7 de Marzo: El cansancio feminista

Imagen del 8M de 2021

Mañana será nuevamente #8M con todo lo que implica este día de reivindicación de los derechos de las mujeres.

Frente a la euforia de años anteriores, incluidos aquellos en que todo el mundo fue feminista (ya saben, Albert Rivera queriendo liderar el feminismo y todo aquello) personalmente llego a esta jornada muy cansada y puede que bastante harta. Por diversas razones

Hartazgo, pesimismo y cansancio

La mezcla de hartazgo, pesimismo y cansancio genera una amalgama de sensaciones que no es que minen nuestra lucha, pero si la actitud a la hora de encarar la misma. No hablaría de un sentimiento o una sensación tan personal si no llevase semanas, puede que meses, notando que es algo compartido, trasversal, como un denominador común de las conversaciones entorno al feminismo o los derechos de las mujeres.

Resoplar y suspirar se han convertido en nuestros gestos más habituales en estos días, y aunque las mascarillas ayuden a disimular, los ojos cansados de muchas compañeras muestran esto que digo.

Fatiga pandémica feminista

Estamos cansadas por el devenir propio de la vida, por supuesto. También por estos años de pandemia, especialmente duros para las mujeres, la no valorada economía de los cuidados, el trabajo invisible que se ha reinvisibilizado aún más, la conciliación que se ha hecho una trampa letal con el aumento del teletrabajo, la precariedad que siempre nos pega duro y la carga mental que ha echado fuertes raíces en los largos días de encierro.

Las experiencias de las compañeras que han perdido sus empleos se entremezclan con las de las que se han visto obligadas a dejarlos y las de quienes, aun conservando este, hemos tenido que reaprender el desempeño de nuestra labor, enfrentar brechas digitales y no morir en el intento.

Si las mujeres veníamos arrastrando el irreal lastre de ser seres multitarea y polivalentes, la digitalización de espacios laborales, sociales y activistas nos ha exprimido por encima de los límites que creíamos que no se podían rebasar.

Como respuesta a esto tenemos un nuevo mantra: el autocuidado. A priori es buena idea esto de ponernos a nosotras en el centro pero ¿la imposición de auto cuidarnos viene dada por el hecho de que nadie nos va a cuidar?

El desgaste del cuñadismo ilustrado

Esto sería relativamente llevadero si no nos agotase el cuñadismo ilustrado que la ultraderecha engorda a diario. Las cenas navideñas ya no son exclusivamente la fecha crítica, y a diario enfrentamos agresividad verbal, discursiva y conversacional por parte de esas buenas gentes que no son ni machistas ni feministas, pero que ¡sorpresa! Nosotras si sabemos bien que son.

En el cuentakilómetros tenemos ya muchos discursos de políticos que afirman que no pueden ser machistas porque nacieron de una mujer, de twitteros y periodistas que niegan la existencia de la violencia de género banalizando el caso de Rocío Carrasco o preguntando que va a hacer el feminismo por las mujeres afganas, estúpidos chascarrillos comparando a Almudena Grandes con Ntra. Sra. De Atocha y horas de negociaciones para pactos de gobierno que incluyen derogar leyes o minimizar recursos que se encaminen a combatir la desigualdad.

Esta forma de negacionismo machista impulsado por hombres que dejan claro que no nacieron de una seta, más allá de bromas o chistes, es especialmente fatigante. No sólo el hecho de tener que escuchar argumentarios absurdos vacíos de datos y llenos de falacias; hay caras peores de este poliedro. Porque en este estado de cosas, se genera una relación demencial en que las mismas personas que niegan la existencia del patriarcado o las desigualdades estructurales, te piden explicaciones, como si de verdad les fueras a dar el dato definitivo que pudiera hacerles cambiar de opinión. Y claro, parte del feminismo actual se ha basado en la pedagogía, la sensibilización, la visibilización… De modo que allá vamos, de cabeza al callejón sin salida, a exponer datos, teorías y argumentos de todo tipo que jamás convencen a quien no quiere perder privilegios, o tan siquiera pensar que los tiene. Esa gente, que no va a admitir que participa y perpetúa de un sistema opresor no moverá un milímetro sus ideas, pero a ti te agotan y desgastan un poco más cada día.

El purplewashing se está destiñendo

Un fenómeno frecuente en estos días, que también podemos observar entorno al #25N es ese aluvión de llamadas, correos o mensajes de LinkedIn que nos demandan, con más o menos amabilidad, con más o menos insistencia, nuestra aportación, presencia o intervención en actos conmemorativos de la jornada.

Para quienes trabajamos por la igualdad todo el año, o al menos lo intentamos, es extremadamente desagradable verte presionada, en la mayoría de las ocasiones sin retribución económica ninguna, para que salves los muebles de una entidad u organismo que de pronto ha recordado que las mujeres existen y quizás habría que hablar un poco de ellas.

Pese a todo, decir “no” es un aprendizaje que algunas estamos llevando a cabo desde hace tiempo. Convendría aquí dejar claro aquello de que no es no y sólo sí es sí, pero en este caso, si no puedes participar, tranquila, no pasa nada, siempre que les soluciones tú la papeleta recomendando a otra persona que te sustituya. Te lo piden porque claro, todo el mundo sabe que las feministas estáis interconectadas. Ya de paso me permito mencionar la incomodidad añadida de que te quieran obligar a que impliques a una compañera en semejante marrón.

Es lo que tienen “los días señalaitos” que cantaba Raimundo Amador, que nadie quiere quedarse atrás en hacer purplewashing aunque el resto del año las mujeres sigan siendo discriminadas, oprimidas, violentadas e incluso asesinadas.

Por supuesto, este estado mental está muy condicionado por un contexto concreto, pues las compañeras de Nicaragua se quedarían muy cortas hablando de cansancio, mientras que un panorama ilusionante se abre en otros países de América Latina dónde día a día se va consiguiendo la despenalización del aborto.

Y así es como muchas mujeres llegamos a este #8M, hartas, cansadas y radicalmente hasta el papo.

Esto no hará que dejemos de luchar o trabajar, pero quizás esto debería llevarnos a unirnos y apoyarnos más aún, porque quizás más que nunca nos necesitamos.

En un momento en que las teóricas feministas no consiguen determinar si estamos en la cuarta ola feminista o vamos camino de la quinta, sólo la unión puede ayudarnos a surfear el temporal, o incluso a provocar el tsunami necesario para arrasar con tantas cosas.

Como han cantado las Cadiwoman en este carnaval ilegal, la revolución puede ser hoy.

por Mercedes Serrato.

Investigadora en CC. Sociales. Máster en Genero e IGUALDAD. Mediadora. Integradora y Trabajadora Social. Feminista porque no quedaba otro remedio. Lo personal dejará de ser político cuando no suponga discriminación.