La economía neoclásica, los lores Sith y Spock

«Un físico, un ingeniero y un economista llegan a una isla desierta tras un accidente de avión. El único alimento que consiguen rescatar de los restos del accidente es una lata de conservas. En base a sus conocimientos profesionales, cada uno propone cómo abrirla. El físico sugiere calentar la lata tanto como sea posible, para que, al enfriarla bruscamente con el agua de mar, el metal se agriete. El ingeniero propone construir un artefacto con troncos, lianas y piedras que permita resquebrajar el metal. Por último, el economista, riéndose de las propuestas del físico y el ingeniero, plantea la siguiente hipótesis para solucionar el problema: “supongamos que ya tenemos un abrelatas…”».

Escrito por Aurelio García-García, doctor en Ciencias Económicas y Empresariales.

Si no has estudiado la carrera de economía, quizás consideres que éste es uno de los peores chistes que has escuchado en tu vida, pero si la estudiaste, seguro que, al menos, te ha sacado una sonrisa.

Las actuales facultades de ciencias económicas y empresariales de prácticamente todo el mundo imparten temarios basados en los planteamientos de la escuela de pensamiento económico neoclásico, corriente que, dado que la realidad es demasiado compleja, establece supuestos para simplificarla y poder estudiarla. Aunque pueda parecer una estrategia sensata, es bastante problemática porque los supuestos que emplean son sumamente irreales. Así, por ejemplo, y aunque suene absurdo, una de estas quiméricas conjeturas que sostiene a la economía neoclásica es aquella que establece que los seres humanos son una extraña mezcla entre los lores Sith de Star Wars y Spock de Star Trek.

Para explicar esta rareza, a lo largo de este texto se utilizarán los conceptos neoliberalismo y escuela de pensamiento económico neoclásico o escuela neoclásica. Ambos no han de ser confundidos. Qué es el neoliberalismo es un debate que aún se mantiene, pero en este texto, muy resumidamente, se entenderá como tal una ideología económica basada en los diez puntos del consenso de Washington y en la filosofía minarquista.

Por escuela neoclásica, en cambio, se hará referencia a toda una escuela de pensamiento económico que a través de unos determinados pilares teóricos que componen su núcleo duro y de una metodología muy particular y específica, en primer término, investiga el funcionamiento de la economía y, en segundo, justifica las ideas neoliberales.

Breve repaso sobre la economía neoclásica

La economía neoclásica se puede ubicar dentro de las corrientes económicas liberales, aunque sería más correcto decir neoliberales. Prestando únicamente atención a las cuestiones estéticas, se puede apreciar rápidamente una de sus principales características: el uso omnipresente de modelos matemáticos. A diferencia del resto de corrientes económicas que existen, la neoclásica genera incansablemente modelos matemáticos que buscan, por un lado, explicar la realidad y, por otro, predecir el futuro.

Esta pulsión matemática proviene de los intentos de los denominados economistas marginalistas de intentar convertir a la ciencia económica en una ciencia pura como la física. Los esfuerzos por hacer parecer a la economía una ciencia exacta no han sido ni son pocos. El hecho de haber renombrado a la antigua «economía política» en «economía» muestra el fútil intento cosmético de hacer parecer que la ciencia económica no está afectada por ideologías.

El problema que, primero, los marginalistas y, después, sus herederos neoclásicos han encontrado durante décadas a este proceso matematizador es que los seres humanos y la sociedad son demasiados complejos e impredecibles para reducirlos a un mero modelo matemático. Para solventar este pequeño gran inconveniente se utilizan supuestos para simplificar la realidad.

Así, si los precios de un mismo producto son diferentes de una tienda a otra, se supone que todos los precios son iguales; si hay barreras económicas para montar un negocio, se supone que las barreras no existen; si aparecen relaciones de poder basadas en la información disponible, la clase social, el género, la raza, etc., se supone que no existe el poder; y así un largo etcétera de supuestos.

Cómo ésta surreal forma de economía ha llegado hasta nuestros días y cómo se ha convertido en la religión de las facultades de ciencias económicas y empresariales es una larga historia, pero se pueden apuntar algunas cuestiones:

  • Las crisis del petróleo de los años 70 desestabilizaron el mundo y la ideología neoliberal desplazó los planteamientos keynesianos, convirtiendo a la económica neoclásica en la nueva ortodoxia;
  • Margaret Thatcher y Ronald Regan alcanzaron las presidencias de dos de las principales potencias económicas del mundo (Reino Unido y Estados Unidos) y, con ello, difundieron (e impusieron) sus ideales neoliberales por todo el mundo;
  • Instituciones como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial (ambas con sede en Washington D. C.) pasaron a regirse por los principios neoliberales y la metodología neoclásica;
  • Y saltando ya al presente (y, evidentemente, omitiendo muchas otras cosas), las generaciones actuales se están formando en economía neoclásica, por profesores de universidad que fueron instruidos en economía neoclásica por otros profesores que, a su vez, también aprendieron economía neoclásica.

El homo economicus o Darth Spock

Si la economía puede ser complicada de por sí, ahora toca meter en la ecuación a los seres humanos. Ante esta fuente ilimitada de complejidad, la escuela neoclásica crea teóricamente a un nuevo ser humano: el homo economicus. Este ser es egoísta por naturaleza y busca todo el tiempo maximizar su propio bienestar1. El altruismo, la cooperación o la búsqueda del interés común no existen para el homo economicus. Aquí, aparece un nuevo problema matemático y es que el bienestar de las personas puede generarlo, por ejemplo, tener buenas relaciones sociales, buena salud, un abrazo, pasear al perro, y toda una cantidad de cuestiones que se escapan a la matematización.

La escuela neoclásica sortea este obstáculo estableciendo que todo el bienestar humano depende del consumo, es decir, reduce todo a un cálculo de precios y cantidades en el que «más siempre es mejor». Es decir, tener un coche, genera bienestar; tener 5, más aún; tener 1.565, todavía más; y de esta forma hasta el infinito y con cualquier bien y servicio (casas, comida, calcetines, tejas…).

Estos planteamientos son totalmente coherentes con la definición de economía empleada por la escuela neoclásica, que procede del economista Lionel Robbins y que fue matizada por los economistas Richard Lipsey, Thomas F. Dernburg y Duncan M. McDougall, quedando del siguiente modo: la economía es la ciencia que estudia el empleo de aquellos recursos escasos que tienen usos alternativos para satisfacer necesidades ilimitadas e insaciables.

Esta definición es perfecta para los objetivos y métodos de la economía neoclásica, pero ha sido muy criticada porque presenta decenas de problemas y omisiones2 y, lo que es peor, nos sumerge en el lado oscuro de la fuerza.

En primer lugar, porque confunde la necesidad (por ejemplo, comer), con los satisfactores de necesidades (por ejemplo, el pan), con los deseos (por ejemplo, querer comer, concretamente, caviar). Las necesidades no son ilimitadas, los deseos quizás sí podrían serlo. A ello hay que sumar que los neoclásicos consideran una necesidad cualquier cosa que se desee y se pueda comprar (por ejemplo, un protector de teléfono de Hello Kitty).

En segundo lugar, conduce al lado oscuro porque afirma que el comportamiento humano siempre es egoísta3 y está dirigido a maximizar el bienestar a través del consumo, pero, dado que las necesidades son «ilimitadas e insaciables», el ser humano permanecerá en un bucle infinito de insatisfacción y búsqueda de placer.

La economía neoclásica, por tanto, es una economía que a través de sus planteamientos es creadora de insatisfacción, desconfianza en el otro y una búsqueda perpetua de satisfacer deseos. Así, los individuos perfectos de la economía neoclásica son los lores Sith en su sufrimiento constante por alcanzar sus ambiciones y anhelos.

Sin embargo, la caracterización de lo que es el homo economicus neoclásico aún no está completa, pues se ha de recurrir a otro personaje de ficción: Spock. Los lores Sith se caracterizan por dar rienda suelta a sus emociones y deseos y extraer de ellos un gran poder. Ahora bien, la economía neoclásica concibe a los individuos como seres fríos y calculadores, en los que las emociones no existen y cada acto humano responde a una racionalidad instrumental4 que calcula rápida e insensiblemente la forma óptima de obtener el mayor bienestar posible para uno mismo. Algunos afirman que la escuela neoclásica piensa que los seres humanos procesan la información como Spock, otros que la definición de individuo neoclásico es excesivamente parecida a la de un psicópata.

En definitiva, para modelizar «la realidad» la escuela de pensamiento neoclásico crea un individuo ficticio llamado homo economicus que aparece como un ser unidimensional, obsesionado por alcanzar la máxima rentabilidad económica y saciar sus infinitos deseos, y cuya racionalidad instrumental es insensible, calculadora e independiente de las formas históricas que adopten los sistemas económicos. En resumen, una extraña mezcla entre Spock y un lord Sith.

Consecuencias en el mundo real

Se podría pensar que el hecho de que los economistas neoclásicos estén entreteniéndose inventando modelos matemáticos basados en supuestos irreales no nos afecta, pero no es cierto.

La mayor parte de las instituciones económicas internacionales funcionan bajo la economía de supuestos neoclásica, es decir, observan el funcionamiento de la economía con modelos basados en un mundo paralelo. Así, cuando estalla una crisis suelen decir que era impredecible, pero lo que realmente están diciendo es que era impredecible para sus modelos matemáticos. La crisis de las puntocom a principios de siglo, la crisis financiera de 2007-2008, la crisis inmobiliaria española, y las crisis posteriores al Covid-19, entre otras, sí fueron previstas por muchos economistas heterodoxos.

Volviendo de nuevo a ese Darth Spock, todo este constructo es idóneo para tres de los dioses del neoliberalismo: el capitalismo, el mercado y el individuo. La insatisfacción permanente de las personas es ideal para que el capitalismo siga creciendo y que el mercado siga justificándose. Al mismo tiempo, esa supuesta híper-racionalidad inequívoca e insensible de los Darth Spock, justifica que el Estado no intervenga en la economía y todo lo organice el mercado, y fortalece la idea del individuo, el cual es un ser autónomo que no necesita de nadie (pareciera también que nació solo y se dio el pecho solo).

Otra problemática consecuencia es que un proyecto social y económico al completo, se sustenta en teorías elaboradas para un mundo ficticio donde los seres humanos son un Darth Spock, el poder no existe, las empresas tienen costos similares, el mundo no cambia (ceteris paribus)… Cuanta más fuerza gana la ideología neoliberal y sus justificantes neoclásicos basados en un mundo de fantasía, más próxima está la destrucción de estructuras creadas para evitar el caos en un mundo incierto.

A este respecto, resulta cómicamente preocupante, por ejemplo, la sorpresa y enfado de Javier Milei al comprobar que, al desregularizar la economía argentina, las empresas y personas no se comportan como las teorías neoliberales y neoclásicas vaticinaban. Igual ocurrió con Theresa May en 2019, cuya fe en inventos teóricos no demostrados (en este caso, en la astutamente denominada Ley de Laffer) provocó una enorme salida de capitales de Reino Unido, lo cual acabó con su dimisión como primera ministra.

Otra forma en cómo nos afectan la economía neoclásica es a través de las personas a las que se ha educado bajo este paradigma. La economía experimental (otro intento de imitar a la física, concretamente a la física experimental) ha encontrado que cuando se hacen experimentos con estudiantes para estudiar la solidaridad, la capacidad de cooperación o la tolerancia ante la desigualdad, el alumnado de economía es siempre el más egoísta, el que menos coopera, y el que más acepta y justifica las desigualdades (¿a quién podría extrañar esos resultados tras ver las teorías que subyacen en los temarios que estudian?). Bien, ahora cojamos a todas esas personas y pongámoslas trabajar en empresas, gobiernos y a vivir en sociedad.

Por fortuna, no todo el mundo estudia economía (neoclásica); por fortuna, existen profesores que intentan mostrarles a sus alumnos que no es cierto todo lo que la economía neoclásica establece como dogma; y, por fortuna, existen economistas inquietos que deciden pensar fuera de la caja.

Referencias

  1. En economía neoclásica se suele emplear el concepto utilidad, que, en realidad, es una especie de alusión al bienestar. A mayor utilidad, mayor bienestar.
  2. A este respecto, se puede consultar el capítulo titulado La pérdida de rigor de los manuales y el desprestigio de la profesión de economista, recogido en la obra La economía en evolución de José Manuel Naredo.
  3. Para la ortodoxia dominante el egoísmo humano es el lubricante del mecanismo económico. Bernard Mandeville (1670-1733) argumentaba en La Fábula de las abejas que en economía los vicios privados se convierten en virtudes colectivas. Esta paradójica creencia está en la base de la «mano invisible» de Adam Smith (1723-1790) o el concepto «orden espontáneo» de Friedrich von Hayek (1899-1992).
  4. La racionalidad instrumental es una modalidad de pensamiento pragmático que prioriza el criterio de utilidad de la acción y que convierte las realidades con las que trata en objetos, en instrumentos para un fin.

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