Ya centrándose en la tarea de las misiones, Cristóbal Fernández irá exponiendo las diferentes acciones que irán tomando los claretianos, las cuales señala como muy positivas para los habitantes de estos territorios siendo estos últimos conscientes de los beneficios que les aportaban, y así irá reflejando   diferentes  opiniones  y  comentarios de los propios misioneros españoles en la colonia: “Más tarde como los habitantes de las Misión se diesen cuenta de que los Misioneros estaban decididos a favorecerlos, y a todos, sin distinción de personas, prodigaban muchos beneficios, ya más miran con mejores ojos y nos tienen tal confianza, que nos piden frecuentemente nuestros servicios en sus graves enfermedades, nuestro auxilio en las discordias, en las dudas consejo, e instrucción en las verdades de la Religión”.

Aquí también se refleja pues que había una inicial resistencia a estos misioneros por parte de los guineanos, aspecto que uno de los misioneros, el padre Irisarri, lo señaló y que Cristóbal Fernández lo releja también en su obra: “Con sólo vernos, huían de nuestra presencia como horrorizados y nos aborrecían completamente, ahora nos reciben con cariño, nos escuchan alegres, nos reverencian, nos proclaman como varones óptimos e inmejorables”.

Cristóbal Fernández explicará que los misioneros se centraban en los jóvenes para sus propósitos y para ello crearon colegios, pero también internados para que pudieran ser cristianizados sin interferencias exteriores, consideradas nefastas por los propios misioneros: “La obra del Colegio se completaba después con el asentamiento y colocación de los colegiales … lejos del ambiente de paganía en que habían sido criados, y que no dejaban de llevar inculcando en la misma sangre”.

Cristóbal Fernández irá exponiendo a su vez como las escuelas irán incrementándose e irán consiguiendo transformar a los alumnos guineanos y para eso irá imponiendo nuevos hábitos a los niños y niñas que iban dándoles ropa y haciendo que los mismos participaran de las ceremonias patrióticas españolas como las de llevar la bandera española por sus poblados y cantando la Marcha Real.

Remarcará que este proceso de aculturación por medio de la educación tendrá sus problemas y que se luchará constantemente para que fuera viable encontrándose con muchas dificultades pues, aunque el número de alumnos se incrementaba todavía no era satisfactorio y además se luchaba constantemente para erradicar muchas costumbres incompatibles con la civilización que se quería imponer sobre todo al tema de “la moralidad, principalmente entre las niñas”.

Además Cristóbal Fernández nos indicará que la labor de la escuela era un primer paso pues el objetivo de los misioneros claretianos era que luego los ex alumnos contrajeran matrimonio cristiano para así fundarse familias y pueblos cristianos pero esto “era muy difícil por la condición de la mujer en aquellos lugares, empeorada todavía en Corisco, por el mercantilismo y sórdida codicia de los bengas, que de sus hijas hacían objeto de negocio y contratación, como hubieran podido con una bestia de carga o un animal de recría”.

Y por último otras de las supuestas dificultades en que se encontrarán los colonizadores para llevar a cabo la imposición de la cultura occidental a los guineanos y que se señala en esta obra de Cristóbal Fernández será “la natural apatía e inconstancia de los indígenas, su ingratitud a los beneficios del Misionero, la oposición positiva de los viejos, que deseosos de conservar sus tradiciones, neutralizan el fruto conseguido en los jóvenes, la perniciosa influencia del clima, las enfermedades, la carencia de medios de que se dispone en los países civilizados, la acción destructora del tiempo, la mala alimentación, la falta de comunicaciones, los viajes a pie por malos senderos”.

Alonso Carlos Fleitas

En cuanto a la segunda obra cronológica, la de Alonso Carlos Fleitas,  aunque nacido en Cuba de padres canarios, el cual se estableció en Guinea Ecuatorial en la década de los años 40 hasta los 60 del siglo XX, personaje muy influyente en la colonia ostentando diferentes negocios y llegando a ser alcalde de Santa Isabel, Guinea: Episodios de la vida colonial, publicada en 1989, expondrá la importancia que tendrá el sistema capitalista para imponer la civilización occidental en la colonia y como este cambia ya desde los primeros tiempos el sistema económico de los diferentes pueblos  guineanos, con la introducción de diferentes clases de semillas, como la del cacao, la cual se llegaría a cultivar a gran escala hasta convertirse en la primera fuente de riqueza de la zona.

Además, hará referencia a como se van transformando a las sociedades guineanas a través de la economía, transformación que se llevará a cabo pero que no estará exenta de oposición y rechazo por parte de los colonizados. Remarcara la importancia que tiene para la consolidación de este proceso, la visita del gobernador a Río Muni en los años veinte del siglo XX: “En 1927, el gobernador Núñez de Prado visita el continente, y a continuación se establece el sistema monetario actual, en sustitución del tradicional trueque, y del empleo de la ekuelá (signo monetario de los fang). No resultó fácil convencer a estos pueblos de la necesidad de incorporarse a la nueva cultura que inevitablemente habría de absorberles”.

El modelo económico español se acabará consolidando a partir de 1927 año en que los colonos pueden acudir sin trabas a los mercados del interior e incrementándose las poblaciones ubicadas en puntos estratégicos.

Alonso Carlos Fleitas señala también que para la imposición de este sistema comercial jugará un papel muy importante también la propia administración colonial: “Controlado por los administradores territoriales, se crea el ciclo mensual de mercados, donde el indígena puede vender sus productos directamente al comerciante español, que ha de estar provisto de una patente de compra autorizada por la administración. De esta forma el nativo concurre al mercado con su mercancía, y bajo el control personal del administrador, se inicia la operación de compra-venta. El producto se cobra en pesetas de acuerdo con los precios establecidos, y controlados siempre por los administradores. La moneda en poder del indígena sirve para realizar sus compras en las factorías de los centros comerciales, y para sus transacciones tradicionales”.

Mariano de Castro

En cuanto al trabajo de Mariano de Castro, doctor en Filosofía y Letras, catedrático de Geografía e Historia en el Instituto de Educación Secundaria Condesa Eylo Alfonso de Valladolid, cooperante de Educación en Guinea Ecuatorial durante los años 1983 a 1985 y participante en el Primer Congreso Hispano Africano de Cultura, del libro del que es coautor, Origen de la colonización española de Guinea Ecuatorial (1777-1860), publicado en 1992, se señalará como estos territorios guineanos ecuatoriales, a pesar de las diversas dificultades en que se encontraban los españoles en su colonización -”allí donde el clima y la vegetación, las gentes y las costumbres, son tan extrañas para los europeos, que no son capaces de asimilarlas y, luchando contra numerosas dificultades” – servían a estos para adquirir prestigio político una vez que regresaban a la península, además de la búsqueda de beneficios económicos.

Explicará que el comercio español durante todo el siglo XIX en la colonia será bastante escaso y eso queda reflejado en que apenas existan referencias al mismo en las fuentes del periodo consultadas, hecho que “hace suponer una cierta inhibición mercantil española, por más que los datos, pocos y pocos precisos, parecen indicar una actividad comercial de alguna entidad”.

Además, en esta obra, se señala que el discurso utilizado por los colonizadores, una vez más, será la de conseguir convertir a los guineanos al catolicismo y para ello políticos y militares españoles, como Primo de Rivera, remarcarán que estos guineanos, sobre todo los habitantes de las islas (las primeras colonizadas realmente en contraste con el   territorio continental de Río Muni cuya dominación no fue completa hasta los años veinte del siglo XX) eran dóciles para dicha labor.

Se remarcará que los elementos básicos y más importante que servían de estímulo para los colonizadores para llevar a cabo la colonización en Guinea Ecuatorial serán los aspectos económicos y religiosos.

En esta obra se irá exponiendo como el gobierno español, que era el dueño legal de todos los terrenos de la colonia, incluyendo las minas, aguas, bosques, respetará los derechos adquiridos de los indígenas e irá distribuyendo, mediante donación, la propiedad de las demás tierras, por medio del Consejo Provisional, a los colonos que tuvieran interés en cultivarlas. Si estas tierras donadas eran rústicas, el Estado las recuperaría después de cincuenta años, y si fueran construcciones urbanas, reverterían al propio Estado pasados noventa y nueve años después de la donación efectuada.

También hay referencias a que los colonizadores y especialmente los misioneros no estaban completamente satisfechos con la los resultados que obtenían de convertir a los guineanos a la civilización occidental a través de la religión y educación al considerar que la misma se hacía con bastante lentitud.

Así Casimiro Rufín Ruiz “considera que los resultados de la Misión serían muy lentos, y eso si era capaz de superar las dificultades del clima, aprender la lengua, costumbres y religión de los naturales”.

Se remarcará también en esta obra y basándose en fuentes de misioneros de la colonia, la necesidad de que la religión de los conquistadores fuera la dominante pero que la misma no fuera impuesta y para llevar a cabo dicha acción debería jugar un papel importante, no solo los misioneros, sino también los colonos los cuales también debían transmitir el mensaje católico a los guineanos.

Así se indican instrucciones, como la instrucción número 2 referentes a los bubis de la isla de Bioko, en la cual se señalaba que para atraer a los mismos a la nueva religión se hiciera siempre sin emplear la violencia, “sino solamente por la persuasión, es decir, por la acción misional que se convertiría en agente colonial de gran importancia”.

Se indica además que las misiones disponían de un presupuesto determinado asignado por el gobierno colonial para que compraran diversos objetos que fueran atractivos para los guineanos y así, al hacerlos deseables, sería más fácil atraerlos al sistema del trabajo occidental para poderlos adquirir.

Gustau Nerín

Por lo que respecta al libro de Gustau Nerín, nacido en Barcelona en 1968, antropólogo y profesor de la Universidad de Paul-Válery de Montpellier, Guinea Equatorial. Història en blanc i negre, publicado en 1998, se remarca la visión que tenían los europeos de los africanos, a los cuales consideraban seres inferiores sin estructuras y que se movían por meros instintos naturales.

El discurso racista será el utilizado para querer demostrar que la mentalidad del guineano era inferior a la del español y con esto se podría justificar su “salvación por medio de la civilización” y para ello se  utilizarán diversos medios, como el descrédito, siendo muy común hasta casi finales del periodo colonial actitudes por parte de los blancos de burla y menosprecio sobre las actitudes de los diferentes pueblos guineanos, considerándolos  inferiores, como se desprende, por ejemplo, de las   declaraciones   del   cardenal  Gomà, en el Vaticano cuando hablaba en 1940 de la existencia de razas “fuertes” y de razas “perezosas”.

E incluso se llegará a dudar entre diversos autores españoles sobre la condición humana de los propios guineanos al presentarlos como “cuerpos sin alma, bestias cercanas al hombre, sin la facultad de pensar y sentir”.

También se indica que se llegará a generalizar y criticar la supuesta poligamia y desenfreno sexual que los europeos aseguraban ser características innatas de los pueblos centroafricanos para así justificar que la cultura europea y la moral cristiana debía ser entendida   como   superior y   más justa, pues   el   argumento   cristiano   era el de   igualar a los hombres ante Dios.

Así en el  caso de  la  poligamia en la que los españoles dieron desde un principio por hecho de que era practicada por todos “sus negritos” (como se indica que eran normalmente llamados los guineanos por las autoridades españolas, sobre todo las eclesiásticas) antes de ser “convertidos” en buenos cristianos y por tanto en buenos españoles, está realmente no jugó un papel tan importante en las diferentes sociedades de la actual Guinea Ecuatorial como se quiso dar a entender durante el periodo colonial. 

En realidad, la reglamentación sexual guineana era mucho más compleja y reglamentaba de lo que creían los colonizadores españoles.

Así por ejemplo un elemento común a todas las culturas de esta zona era la que imponía a las mujeres la abstinencia sexual posparto hasta que el niño llegara a caminar.  

Con   esta   medida se pretendía que los niños fueran bien criados en los primeros meses desde su nacimiento.

También era una característica común, entre estas culturas, el miedo que existía hacia el   incesto, el cual estaba castigado y por eso era una norma muy extendida que los jóvenes al llegar a la pubertad abandonaran la casa familiar y se fueran a vivir a una casa para jóvenes.

También Gustau Nerín señala que hay que tener presente que el concepto de sexualidad de los colonizadores era muy diferente a los colonizados pues, los españoles durante el periodo colonial, consideraban que la sexualidad era algo que se tenía que esconder, mientras que los guineanos y, africanos en general, consideraban que la sexualidad era una parte de su universo.

Había temas, como el adulterio, que los blancos exageraban y criticaban como un rasgo negativo más de las poblaciones africanas, cuando realmente lo que más les llamaba la atención a los españoles no era la existencia en si del adulterio, acción que, por supuesto en España también de daba, sino que los guineanos hablaran de las tensiones sexuales abiertamente, tema que en España y en toda Europa era considerado tabú.

Nerín indica en su libro que los colonizadores ni querían ni deseaban entender las diferentes

realidades que existían en los territorios guineanos.

Todo era visto por ellos desde una mirada de superioridad. 

No entraban en consideraciones ni en análisis de las diferentes actitudes culturales.

Así por ejemplo les llamaba mucho la atención de las diferentes danzas que hacían los guineanos destacando siempre los blancos lo inmoral de los diferentes movimientos de estas danzas que no acababan de entender.

El occidental observaba estas danzas como un mero espectáculo como cuando veían en Europa un ballet.

Pero en la realidad guineana las danzas no cumplían una función lúdica, sino que era mucho más complejo e importante y tenían funciones rituales religiosas para conseguir una mejor caza, o que una pareja tuviera mucha descendencia, etcétera.

Para los guineanos sus danzas no jugaban un papel de mero espectáculo, sino que se trataban de rituales semisagrados que jugaban un papel muy importante en sus vidas.

Todos estos prejuicios que señala Gustau Nerín y la falta de conocimiento de la realidad guineana, llevará a que se considere al guineano como un niño grande al que hay que controlar y llevar por el buen camino, desde la aplicación de una política paternalista.

Es decir, se le equiparará con un menor de edad sin capacidad jurídica. 

Para llevar a cabo dicha política se creará en 1904 el Patronato de Indígenas el cual estaba compuesto por autoridades, colonos y sacerdotes   españoles   con la   misión de ir tutelando al guineano no emancipado.

Esta institución llegó a existir hasta el año 1959, es decir hasta nueve años antes de la independencia del país.

Nos dirá Gustau Nerín que se llegará a entender esta colonización como una “Alta Misión” e incluso se llegará a negar de que se trate de una colonización, como señalaría en la   última etapa de la presencia española, el mismo general Franco en uno de sus discursos dirigidos a los habitantes de Guinea ecuatorial al afirmar lo siguiente: “Vosotros sabéis que España no es ni ha sido nunca colonialista, sino civilizadora y creadora de pueblos, que es cosa bien distinta”.

La idea básica de los colonizadores, se nos señala en este libro de Nerín, era la de convertir al sector más vulnerable de las sociedades guineanas, es decir a los jóvenes, en miembros de una nueva sociedad impregnada de los valores católicos, y para ello se proponían aislar a dichos jóvenes de su entorno natural, el cual era considerado por   los   misioneros salvaje   y carente de ninguna   moral aceptable e imposible de cambiar.

Por tanto, la estrategia para conseguir la transformación de estos pueblos se hará mediante el intento de segregación de los jóvenes de su entorno cultural inmediato para que así   pudieran formar parte de un nuevo orden social que estaría completamente al margen del que habían pertenecido hasta entonces. Y esta se hará gradualmente.

Por otra parte, Gustau Nerín indicará también que al gobierno colonial le interesaba la seguridad y que las estructuras sociales de la colonia se mantuvieran para así   garantizar la estabilidad política.

Hay que remarcar que en  las sociedades de Guinea Ecuatorial la jerarquía familiar era la base de todo el equilibrio y cuando los claretianos  luchaban  por ejemplo contra la poligamia, pidiendo desde el principio de su establecimiento en la colonia, que el estado español aboliera las instituciones   tradicionales  y que impendieran un nuevo sistema    familiar y político (el español) para erradicar  los supuestos  habituales actos de poligamia se encontraban de frente con la actitud reacia de la administración colonial, pues no quería que la colonia se viera desestabilizada.

Esto no significaba que el gobierno español estuviera a favor de la supuesta poligamia que era atribuía a estos pueblos por los occidentales, sino que “no estaban dispuestos a asumir los costes sociales y los conflictos políticos que inevitablemente provocaría la transición acelerada que pedían los religiosos.

Además, la “santa intransigencia” derivada del espíritu militante de los evangelizadores topaba con la pasividad e indolencia de los funcionarios coloniales. La combatividad misionera, en permanente cruzada contra el enemigo moral, se escandalizaba ante la tradicional inoperancia de la burocratizada administración española”. 

También Gustau Nerin hace referencia que a los españoles les chocaba enormemente en los inicios de la colonización que los guineanos fueran completamente desnudos considerándolo inmoral y característico de pueblos inferiores, por eso lucharon para que cubrieran sus cuerpos, pero también existía un factor más material pues al principio se les regalaba la ropa a los guineanos, pero más adelante se les vendía o las misiones se las daban a cambio de colaborar con ellas.

Al entrar en este círculo el guineano se vio con la necesidad de comprar   ropa   y con ello de tener un salario. Y recodemos que la ropa era uno de los elementos de diferenciación de clases. Por lo tanto, los blancos impusieron una nueva necesidad a los guineanos que antes no necesitaban.

Jacint Creus

Y por el que respecta al último autor, Jacint Creus, nacido en Vic en 1954,doctor en Antropología y de Historia de África, profesor de Historia de África del Departament d´Antropologia social, Història d´Amèrica i d´Àfrica de la Facultat de Geografia i Història de la Universitat de Barcelona, en su artículo “Cuando las almas no pueden ser custodiadas: El fundamento identitario en la colonización española de Guinea Ecuatorial”, publicado en 2007, expondrá que a partir de 1858, que recordemos fue el año en que comenzó a ser efectiva la colonización española en Guinea Ecuatorial, los claretianos que comenzarán a llegar después de esta fecha (1883), a cambio de extenderse por todo el territorio guineano y, así garantizar el reconocimiento internacional de la soberanía de España sobre estos territorios, obtendrían del gobierno de Madrid el monopolio sobre la educación de los habitantes que les permitía “una situación privilegiada y una actuación directa sobre los indígenas”. 

La idea española, tanto de la administración como la de estos misioneros, era que de dichos territorios se produjeran determinados productos, siendo el más importante el cacao, y, para ello era necesario que los “indígenas” se convirtieran en trabajadores eficientes para tal fin y entrara en el sistema económico colonial.

Nos dirá Creus que los claretianos que es establecieron en estas posesiones del África ecuatorial occidental en 1883 llegaron como “Misión de Estado”.

Así se establecieron en primer lugar en la isla de Fernando Poo.

En enero de 1884 estos misioneros claretianos consiguieron a través de un decreto, que la enseñanza fuera obligatoriamente en castellano y en marzo del mismo año convirtieron la Casa de Santa Isabel en un internado masculino solicitando al gobernador el monopolio de la enseñanza en la capital.

Jacint Creus señalará también en su artículo que el Padre Ciriaco Ramírez, Superior de la Misión de Santa Isabel realizaría numerosos viajes por la colonia visitando a diferentes autoridades locales y colonos para garantizar la viabilidad de las misiones. Los misioneros dejarán constancia de sus diferentes encuentros con los jefes tribales de la colonia, señalando como la actitud de dichos líderes a principio favorables, según ellos, a sus tesis, irán derivando en actitudes más hostiles hacia ellos, y sería la visita que realizara el Padre Ramírez en 1884 a los misioneros espirítanos (franceses) de Santa María de Libreville (Gabón) crucial para el proyecto y éxito claretiano en la Guinea española ya que el   modelo utilizado   por   dichos   misioneros   franceses en Gabón de conversión de la población local al catolicismo mediante los internados, masculinos y femeninos y así mismo convertirlos en productores de la colonia mediante el trabajo en fincas de cultivos en las misiones será el que se aplicará desde ese momento en la colonia española.

También Jacint Creus indica que los claretianos tenían muy clara la idea de que los jóvenes guineanos debían dejar su hábitat natural para integrarse en la cultura europea y que fueran “útiles” aprendiendo diferentes oficios señalándose que la expansión claretiana en Guinea española se realizará rápidamente lo que supondrá la ocupación a la práctica de dicho territorio lo que hará que el gobierno español apoye la construcción de nuevas misiones.

Así mismo indica Jacint Creus que uno de los objetivos de los misioneros claretianos era conseguir que los niños guineanos separados por sexos, estuvieran en    internados (ellos en internados dirigidos por los mismos claretianos y ellas en internados dirigidos por las concepcionistas), donde recibirían una “educación”.

Las misiones tendrían fincas para que los antiguos alumnos de las mismas pudieran cultivar productos como el cacao y contraer matrimonio entre ellos (convirtiéndose   de   esta manera también los   claretianos   y monjas concepcionistas en “celestinas” al proponer noviazgos entre sus alumnos) lo que daría origen a familias católicas autóctonas y a la creación posteriormente de pueblos católicos siempre regidos por la misión. 

Se intentaba con esta práctica que los jóvenes no quisieran volver a la selva y se   produjera una   ruptura entre estos nuevos ciudadanos con sus antiguas estructuras familiares y aquí es cuando el modelo de los misioneros claretianos se diferencia del gabonés al entender que “los alumnos retenidos pueden imaginar su propio futuro al margen de las estructuras familiares. Cuando la Misión se da cuenta de que puede sustituir a la familia sus funciones de protección y en su obligación de procurar un medio y un modelo de vida para ellos”.

Al convertirse estos jóvenes guineanos en productores de cacao significaba que los mismos, a través de los misioneros, entraban de pleno en el sistema de mercado.

Todo esto será un atractivo muy importante para muchos de los jóvenes guineanos que verán en estas misiones la posibilidad de obtener una finca, en usufructo, para producir cacao, cuya venta estaba garantizada y además el de poder casarse con alguna compañera de la misión sin tener que pagar dote alguna y de tener una casa propia sin esperar mucho tiempo como era lo habitual en sus culturas autóctonas.

Todo esto llevará a la creación de una clase indígena privilegiada en relación con los otros indígenas de la colonia que no habían participado del sistema de las misiones, siendo estos últimos, la mayoría de la población, excluidos del sistema colonial o subordinados al mismo mediante la explotación indiscriminada pues se les considerará no emancipados y serán considerados por lo tanto como menores de edad.

En este artículo Jacint Creus dejara bien claro las dificultades en que se irán encontrando los misioneros claretianos a la hora de querer implantar una identidad foránea (la española) a los habitantes de Guinea Ecuatorial a los cuales, por otra parte, se les negaba que tuvieran cualquier tipo de identidad propia.

La actividad de los misioneros centrada en la educación que ellos ejercían en forma de monopolio (cedida por el Estado) tenía la ventaja, nos señalará Jacint Creus, de centrar la actividad misionera claretiana en los jóvenes con la idea preconcebida de hacerlos ciudadanos privilegiados y diferenciados del resto de la población.

La ayuda mutua del estado-religiosos claretianos será determinante para conseguir dichos objetivos.

Además, Creus remarcará en su artículo que la idea de que dicho propósito de transformar a los guineanos no será fácil debido al recelo mutuo existente entre colonizadores y colonizados y donde el factor fuerza será determinante para el desarrollo posterior de los   acontecimientos, contando los claretianos con apoyo militar español para conseguir imponer su identidad.

La idea básica pues era la de convertir al sector social guineano más vulnerable, los jóvenes, en miembros de una nueva sociedad impregnada de los valores católicos y, para ello, los misioneros se proponían aislar a dichos jóvenes de su entorno natural, el cual era considerado por los misioneros salvaje y carente de moral aceptable e imposible de cambiar.

«Civilizar» a los guineanos

A través de estas obras podemos observar como España sirviéndose del discurso racista y por tanto considerándose con todo derecho para imponer por la fuerza su propia civilización a unos pueblos considerados por ella como inferiores, no dudará en legitimar sus acciones en contra de estos pueblos al considerarlas positivos y beneficiosas para ellos.

El discurso será el de “civilizar” a los guineanos, englobándolos como una única entidad sin tener en cuenta la naturaleza heterogénea de los mismos.

Y para ello se servirá de los misioneros claretianos pues como estado era incapaz de llevar por sí solo dicha tarea.

Toda la agresión que se producirá a partir de entonces en contra de los diferentes pueblos que vivían en esta colonia se verá justificada en la metrópoli pues se considerará necesaria para conseguir el objetivo final, la transformación de “negro salvaje” a “negro civilizado”.

Por lo tanto, esta autodenominada labor “civilizadora” será llevada a cabo mediante la fuerza y negación de los otros.

Así mismo dicho discurso lleva consigo el de que los colonizados deben de agradecer lo que por ellos es efectuado ya que el colonizador considera que es por el bien de los mismos, no entendiendo sus reacciones adversas a la aplicación de este proceso “civilizador”. Partiendo pues de esta premisa las herramientas utilizadas fundamentalmente serán las de la educación y la economía que se impondrán al sector más vulnerable de las sociedades guineanas, es decir a los jóvenes, a los que se consideran más propicios para conseguir la “transformación” deseada por los españoles. 

Tras este discurso de “salvar” y convertir a los guineanos en “civilizados” se escondía los intereses económicos de la metrópoli pues las tierras guineanas eran muy buenas para los cultivos, como el cacao y otros productos tropicales.

Si se dedicaban a la “conversión” del guineano era con la idea de que fuera útil para la economía de la colonia, sobre todo como mano de obra en las plantaciones y que también, los guineanos emancipados entraran completamente en el sistema de mercado.

A medida que fue avanzando la colonización en Guinea Ecuatorial este discurso de transformar a estos pueblos comenzó a dar sus frutos, aunque muchas veces los “jóvenes nuevos españoles católicos” adoptaban los elementos de la nueva civilización española de forma más bien fingida y por mero interés práctico que por convicción, como lo intuían en más de una ocasión los propios misioneros en sus crónicas.

Evidentemente el resultado de esta agresión fue la desestructuración de las diferentes culturas de los pueblos que forman Guinea Ecuatorial.

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