A día de hoy, el manganime es un medio de expresión bien conocido dentro de nuestras fronteras, si bien debido a la frivolidad de la que adolece buena parte de la producción moderna éste se ha ganado cierta fama de vehículo intrascendente, habiendo incluso un cierto auto-odio por parte de los propios aficionados al mismo. Esto no quita, sin embargo, a que hayan títulos destacables en todas las temporadas de emisión: algunos de ellos, de hecho, además de hacer ficción de cierta calidad, son brillantemente didácticos. Tal es el caso de la serie que nos pertoca hoy, Maoyuu Maou Yuusha, que podríamos traducir como El Rey Demonio y el Héroe, serie por la que me gustaría romper una lanza y defender como una propuesta de notable interés divulgativo.
AVISO SPOILER: El siguiente artículo contiene spoilers del anime Maoyuu Maou Yuusha.
Este anime de 13 capítulos, producido por el estudio Arms adaptando la saga de novelas ligeras del mismo título de Mamare Touno, cuenta con una destacable peculiaridad: sus personajes carecen de nombre propio, siendo nombrados en su lugar por su profesión o por la referencia a algún rasgo distintivo. Así, el héroe de la historia es simplemente llamado Héroe. En su superficie, asemeja ser una producción de género fantástico al uso con abundancia de fanservice o situaciones sugerentes para la audiencia (especialmente la masculina). Sin embargo, ya el primer capítulo corrige en buena medida esa impresión: si bien es cierto que la serie está salpicada aquí y allá de momentos románticos (y picantes), no es para nada una propuesta sencilla de simple ficción evasiva. De hecho, podríamos definir Maoyuu Maou Yuusha como una codificación en clave fantástica de los eventos que dieron lugar a la transición entre la Baja Edad Media y el primer Renacimiento, acompañada de un análisis histórico, económico, político y filosófico de dichos hechos puesto al servicio de la trama con gran acierto. Sería, pues, un título similar a, por ejemplo, Spice & Wolf, Los 12 reinos o La leyenda de los héroes de la galaxia: todos estos títulos tratan, mediante personajes atractivos y un argumento de ficción agradable, reflejar conceptos complejos con sencillez, divirtiendo a la vez que enseñan.
Sinopsis de Maoyuu Maou Yuusha
La trama de la serie iría como sigue, a muy grandes rasgos: existen dos mundos enfrentados en una amarga guerra que dura ya muchos años, el de los hombres y el de los demonios. De entre los primeros nace el Héroe, un ser de gran poder destinado a acabar con la contienda. Sin embargo, en su impaciencia por llevar a cabo su misión, decide abandonar a los ejércitos de los países de la humanidad e incluso a sus propios compañeros para reclamar en solitario la cabeza del Rey Demonio y poner así, cree él, fin definitivo a la disputa. Mayúscula es su sorpresa cuando, al entrar en el palacio del general enemigo, encuentra que se trata de una dulce y bella joven que lo está esperando con una propuesta increíble: trabajar unidos, engañando a sus dos razas, para acabar con el conflicto de una vez por todas sin que haya vencedores ni vencidos, y por tanto las cadenas de odio se rompan y dejen de propagarse por la historia. Esta singular Rey Demonio acaba por convencer al Héroe de su plan: ella se infiltrará en el mundo de los humanos como la Erudita Carmesí y comenzará a cambiar su tejido productivo y sus relaciones de poder en base a reformas agrarias, introducción de nuevas tecnologías y revoluciones monetarias con tal de que su economía no necesite del motor bélico para funcionar; mientras que él, disfrazado como el Caballero Negro, se introduce en el mundo de los demonios con tal de descubrir formas en que éstos puedan beneficiarse del trato y comercio justo con los humanos.
Obviamente, me dejo aquí muchísimos detalles de la trama, además de pasar por alto a gran cantidad de personajes de relevancia capital en los sucesos de la serie. Y es que no entra en mi ánimo analizarla por entero y explicar por qué, por ejemplo, los demonios son la representación en la serie de los pueblos no europeos, o muchas cosas más que se muestran en su trama: dicha empresa daría lugar a un texto larguísimo y complejo que, me temo, más que divulgar aburriría. No, para este ensayo voy a coger un fragmento muy delimitado del noveno capítulo de la serie, que me servirá de base para los temas de los que quiero hablar: el discurso de la sierva.
«¡Porque soy humana!»
Pongamos, primero, la escena en contexto. Los actos de la Erudita Carmesí están dando sus frutos haciendo que el Reino del Invierno, lugar de su residencia, experimente una prosperidad nunca antes vista. Esto hace que el país costero, hasta entonces dependiente de su alianza militar con las poderosas Naciones Centrales, atraiga la atención (y la desconfianza) de éstas, quienes utilizan la autoridad de la Iglesia Central para retomar el control de su díscola nación satélite al acusar a la Erudita de hereje y así acabar con su fuerza de progreso. Sin embargo, en el momento en que el Emisario de la Iglesia llega, la Erudita Carmesí, que no es otra que la Rey Demonio, se halla desplazada a su mundo natal por cuestiones burocráticas. El Héroe y sus allegados trazan un plan: escoger a alguien para que simule ser la Erudita, y luego fingir un asalto de bandidos a la caravana que la llevará a las Naciones Centrales, limpiándose así las manos políticamente antes éstas y la Iglesia. La elegida es la Sirvienta Mayor, una antigua sierva de la gleba fugada junto a su hermana pequeña que es encontrada por la Rey Demonio y su mano derecha la Jefa de Sirvientas durante su huída, y a quienes éstas acogen y ofrecen una eduación y un trabajo. Sin embargo, durante el proceso de entrega de esta Sirvienta Mayor disfrazada de Erudita Carmesí a las manos del representante eclesiástico, ella explota y grita su verdad al mundo en un conmovedor discurso:
Voy a obviar las múltiples referencias religiosas y metafísicas: cabe recordar que, pese a la modernidad de sus ideas, la arenga está pronunciada por alguien proveniente de una sociedad tardomedieval en que la fe es el medio unívoco para explicar la vida y sus vicisitudes. Más allá de eso, las poderosas palabras de la Sirvienta Mayor remiten fuertemente a los dos primeros temas a analizar: la educación como medio para alcanzar la plenitud humana (y un pilar fundamental del mensaje de la serie); y la naturaleza de la libertad y su buen uso. Por último, quisiera apuntar algo sobre la recurrente metáfora del «paisaje más allá de la colina» usada en la serie, que refiere al mundo libre de conflicto con que sueñan el Héroe y la Rey Demonio, y que a mi parecer entronca mucho con la teoría hegeliana del fin de la historia.
La persona no nace, llega a ser
Es interesante que, para justificar su discurso, la sierva haya de ponernos, como espectadores, al corriente de su vida. La miseria y el desamparo de su infancia, no ya de clase baja sino de simple y llana esclavitud, hacen que crezca profundamente alienada, incapaz de verse a sí misma como igual al resto de seres humanos. Ha sido, como el resto de su familia, usada como una mera herramienta, útil solo como fuerza de trabajo hasta el mismo momento de su muerte. No es hasta su huída y encuentro accidental con sus benefactores que comienza a cuestionar esta circunstancia.
¿Cómo es posible que ponga en duda algo tan arraigado en su vida? No es sino mediante la educación que le brindan tanto la Rey Demonio como la Jefa de Sirvientas que ella puede comenzar a verse como igual a otros por demostrarse a sí misma capaz del mismo progreso, de la consecución de las mismas bondades y, en última instancia, de su mismísima identificación como miembro de la humanidad de pleno derecho.
La educación no sólo le proporciona las herramientas necesarias para desempeñar un trabajo, y por tanto para realizarse laboralmente al ser útil a sí misma y a otros. Sobre todo, la educación le otorga las claves para entender en profundidad tanto lo que le rodea como a sí misma. Le da valores, ideas complejas con las que trabajar, con las que tener acuerdos o desacuerdos, con los que explicar la realidad tal como es: la fuerza al pensamiento profundo y crítico. Es mediante este camino, y no otro, que ella acaba por ser quien es, más allá de accidentes de nacimiento o circunstancias sociales. Es el camino para realizarse personalmente.
En el mundillo educativo se suele decir que el mejor profesor es el que enseña a no necesitarle, y esto es muy cierto, aunque plantea toda una serie de preguntas acerca de nuestro modelo de enseñanza que el contenido del discurso subraya aún más. Como sociedad, debemos aspirar a un modelo no sólo utilitario, destinado al mercado laboral, sino que forme, en base a los más altos ideales y los más bienintencionados valores, individuos capaces en la razón, morales y libres. Es en este último punto acerca de la libertad donde, como veremos, el debate se intensifica.
Maneras de usar un gran tesoro
En su discurso, la Sirvienta Mayor reconoce como libres a todas las personas. La libertad, para ella, es algo intrínseco, poseído desde el nacimiento. Si esto es así, ¿por qué es necesaria la educación en libertad? Sorprende, además, que parezca reducir la libertad a casos concretos y perfectamente acotados al decir que sirve para «hacer más de lo que ya se hace, ser mejor de lo que ya se es». Si entendemos el concepto de libertad como la capacidad y oportunidad de llevar la propia volición de la potencia al acto, ésta parece decididamente ilimitada, pues nuestra voluntad, nuestros deseos, pueden ser infinitos en su diversidad.
Sin embargo, ella solo se reconoce como libre tras su proceso educativo. Más allá de su situación de sometimiento previa, que la desposeía de facto de toda libertad, podríamos decir que este proceso le ayuda a descubrir y entender algo que ya tenía. Es posible asociar esto a viejos conceptos de la filosofía clásica, como la mayéutica o arte de ayudar a «parir» a otro una idea de Sócrates, o la anámnesis o aprendizaje por recuerdo de Platón, aunque decididamente se trata de un proceso más complejo. Y es que no basta con guiar a alguien a la consciencia de su propia libertad: el proceso siempre debería incluir también la corrección en las formas a la hora de usarla.
Por esto acota la sierva en su discurso las posibilidades de la libertad: porque se la ha educado en la responsabilidad. Ha reconocido, gracias a sus experiencias y a las herramientas de la razón que se le han otorgado, que ambas, libertad y responsabilidad, forman una dupla inseparable, y que sin la segunda la primera se desdibuja y pierde todo viso de positividad. La libertad del irresponsable es el todo vale, en el que todo acto libre es permisible y por tanto igual a cualquier otro, independientemente de la índole e intención de cada uno, haciendo así imposible cualquier juicio de valor y volviendo irrelevante la toma de decisiones de dicha persona. Solo mediante la responsabilidad, el hacerse cargo de los actos hechos en libertad y de sus consecuencias para uno mismo y para otros, puede el individuo reconocerse como autor de dichos actos y cosechar, así, los parabienes que se deriven de los mismos. No solo eso: es únicamente mediante el uso responsable de la libertad que ésta desata sus más elevadas posibilidades, haciéndonos mejores en su uso y favoreciendo la plenitud personal.
Otro rasgo curioso que la sierva otorga a la libertad es su inalienabilidad: para ella, este regalo, este gran tesoro, no puede ser arrebatado de ninguna manera una vez se posee por entero. Puede, eso sí, darse a otros. En su caso, vemos la parte peyorativa de este rasgo en las palabras de su arenga, al comparar con insectos a quienes ceden su libertad por entero a cambio de confort o por miedo al castigo, dándola para más inri a figuras que tratarán de retenerla por siempre y hasta la usarán de mala fe. Bien es cierto, sin embargo, que durante la serie la Sirvienta Mayor usa su libertad, buena parte de ella al menos, al servicio de sus allegados, llegando a elegir la posibilidad del sacrificio máximo al suplantar a su mentora durante el proceso de herejía. Resulta evidente en este uso altruísta de la propia libertad, que ésta en cierta manera se está cediendo: el individuo se instrumentaliza libremente a sí mismo para ponerse al servicio de los fines de otros. ¿Existe, pues, alguna forma de que esta cesión de libertad tenga una parte positiva? Intentaré contestar a eso a continuación.
Fines, finalidades y finales
En su constructo teórico del fin de la historia, el filósofo Hegel afirmaba que el ser humano, en su búsqueda incesante de una libertad cada vez más perfecta y completa, lega sus logros a las generaciones siguientes mediante los medios de transmisión de la cultura y el arte, para que éstos continuen la labor en un punto cada vez más y más avanzado. Llegaría, por tanto, el momento en que la humanidad alcanzase la plenitud de sus posibilidades: al haber alcanzado su cénit, la cultura sería perfecta y ya no necesitaría del avance ulterior y la historia, por tanto, se volvería estática e inmutable, y habría llegado a su fin.
Aunque decididamente utópica e idealista, esta concepción puede servir como marco de referencia a la hora de sintetizar tanto el mensaje principal de Maoyuu Maou Yuusha como las ideas que he venido proponiendo en el presente artículo. La intención del núcleo de personajes protagonistas de la serie, que influencia e impregna todas las palabras del discurso que he decidido analizar, es la de hacer avanzar a los pueblos de la humanidad en su conjunto por la senda del progreso, pero no de cualquier progreso: un progreso regido por ideales de justicia y equidad, con vistas a ese mundo final (el «paisaje más allá de la colina») tal vez inalcanzable, pero cuya naturaleza inspira la voluntad transformadora de las decisiones políticas y económicas que toman. Tal vez podríamos englobar este proceso dentro del socialismo utópico, o incluso del anarquismo primigenio.
Si el buen profesor es quien enseña a dejar de necesitarlo, el buen político es el que guía a sus representados a que éstos dejen de necesitar su liderazgo. Al fin y al cabo, si la voluntad de la casta política en su conjunto es la de crear una sociedad lo más estable y humana posible (siempre que no hubiese en su seno voces de mala fe o intereses conflictivos, caso prácticamente inexistente), tendrían que aceptar en algún momento, cumplido su objetivo, pasar a ser meros burócratas, administradores de lo construído, devolviendo esta vez a perpetuidad la libertad que se les legó por sus representados para la edificación de dicho sistema. Esta buena casta política debería cuidar, por tanto, la formación y educación de su pueblo en todos los aspectos importantes, pero sobre todo en los usos responsables de su libertad intrínseca, en vista a cuando dejasen de ser necesarios. Dicho pueblo, por su parte, obraría a todas luces bien cediendo parte de esa libertad conquistada y plena a figuras de esta índole, en pos de la mejora y perfección de todo y de todos hasta la consecución del objetivo final. Para ello deberían darse dos circunstancias: que dichas figuras políticas efectivamente puedan darse; y que los gobernados pudiesen discernirlas y reconocerlas más allá de toda duda razonable. La clave para la existencia de unos y otros reside, de nuevo, en un sistema educativo que forme seres humanos completos, y debería ser por tanto la primera y más fuerte prioridad de toda sociedad que se precie de tratar de progresar. Siendo poéticos, sería la finalidad para alcanzar el final.
Hablando de finales, Maoyuu Maou Yuusha acaba sin uno concreto. Los 13 capítulos que existen forman parte de una primera temporada que, por falta de interés de la audiencia, jamás se continuó y por tanto acaba sin desenlace y completamente abierta. Los que nos enamoramos con la propuesta de la serie nos vimos forzados a seguir la historia leyendo el manga o resúmenes de las novelas originales, una triste circunstancia. Además de usar la serie y su escena como vehículo para reflexionar aquí, aprovecho la tribuna para hacer un llamamiento a apoyar esta clase de propuestas en el medio: hay que premiar lo inteligente, lo interesante, lo arriesgado, lo que se sale de la norma para contar algo de formas novedosas y atractivas. Si apoyamos eso, nosotros somos los realmente recompensados: dadle, pues, algo de amor a ésta y a otros animes similares, que bien lo merecen.
Escrito por Ernesto Gimeno, profesor de Filosofía.