Las palabras de Urkullu: Pequeñas naciones en grandes imperios

En el curso de la campaña electoral de las elecciones vascas, el presidente del Gobierno Vasco (lehendakari) en funciones, Íñigo Urkullu, hizo unas interesantes declaraciones sobre su forma de entender el modelo territorial de España para el S. XXI. Preguntado sobre si era independentista, el candidato del PNV respondió con otra pregunta: “¿Es España independiente?” A continuación declaró que su objetivo como nacionalista era tender hacia la “soberanía compartida en Estados compuestos y complejos en una UE compleja. ” Según Urkullu, la globalización y la interdependencia económica han restado soberanía a todos los países. Nuestra pertenencia a la Unión Europea supone ceder competencias a instituciones transnacionales, con lo que de hecho los Estados han perdido poder. Son modelos de soberanía compartida que funcionan con eficacia. Por ello propone para Euskadi y otros territorios un modelo de “soberanía compartida” entre el País Vasco, España y la Unión Europea. ¿Es éste modelo factible? ¿De dónde procede esta propuesta?

¿España es independiente? ¿Irlanda, Portugal o Grecia lo son, cuando han sido intervenidas? Vivimos en un mundo globalizado en el que quizás el concepto de independencia hay que derivarlo a un concepto de soberanía.”.- Íñigo Urkullu

Por una parte, podemos encontrar una justificación de esta forma de entender el modelo territorial en el trilema de Rodrik. Según Rodrik, profesor de la Universidad de Harvard, el mundo actual nos pone ante un triple dilema (“trilema”), fruto del desarrollo de la globalización -entendida como extensión del libre mercado mundial y desaparición de las fronteras comerciales- y la interconexión entre países. Por tanto, tenemos tres elementos: hiperglobalización (desaparición de aranceles y gran interconexión comercial), democracia y Estados nación. El trilema viene que según Rodrik de estas tres opciones solo podemos escoger dos, pues siempre excluyen a la tercera:

  1. a) Hiperglobalización y democracia, sin Estado-nación: es posible mantener sistemas democráticos en contextos amplios con instituciones transnacionales, en un sistema de gobernanza (gobierno multinivel). Para ello habría que renunciar a la soberanía nacional y las fronteras entendidas estatales. El paradigma sería la Unión Europea, un ámbito amplio que asume grandes competencias por encima de los Estados nacionales (Francia, España, Italia…).
  2. b) Hiperglobalización y Estado-nación, sin democracia: es posible integrarse en la economía mundial y mantener las fronteras y órganos de decisión estatales, pero sin que sea factible el control democrático de los mismos. El mejor ejemplo sería China.
  3. c) Democracia y Estado-nación: es posible mantener las instituciones europeas a nivel de Estado-nación, pero sin participar plenamente de los mercados mundiales ya que requieren regulaciones amplias, tratados comerciales, levantamiento de aranceles… en definitiva, el acatamiento de reglas que se deciden desde puntos demasiado lejos para el votante.

Visto ésto, parece que lo que tiene Íñigo Urkullo para Euskadi y para España es la opción a) de nuestro trilema. Ir progresivamente traspasando competencias -y soberanía- del Estado español a la comunidad vasca y a la Unión Europea. De este modo llegaríamos a esa “soberanía compartida” sin procesos rupturistas.

Ahora bien, ¿existen argumentos a favor de esta propuesta? De hecho, sí. El politólogo Josep Maria Colomer, en su libro “Grandes Imperios, Pequeñas Naciones” (Anagrama) analiza cómo hoy día es posible lograr el autogobierno democrático de pequeñas comunidades sin la necesidad de tener “un ejército propio, fronteras ni aduanas, es decir, sin tener un Estado soberano”. ¿Cómo se lograría ésto? La respuesta para Colomer está en articular, precisamente, el autogobierno de pequeñas naciones en grandes imperios.

Según este prisma, hoy día existen unidades territoriales de tamaño imperial que agrupan comunidades humanas con diferentes costumbres, regulaciones, lenguas, etc. Estos “imperios” podrían ser quienes provean bienes públicos uniformes a todas esas comunidades, a la vez que albergan enormes mercados que permiten una economía libre dentro de sus fronteras. Estos bienes públicos serían la defensa, por ejemplo. Ello permitiría a las pequeñas naciones (que para este autor serían las comunidades de ámbito menor que un Estado, como nuestras comunidades autónomas) tener gobiernos democráticos cercanos a la ciudadanía y administraciones adaptadas a estos territorios (por ejemplo hablando la lengua de su población).

Colomer no está de acuerdo con Dani Rodrik en la cuestión de la hiperglobalización, pues dice “no hay “globalización”, sino varias áreas de mercado de tamaño “imperial”.” Se refiere así a las regiones económicas europea, latinoamericana, etc. Sin embargo, llega a conclusiones similares en cuanto a que para mantener la democracia hay que ir desechando los Estados. Según Colomer, los imperios son menos democráticos que los Estados y los Estados peor todavía: son demasiado pequeños para “la seguridad, el comercio y la comunicación y demasiado grandes para el autogobierno democrático”.

Podemos aterrizar este argumento poniéndonos en el caso de la Unión Europea: si la UE tuviera ejército propio y competencias para -democráticamente- regular cuestiones transnacionales dentro de sus fronteras y hacia el exterior con otros imperios (pongamos, MERCOSUR en Latinoamérica o ASEAN en Asia), sería innecesario que los Estados nacionales tuvieran ejércitos “troceados” o que cada uno tomara decisiones que van en contra del conjunto. Sin embargo sí sería valioso que cada comunidad autónoma, región, provincia, länder, departamento, etc de Europa contase con autogobierno democrático y una administración cercana a su población. De este modo sería posible vivir seguros y en paz en “pequeñas naciones” que conviven dentro de “grandes imperios”.

Esta idea es interesante para el debate, toda vez que estamos en ese dilema entre “más Estado” o “menos Estado”. Mientras que unos actores políticos y sociales apuestan por el cosmopolitismo (los marcos estatales frenan las comunicaciones y el comercio), otros reivindican la soberanía nacional (precisamente contra esos poderes de las instituciones internacionales que regulan la vida de la gente desde lejanos despachos). En cualquier caso, las palabras de Íñigo Urkullu pueden servir para que valoremos unas opciones u otras. La controversia está servida.

 

BIBLIOGRAFÍA

-COLOMER, JM., Grandes Imperios, Pequeñas Naciones, Barcelona: Anagrama, 2006.

-RODRIK, D., La Paradoja de la Globalización, Barcelona: Antoni Bosch Ed. 2012.

-EL PAÍS 20/09/2016: “Urkullu: “Es imposible que un Estado se pueda hoy declarar independiente””.