Por Marta Buces
Tsipras lo ha vuelto a hacer. Se ha consolidado de nuevo en otro alarde de democracia y le ha vuelto a salir bien. Primero fueron unas elecciones generales en enero, más tarde un referéndum en julio y, por último, otras elecciones este domingo. Estas últimas convocadas junto a su dimisión como Primer Ministro tras aceptar el tercer rescate griego que traía consigo un paquete de reformas a cumplir a cambio de 86.000 millones de euros. Esta vez, sin embargo, la victoria no iba acompañada de Yanis Varoufakis, quien apoyaba las listas de Unidad Popular. El nuevo partido, surgido de la escisión de quienes formaban parte de Syriza pero se declaraban en contra del tercer rescate aceptado en agosto por el Primer Ministro, no ha obtenido tan buenos resultados. A pesar del apoyo del ex ministro de finanzas griego más conocido fuera de las fronteras de su país, los electores han decidido que no formen parte del parlamento con una cifra inferior al 3% de los votos.
Pero Yanis Varoufakis no habla de malas relaciones con Tsipras. “Debemos permanecer juntos para mantener viva la esperanza. Y debemos darnos cuenta de que no hay buenas decisiones en esta situación. En momentos como este, cada decisión es correcta e incorrecta al mismo tiempo. El primer ministro está en lo correcto queriendo quedarse en el poder y seguir luchando, pero, por otra parte, yo estaba en lo correcto decidiendo renunciar”.
Los sondeos en el referéndum del 5 de julio abogaban por un estrecho margen entre el “oxi” y el “nai”, pero la diferencia resultó ser de más de 20 puntos. Esta vez, la ligera ventaja vaticinada por las encuestas se convirtió en una diferencia de un 18% de votos entre Syriza y Nueva Democracia, el siguiente partido más votado, que se traduce en 20 escaños. Sumando los 50 que adquiere en Grecia el partido que ha obtenido mayor número de votos, Syriza alcanza los 145 diputados, 4 menos que hace 8 meses.
Jeroen Dijsselbloem, Presidente del Eurogrupo, felicitó a Tsipras por su nueva victoria pero advirtió que la formación de gobierno debía ser rápida. Y es que no podemos olvidar que de plazo hay un mes y como condición 30 medidas que aprobar.
De esta manera, Syriza vuelve a la presidencia griega con la seguridad de que los ciudadanos la han elegido de nuevo aunque la abstención ha rozado el 45%. Quizá los griegos han ido a las urnas con menos ánimo que hace 8 meses (cuando la llegada al poder de jóvenes que se plantaban ante las instituciones europeas para decir “no” a las medidas de austeridad parecía un desafío emocionante), pero aún con esperanza, con la creencia en ese hombre que, si bien no ha impedido un tercer rescate, ha peleado por evitarlo.
¿Pero qué nos depara esta vez Syriza? Tsipras no ha hecho más que afianzar un argumento de legitimación que podría usar contra Europa: cuento con el apoyo de Grecia por tercera vez consecutiva. Entre el referéndum (y a pesar de éste) y las elecciones anticipadas se produjo una flojera de piernas momentánea de Alexis Tsipras que culminó en un tercer rescate. Aun así, parece que los electores valoran más la intención que el resultado, más el desafío que la rendición.
¿Tsipras aceptó el tercer rescate cediendo a la presión política y mediática? ¿O pensó que llegados a ese punto la alternativa era mucho peor? ¿O seguía jugando el Primer Ministro griego a ese tira y afloja con pelotas en dos tejados cuyo modo de juego a veces se nos escapa?
Lo que quizá sea más probable es que, después de unas cuentas falseadas, un país al límite de la suspensión de pagos, intervenciones europeas, dos rescates, elecciones, semanas de negociaciones, negativas y tensión, amenazas o advertencias, dimisiones, anuncios de falsos grexit, convocatoria de referéndum, tercer rescate, escisión y elecciones anticipadas, no nos equivoquemos al afirmar que los acontecimientos no dejarán de producirse.
Sobre todo porque Alexis Tsipras ha vuelto a ganar, pero aún no lleva corbata.