La semana pasada pudo leerse aquí un editorial que más que nunca, era toda una declaración de intenciones con respecto al día en que se publicaba. Un 8 de Marzo que está recibiendo la denominación de “histórico” y que ojalá lo sea, más por el antes y después que debe suponer, que por la mitificación icónica de un día en que hasta los detractores del fenómeno se pusieron el lazo morado.
Como pudieron leer, mis compañeros me ofrecieron este espacio, y como también se explicaba, yo lo decliné. Quizás, ese ha sido para mí el mayor logro conceptual de este 8 de Marzo; la permuta del feminismo por el “mujerismo”. No olvidemos que venimos de una tradición, endeble pero con cierto arraigo, de convertir este día en una especie de mimo a la mujer, de regalar flores y felicitar a toda fémina que se cruzase en el camino ¿por qué? ¿por tener ovarios? ¿y las mujeres que no los tengan? ¿se pensaba que con las flores se nos compensaban las discriminaciones, opresiones y barreras a las que nos enfrentamos constantemente? Esta última cuestión, además de hiriente, era quizás el eje de todo; instrumentalizar el día con crítica y no con buenismo.
Convertir el día de la mujer en un día de ausencia de la misma era quizás la paradoja suprema: visibilizar la situación invisibilizándonos nosotras.
Las mujeres que no pudieron hicieron huelga
Por supuesto, no todas las mujeres pudieron hacer huelga; también las hubo que no quisieron.
Con las primeras, toda la solidaridad del mundo. En nuestra sociedad aún los derechos sociales y laborales constituyen un privilegio, y aunque es románticamente fascinante la idea de un mundo desatendido por la población femenina, no siempre es posible o realista. Por eso hice huelga, como en el juego del escondite: “Por mí y por todas mis compañeras”. La hice porque tuve la suerte de poder hacerla, y porque incluso con un gesto tan simple como el de declinar este editorial, tenía la tranquilidad de que mis compañeros, maravillosos hombres feministas, cubrirían mi ausencia con crítica y coherencia.
Las mujeres que no quisieron hacer huelga
Con las mujeres que no hicieron huelga porque no quisieron, mi solidaridad podría ser aún mayor, y dejen que me explique antes de lanzarme hortalizas putrefactas.
No es que pretenda convertirme en una de esas personas de las que se burlaba Pasolini en su discurso póstumo. No está en mi ánimo irle diciendo a las personas que no saben que tienen derechos que los tienen, ni luchar encarnizadamente por las personas que renuncian a sus derechos, ni siquiera considerar que entre clase opresora y clase oprimida la infelicidad es exclusiva de la segunda clase.
Pero sí es cierto que cada vez que una mujer dice abiertamente que no ha tenido ningún problema o que jamás ha sufrido discriminación, se me despiertan una suerte de sentimientos encontrados; incredulidad, compasión, pena… Me cuesta creer que cualquier mujer, de cualquier clase social y hemisferio terrestre, no haya sentido miedo por volver a casa sola, miedo porque que te robaran es lo mejor que te pudiera pasar, miedo en definitiva, por ser mujer. Hasta las mujeres de clases más acomodadas dedican más tiempo a los cuidados que los hombres de su estatus, por subcontratadas que puedan tener ciertas tareas. Hasta las hijas de los banqueros y empresarios que heredan imperios del IBEX-35 ven cuestionada su valía y juzgado su estilismo. Incluso políticas que rehúyen del feminismo, logran buenos resultados electorales y luego se ven desplazadas en las negociaciones de gobierno.
Estas mujeres, que consideran que la causa feminista no es la suya, también son objeto de discriminaciones, y tal vez yo sí sea una de esas absurdas personas de las que habló Pasolini, porque también me manifesté por ellas, aunque no lo valoren, ni lo sepan, ni les importe.
¿La vida tras el 8 de Marzo? Quien sabe… Más allá de los lacitos morados de quita y pon, me gustaría pensar que de verdad se han despertado conciencias, conciencias de personas que no quieren seguir viviendo en una sociedad estructurada en la desigualdad, en el miedo, en la violencia material y simbólica que se nutre de la complicidad del rebaño y se manifiesta en la brutalidad de ciertas manadas.
El papel de los hombres en la lucha feminista
¿Y los hombres? Bien, gracias por preguntar. Ahora se enfrentan a una decisión que admito, no es fácil. Gabilondo pronosticaba en una de sus columnas que a partir del señalado día, se acabarían las medias tintas; habría que elegir donde posicionarse, añadiendo que él pensaba emprender el no fácil camino del feminismo.
Si les sirve, tengo amigos que ya lo han hecho, y es en mi relación con ellos en la que veo la posibilidad de otra sociedad mejor, más fluida, más cómoda, porque sí, les aseguro que la igualdad proporciona mucha calma.
La importancia del 8 de marzo de 2018
Si el #8M de 2018 ha sido histórico lo dirá el tiempo. Si esta nueva Ola Feminista será capaz de acoger todas las diversidades femeninas, lo dirá el trabajo. Si el heteropatriarcado es el mal endémico de la sociedad, no esperaremos a que lo diga la RAE. Si el nuevo enfoque del #8M ha sido un éxito, lo decían los rostros de la gente que llenaba las manifestaciones.
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