AVISO SPOILER: El siguiente artículo contiene spoilers del anime Beastars.
Tras analizar el encaje entre las inclinaciones estéticas individuales y la tendencia normalizadora social con Utena, es el momento de hablar de otro tipo de elecciones: las de naturaleza moral.
Hay, al fin y al cabo, una serie de valores y creencias detrás tanto de las decisiones individuales como de las normas de convivencia o los usos y costumbres básicos de una sociedad. Será de la creación de las primeras y su relación y encaje con las segundas de las que nos ocuparemos aquí.
Para hablar de tal tema, profundicemos un poco en el anime escogido para ello, Beastars.
Las virtudes de un anime para nada mediocre
Creación original de la autora e ilustradora Paru Itagaki, cuya obra sigue abierta a día de hoy desde su comienzo en 2016, el anime de Beastars comenzó su andadura con una primera temporada emitida el pasado 2019, y está también pendiente de continuación (se habla de una segunda temporada para 2021).
Animada por el estudio Orange, ha sido emitida por todo el mundo vía Netflix. Su formato en CGI, lejos de ser malo, puede que aleje a los más puristas pese a su remarcable y delicioso opening en stop-motion; esto, sin embargo, es redimida de sobra por su contenido.
Y no es porque la serie cuente con un argumento excesivamente complejo o profundo. En sí, es un drama escolar con pequeños arcos que se mueven en base a situaciones desencadenantes y que van conectando entre sí conforme se suceden. Nada fuera de lo normal, vamos.
No quita a que haya, por ejemplo, ciertas reflexiones de interés acerca de la segregación, el abuso y los equilibrios de poder entre grupos sociales, pero nada muy ambicioso.
Hay, eso sí, dos puntos fuertes en la serie, sus grandes virtudes: por un lado, el establecimiento de su mundo, en que animales antropomórficos tanto herbívoros como carnívoros deben convivir bajo una única sociedad, a pesar de sus obvias diferencias y sus relaciones a menudo conflictivas; y por otro, el seguimiento que se hace a la psique de los personajes principales, y su evolución.
Y es que, aunque las situaciones puedan carecer de genuina originalidad, pues son en su mayoría lugares comunes que encontramos también en otras historias similares, la forma de la serie de narrarlas, tan apegada a sus personajes y desarrollando con tanta delicadeza su proceso de toma de decisiones, su forma de construirse a sí mismos, es lo que la dota de su encanto. Hace que sea fácil empatizar con ellos, conectar con su forma de ser y de ver el mundo, y es precisamente esa virtud no sólo la que salva la serie y la hace en cierta manera memorable, sino también lo que la hace idonea para hablar de la génesis moral del individuo y su relación con el entorno social.
Echemos, pues, un vistazo a los cuatro personajes principales, y lo que ellos puedan decirnos acerca de todo esto.
Cuatro acercamientos a la moralidad en Beastars
Legoshi
Legoshi, el protagonista de la historia, es un lobo gris. Como gran carnívoro, es un ser dotado de una considerable fuerza, y de unos instintos de depredación y dominación muy agudos; en cierta manera, su naturaleza básica lo llama a usar esa fuerza y esa violencia intrínsecas a él como forma de imponerse a los demás y usarlos para sus fines.
Sin embargo, debido a que ha aceptado plenamente desde la razón la norma básica que rige su sociedad acerca de ver a los otros animales, tanto carnívoros como hervívoros, como iguales en valor y dignidad a él mismo, ha tomado la decisión de reprimir por completo, hasta anular, esa naturaleza original: trata en todo momento de usar la palabra en vez de la fuerza, incluso cuando otros ejercen violencia sobre él, y se relaciona con sus compañeros sin hacer distinciones, tratando de pasar desapercibido y sin que grandes atenciones caigan sobre él.
Esto, en cierta manera, le convierte en un ser torturado por el conflicto interno entre sus instintos y sus convicciones morales, pero a lo largo de la serie se dará cuenta de que mantenerse fiel a sus principios le llevará a obtener parabienes que jamás habría esperado.
En él podemos ver cómo, a través del proceso de crecimiento personal, y por aceptación de una premisa social que encuentra razonable y buena, se puede domeñar una naturaleza que se desvela como indeseable para la forma de relación que se quiere tener con los otros.
Ahora bien, Legoshi no intenta en ningún momento ser ejemplo para nadie, ni trata con su acción de cambiar las relaciones sociales dadas: su moral es estrictamente algo personal, una convicción interior que solo a él atañe.
Louis
Louis es un ciervo rojo, y el estudiante más famoso e importante de la academia Cherryton, a la que asisten todos los personajes principales.
Como herbívoro, su naturaleza es mansa, y carece de la fuerza para subyugar a otros; sorprendentemente, su conducta aristocrática y su porte altanero le ganan el respeto tanto de herbívoros como de carnívoros.
Todo esto es en realidad una fachada creada por el propio Louis, que se sabe impotente pero actúa de manera soberbia para manipular a los demás y engrandecerse en su propia mascarada. Todo, con tal de convertirse en una figura ejemplar que conquiste la igualdad real para los herbívoros por probarse tan capaz y poderoso como los carnívoros.
Tan torturado como Legoshi, el peligroso juego en el que ha convertido su propia existencia le granjeará muchos odios, y descubrirá que para conseguir su objetivo hace falta mucho más que un símbolo.
Como Legoshi, Louis rechaza una naturaleza interna que encuentra indeseable; no lo hace, empero, por ninguna clase de convicción moral de tipo personal, sino como una forma de afectar a la moral social y servir como instrumento de cambio, de transformación.
En su caso, la oposición a los usos y costumbres dados le lleva a censurarse a sí mismo y a reinventarse por completo, en la esperanza de guiar a otros por el mismo camino y alterar las formas de relación.
Haru
Haru es una coneja enana, y el objeto de afecto tanto de Legoshi como de Louis.
Su naturaleza, la de un animal extremadamente pequeño y débil incluso para los estándares de los herbívoros, la ha hecho objeto de piedad y conmiseración durante toda su vida.
Sintiéndose vejada por ello, y buscando validarse a sí misma, descubre que durante los encuentros sexuales se siente tratada como una igual, y puede librarse de esa sensación de inferioridad para mirar directamente a los ojos a su pareja, y ser aceptada tal cual es. Esto la lleva a una vida de promiscuidad sexual que le granjea muy mala fama y la convierte en blanco de abusos; ella, sin embargo, lo ve como una forma de reafirmarse a sí misma, y no duda en quebrantar un tabú social que considera injusto con tal de seguir siendo quien es y tener al menos una forma de relación con los demás en que no sea el extremo más débil.
Al contrario que Legoshi o Louis, para quienes sus naturalezas esenciales resultan inconvenientes, Haru abraza su forma de ser, con la que no tiene ningún problema, y la reivindica como algo deseable para ella, bueno.
Sin embargo, los estándares sociales la relegan, precisamente por ser como es, a un lugar que no le satisface en lo absoluto. En su búsqueda de un encaje justo, pasa por violar el tabú sexual como forma de igualarse a otros y ser plenamente aceptada.
Con ello no busca, como Louis, cambiar las formas de relación dadas: es algo que solo le atañe a ella como individuo, y hará exclusivamente suyos los conflictos que se deriven de ello.
Juno
Juno, también una loba gris, está enamorada de Legoshi y, a pesar de ser muy sociable, entiende como naturales las diferencias entre herbívoros y carnívoros.
Aunque posee una fuerza notable, su naturaleza es esencialmente racional, y no tiene el problema de Legoshi de convivir con sus instintos; ella se acepta totalmente como es.
También acepta el mundo tal cual es, un espejismo de igualdad todavía por conseguir en el que los carnívoros aún conservan ciertos privilegios y tutelan y tratan de manera desigual a los herbívoros.
Para Juno esto es algo totalmente lógico, y tratará de usar sus dotes manipulativas para elevar a un reacio Legoshi, que no casa para nada con esa forma de pensar, como una figura que eclipse a Louis y aniquile su intento de revolución, para dejar las cosas como siempre estuvieron.
Ella es, por tanto, la imagen de una persona satisfecha tanto con ella misma como con el modelo social imperante. Acepta lo que es, lo que hay, como bueno, y lo usa como vara de medir absoluta.
¿Qué podemos extraer de estos cuatro personajes, sus semejanzas y diferencias? Veamos.
Dos naturalezas, tres elecciones, y las razones tras ello
No es de extrañar que las dos series para escogidas para esta tanda de artículos tengan un transfondo estudiantil, en esa época pubescente de transición entre la infancia y la adultez plena.
Es ahí, al fin y al cabo, donde se configuran las partes esenciales del individuo, y donde comienza también su relación plena, responsable y compleja consigo mismo, con los demás y con el mundo.
Antes de esto, durante la infancia, uno comienza a conocerse y a saber lo que en él es normal; llamaremos a esta primera naturaleza premoral “talante”.
Durante la adolescencia es cuando se forma la segunda naturaleza, ya totalmente moral: el “carácter”.
Ambos pueden coincidir, si el individuo valora de alguna manera que su talante es útil y válido, o diferir enormemente si lo juzga inconveniente y se esfuerza por forjarse una segunda naturaleza más acorde a lo que entiende que es bueno.
En la serie, Haru y Juno aceptan su talante y lo convierten en su carácter, mientras que Legoshi y Louis lo ven como algo indeseable y forjan un carácter nuevo en base a valores que juzgan como buenos.
El entorno juega en esta etapa un valor también preponderante. Al mismo tiempo que el niño profundiza en su autoconocimiento, lo hace también en el conocimiento del tejido social en el que está inmerso, sus usos, sus costumbres y sus valores normativos.
Son estos mismos valores los que se revelan como cruciales en la etapa de tránsito: durante la forja del carácter, muchas veces se tomarán dichos elementos y, por aceptación u oposición, servirán de piedra de toque para su construcción definitiva.
Legoshi y Juno aceptan ciertos postulados morales de su sociedad (aunque cada uno elige un derrotero bien distinto) y los usan como veleta moral para su carácter, mientras que Louis y Haru no ven encaje en ello y tratan, cada uno a su manera, de alterarlos para poder insertarse a sí mismos.
Por último, habría que ponderar el peso de los otros en el panorama moral del individuo. Para muchos, la moral es algo personal que ha de llevarles a una vida virtuosa y correcta y a una buena relación con los demás y con el entorno, pero que no se extiende más allá de ellos; para otros, sin embargo, la moralidad pasa necesariamente por incluir a los demás en el proceso, y conduce a un activismo en pos de conservar o alterar la norma social para que encaje con los valores morales que se han abrazado como buenos.
Legoshi y Haru estarían en el primer grupo, mientras Louis y Juno estarían en el segundo.
Podríamos condensar pues que el carácter definitivo de una persona es la síntesis entre lo que ha aceptado o rechazado tanto de su propia naturaleza como de la de su entorno, en base a las razones que encuentra en sí mismo y en dicho entorno, y la preponderancia que en todo ello tenga la alteridad.
De esta triple confrontación es de donde se forja el motor moral que moverá la acción y la toma de decisiones del individuo.
Tener esto en mente es siempre una herramienta útil a la hora tanto de deconstruirse a uno mismo como de ejercer una crítica consciente a aquellos valores morales sobre los que se cimenta la sociedad.
Falta, sin embargo, lo más importante: ¿qué criterios han de seguirse a la hora de aceptar o rechazar un rasgo del talante o del corpus de valores sociales? A partir de aquí es cuando el tema se vuelve cenagoso, por haberse estipulado múltiples respuestas a esto.
Sin embargo, ahí radica el quid de la cuestión, al fin y al cabo: en las razones tras las elecciones que configuran tanto la moral individual como el marco de referencia social en que se inscribe.
Desde mi prisma personal, siguiendo la manera kantiana de encarar el tema que me parece la más cabal, no puedo sino empatizar con Legoshi.
Creo que es él, al fin y al cabo, quien da con la clave, al construirse a sí mismo entorno al concepto de que los otros son esencialmente igual de merecedores de respeto y dignidad que él mismo.
Pensar en el otro, en la repercusión de nuestra acción para con él, en sus reacciones y sentimientos, como si él fuese yo mismo, es al final la mejor brújula moral posible.
Puedo entender las luchas de Louis y Haru, y son personajes cuya angustia puedo compartir, pues a nadie le gusta sentirse tratado como menos de lo que siente que es, pero no acabo de compartir que para afianzarse a sí mismos hayan de hacer uso de otros.
Por su parte, Juno me provoca un gran rechazo en su forma de aceptar el statu quo por verse beneficiada por él, sin tener en cuenta en sus cómputos morales a quienes ella ve como distintos.
Al final, creo que son aquellos valores que otorgan la misma dignidad (y, por supuesto, la misma responsabilidad moral) a todo individuo los más sólidos: ésa es la razón tras mi carácter, y lo que busco que prime más en mi entorno inmediato.
Sin embargo, y como dije, hay muchas formas de encarar el asunto, casi tantas como pensadores y corrientes filosóficas han habido a lo largo de la historia.
Lo que en ningún caso cambia es ese proceso de generación moral que el individuo se da a sí mismo y que guiará su búsqueda de encaje, o de cambio, en el seno social; considero, por tanto, que puede ser un ejercicio útil el que el lector se compare con los cuatro personajes dados en este artículo, y se pregunte acerca de la génesis de sus valores morales, las razones tras las elecciones que le llevaron a ellos, y la conveniencia de todo ello.
La autocrítica, al fin y al cabo, conduce a la perfección tanto de uno mismo como de su entorno.