Después de tantos años podemos decir que Barack Obama no ha sido un político al uso. En opinión de algunos autores, ha sido la figura que ha devuelto a la oratoria política americana el prestigio que había perdido hace algún tiempo (probablemente desde Bill Clinton).
Resulta así que, desde su aparición mediática en la Convención Nacional Demócrata de 2004, pasando por el mítico ‘Yes we can’, Obama nos ha regalado momentos inolvidables tras sus dos mandatos consecutivos como Presidente de la principal potencia del mundo. Sus apariciones informales, la devoción por su familia y, sobre todo, sus discursos cargados de emoción, han sido algunos de los factores con los que el carismático líder ha captado la atención mediática.
Ayer pronunció su último discurso como Presidente. A partir de este momento, expresa el líder, “no va a parar y va a seguir está cerca del ciudadano, como otro ciudadano más, por todos los días que le quedan”. Merece la pena analizar este discurso de despedida que, en gran medida, resume un estilo discursivo presidencial inolvidable.
En unas horas bajas para los demócratas, Barack Obama acudió a Chicago, lugar en el que aceptó hace 8 años al máximo cargo, para arengar a los suyos con un discurso que arrancó con un storytelling personal en su periplo por la ‘ciudad del viento’ cuando era un veinteañero.
Por aquel entonces, cuando todo eran dudas, descubrió que era la gente común la que tenía en sus manos la capacidad del cambio. Así afirmó que sigue siendo y que “Nosotros, el pueblo” (inicio del Preámbulo de la Constitución Americana) “tenemos derechos inalienables en torno a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad” por el hecho de haber nacido iguales. Esta sería la idea central del comienzo del discurso.
También puso su atención en el momento actual y en la victoria de Donald Trump en las elecciones pasadas. Frente los abucheos del público al escuchar este nombre, Obama hizo de estadista y reconoció que su función no era otra que la de favorecer una transición lo más pacífica posible (tal y como hizo George W. Bush con él) por el bien de la nación.
Sin embargo, esta apariencia de fair play vendría acompañada poco después de la presentación de la estructura del desarrollo de su discurso, en la que hablaría del estado en el que se encuentra la democracia americana y las amenazas que ha de afrontar la misma.
No es ni nuevo ni casual que se encuadre a Donald Trump con la amenaza democrática. La teoría del framing fue planteada en un principio por Gregory Bateson (1972) y posteriormente redefinida en un plano social más amplio por Ervin Goffman (1974), y juega precisamente con eso, con manipular la conciencia del público a partir del diseño de esquemas argumentales específicos.
El desarrollo del discurso, en el que se hablaban de las amenazas democráticas, fue planteado en positivo, ofreciendo soluciones en torno a: las oportunidades (espacio retórico clave en la sociedad americana, según Frank Luntz) en la economía americana; un intenso bloque dedicado a la inmigración, la cuestión racial y el reconocimiento de las minorías; la marginación de las opiniones demagogas y el refuerzo del papel de la innovación en áreas clave como el cambio climático o la seguridad estadounidense; y la mejora de la participación política acompañada de una conciencia cívica activa.
En la conclusión del discurso, continuamente interrumpida por las ovaciones del auditorio, puso su foco en agradecimientos concretos: a su esposa, Michelle (momento más emotivo del discurso, en el que el propio Barack Obama no pudo contener las lágrimas); a sus hijas, Malia y Sasha; al Vicepresidente Joe Biden y su esposa, Jill Biden; a su equipo que le ha acompañado durante todos estos años; y a todos los organizadores que han participado activamente en el cambio.
De esta manera Barack Obama culmina un periodo con un discurso cargado de referencias históricas, hitos de su gestión, mitos de la sociedad americana y bellísimas metáforas, tal y como hizo en otros anteriores.
A pesar de la misiva “Four more years” que rugía el público del McCormick Place de Chicago, Obama reconoció que su mandato llegaba a su fin, pero terminó pidiendo a la sociedad americana que siguiese creyendo en el cambio, pronunciando como colofón el inmortal “Yes we can” con el que empezó su era presidencial.
Después de tantos años podemos decir que Barack Obama no ha sido un político al uso. En opinión de algunos autores, ha sido la figura que ha devuelto a la oratoria política americana el prestigio que había perdido hace algún tiempo (probablemente desde Bill Clinton).
Resulta así que, desde su aparición mediática en la Convención Nacional Demócrata de 2004, pasando por el mítico ‘Yes we can’, Obama nos ha regalado momentos inolvidables tras sus dos mandatos consecutivos como Presidente de la principal potencia del mundo. Sus apariciones informales, la devoción por su familia y, sobre todo, sus discursos cargados de emoción, han sido algunos de los factores con los que el carismático líder ha captado la atención mediática.
Ayer pronunció su último discurso como Presidente. A partir de este momento, expresa el líder, “no va a parar y va a seguir está cerca del ciudadano, como otro ciudadano más, por todos los días que le quedan”. Merece la pena analizar este discurso de despedida que, en gran medida, resume un estilo discursivo presidencial inolvidable.
En unas horas bajas para los demócratas, Barack Obama acudió a Chicago, lugar en el que aceptó hace 8 años al máximo cargo, para arengar a los suyos con un discurso que arrancó con un storytelling personal en su periplo por la ‘ciudad del viento’ cuando era un veinteañero.
Por aquel entonces, cuando todo eran dudas, descubrió que era la gente común la que tenía en sus manos la capacidad del cambio. Así afirmó que sigue siendo y que “Nosotros, el pueblo” (inicio del Preámbulo de la Constitución Americana) “tenemos derechos inalienables en torno a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad” por el hecho de haber nacido iguales. Esta sería la idea central del comienzo del discurso.
También puso su atención en el momento actual y en la victoria de Donald Trump en las elecciones pasadas. Frente los abucheos del público al escuchar este nombre, Obama hizo de estadista y reconoció que su función no era otra que la de favorecer una transición lo más pacífica posible (tal y como hizo George W. Bush con él) por el bien de la nación.
Sin embargo, esta apariencia de fair play vendría acompañada poco después de la presentación de la estructura del desarrollo de su discurso, en la que hablaría del estado en el que se encuentra la democracia americana y las amenazas que ha de afrontar la misma.
No es ni nuevo ni casual que se encuadre a Donald Trump con la amenaza democrática. La teoría del framing fue planteada en un principio por Gregory Bateson (1972) y posteriormente redefinida en un plano social más amplio por Erwin Goffman (1974), y juega precisamente con eso, con manipular la conciencia del público a partir del diseño de esquemas argumentales específicos.
El desarrollo del discurso, en el que se hablaban de las amenazas democráticas, fue planteado en positivo, ofreciendo soluciones en torno a: las oportunidades (espacio retórico clave en la sociedad americana, según Frank Luntz) en la economía americana; un intenso bloque dedicado a la inmigración, la cuestión racial y el reconocimiento de las minorías; la marginación de las opiniones demagogas y el refuerzo del papel de la innovación en áreas clave como el cambio climático o la seguridad estadounidense; y la mejora de la participación política acompañada de una conciencia cívica activa.
En la conclusión del discurso, continuamente interrumpida por las ovaciones del auditorio, puso su foco en agradecimientos concretos: a su esposa, Michelle (momento más emotivo del discurso, en el que el propio Barack Obama no pudo contener las lágrimas); a sus hijas, Malia y Sasha; al Vicepresidente Joe Biden y su esposa, Jill Biden; a su equipo que le ha acompañado durante todos estos años; y a todos los organizadores que han participado activamente en el cambio.
De esta manera Barack Obama culmina un periodo con un discurso cargado de referencias históricas, hitos de su gestión, mitos de la sociedad americana y bellísimas metáforas, tal y como hizo en otros anteriores.
A pesar de la misiva “Four more years” que rugía el público del McCormick Place de Chicago, Obama reconoció que su mandato llegaba a su fin, pero terminó pidiendo a la sociedad americana que siguiese creyendo en el cambio, pronunciando como colofón el inmortal “Yes we can” con el que empezó su era presidencial.