Vox no va a gobernar nunca, pero tampoco quiere

La irrupción de VOX es un golpe en la mesa del conservadurismo tradicional y la reacción cultural. La última tentativa de adelantar las elecciones en su territorio fetiche, Andalucía, responde al oportunismo y olfato político del que ha hecho gala desde su irrupción en el panorama nacional. Se trata de una marca que  no pretende gobernar y que ha nacido para ser oposición y no gobierno.

Escrito por Daniel Ruiz Miguel.
 
Primeramente, podemos destacar el papel fundamental del storytelling de Santiago Abascal, en la medida en que, dentro de los líderes políticos, conforma un caso único. Esto es, se trata de un político que ha sido amenazado -así como su familia- por la banda terrorista ETA desde que era muy joven y ha sido víctima de varios atentados y acoso en la universidad por su afinidad política a posiciones derechistas y en las antípodas de la izquierda abertzale.
 
Asimismo, existe un nicho, llamémoslo electoral, que ha dejado huérfano el Partido Popular. Desde el viraje de José María Aznar a principios de los 90 para acercar su partido al centro, la derecha de base tradicionalista y reaccionaria se encuentra ciertamente huérfana de representación política. Esto es un punto que efectivamente VOX como partido ha sabido explotar dando lugar a eslóganes de campaña con los que “vampirizar” votos al PP y a Ciudadanos aludiendo a “la derechita arrodillada”, a propósito de algunos de los temas fundamentales en el espectro político conservador que se han quedado en el tintero o directamente resignados.

El “ADN Vox”

VOX no es un fenómeno extraño. Es solo una escisión del partido conservador con grandes pinceladas de los movimientos obreros, radicalmente alejado de la retórica universitaria que ha asumido la izquierda española, oponiendo un relato claro y una actitud parlamentaria de oposición dura al status quo. Hay mucho de outsider en el relato de VOX, hay una batalla cultural que ha integrado en su razón de ser y que viene a romper los consensos que había asumido el propio partido conservador: Desde el matrimonio homosexual hasta la progresividad impositiva y la redistribución de la riqueza (esto último es la gran batalla ganada de la socialdemocracia en Occidente). Lo cual resulta enormemente efectivo.
 
La estrategia de comunicación de Santiago Abascal, y por ende, de VOX, está estrictamente vinculada a las redes sociales. Se trata del primer partido en seguidores en Instagram en el mes de noviembre de 2021 quintuplicando la cifra de PSOE y PP, y su actividad es mucho más intensa que la del PP, principal competidor para el nicho electoral al que aspira VOX.
 
Con ello, esta estrategia refuerza la idea de cercanía –voluntariado patriótico- que su carácter de fuerza extraparlamentaria supone hasta 2019. Santiago Abascal ha explotado, desde la fundación de su marca, la visceralidad de su mensaje, que apela a los sentimientos. Una suerte de misión y visión de partido, que recoge desde mensajes de la derecha tradicional, hasta problemas de índole social, económica e histórica.

El redentor

El hecho de ser una fuerza extraparlamentaria hasta fecha muy reciente, ha constituido una oportunidad única para reforzar la idea de fuerza genuina, fuertemente conectada a la realidad social de España que ha plasmado en el eslogan de campaña “la España Viva” y posteriormente “la España que madruga” aludiendo a un patriotismo garante de la defensa de los intereses de la sociedad española por encima de los intereses particulares de otros partidos. Una estrategia que se ha demostrado fulgurante a la postre.
 
Asimismo, VOX ha potenciado la credibilidad neutra de su partido, partiendo de la base de que sus competidores cuentan con sendos casos de corrupción a sus espaldas que VOX no tiene por su carácter de fuerza política nueva. El valor de marca genuina enraíza con los héroes históricos de la Historia de España, desprestigiados tradicionalmente por el espectro político de izquierda e ignorados por la derecha tradicional. La incomparecencia de éstos últimos a la hora de reivindicar figuras históricas por complejos con la dictadura, ha dado lugar a una oportunidad de oro para Abascal. Así, explota la figura del Cid Campeador, Don Pelayo, Blas de Lezo, episodios como la Reconquista, y otros de la idiosincrasia nacional tradicional española reivindicándolos y estableciendo una relación entre VOX y los mitos fundacionales.

El Trumpismo cañí

El desprestigio constante de los medios de comunicación como cuarto poder, se ha demostrado como un activo en campaña desde la victoria de Trump. Abascal ha continuado dando un flujo de información controlada a medios que considera menos proclives a desprestigiar su marca. La campaña de vacunación es necesaria en el sentido en que Abascal conoce los temas que los periodistas van a preguntarle. La extrema derecha así se convierte en “extrema necesidad”; la acusación de fascistas, se pone en relación a las prácticas de otros partidos nacionalistas periféricos, poniendo el acento en el carácter identitario y excluyente de los mismos.
 
La estrategia de comunicación de VOX se refuerza con imágenes: La acusación de partido racista se contrarresta con la figura de Ignacio Garriga -negro y catalán-, con relevancia dentro del organigrama del partido. También la de antifeminista, colocando a mujeres de gran notabilidad en primera línea de comunicación -Rocío Monasterio o Macarena Olona-.
 
El target de Abascal es homogéneo. No busca el epicentro político ni ser un partido que aspira a lograr una amplísima mayoría que permita un gobierno en solitario, sino por el contrario, formar una base social de relevancia que pueda ejercer de eje sobre el que pivotar su estrategia política. Esto los lleva a tener un discurso menos proclive a contradicciones, minimizando las fisuras a las que se tienen que enfrentar los partidos hegemónicos a diario.

¿Qué futuro le espera a VOX?

VOX no es un partido bisagra ni un partido que aspire a gobernar. Es inmune a las hemerotecas y a las estrategias de campaña tradicionales.

Se trata de una suerte de grupo de presión hecho partido político que vampirizará al Partido Popular en mayor o menor medida, con más o menos escaños, tanto en el congreso, como en las autonomías, como en los ayuntamiento, pero ha cristalizado en una alternativa “para muy cafeteros” en la órbita del Partido Popular que en su momento Aznar pudo atraer tras convertir AP en lo que hoy conocemos como el principal partido conservador.

VOX ha roto en algo más, que únicamente se diluirá en el momento en que sus líderes pequen, no tanto de corrupción, como de lo que precisamente les ha aupado a ser la tercera fuerza política de este país: la moderación conservadora.

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