Por Santiago Mayor, desde Buenos Aires
El próximo domingo 22 de noviembre se realizará la segunda vuelta de la elección presidencial argentina. El candidato del oficialismo, Daniel Scioli, se medirá con el conservador Mauricio Macri para ver quién será el sucesor de Cristina Fernández de Kirchner. El resultado puede modificar el equilibrio geopolítico del continente.
Los candidatos y lo que representan
Daniel Scioli es el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, la más importante de Argentina por población y recursos económicos. Mauricio Macri, a su vez, es el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, capital del país y ciudad más rica.
Ambos llegan a esta elección luego de ocho años de gobierno al frente de sus distritos. Scioli representando al gobernante Frente para la Victoria – Partido Justicialista (que preside el país desde hace 12 años) y Macri por el PRO, un nuevo partido de derecha surgido en el año 2003.
El perfil individual de los dos es similar: ambos son empresarios exitosos que provienen del mundo del deporte y a partir de allí hicieron su salto a la política. Además tanto Macri como Scioli representan un giro conservador en la política argentina en relación a los 12 años de gobierno que encabezaron Néstor Kirchner primero y Cristina Fernández luego.
No obstante, los partidos políticos y fuerzas sociales que representa cada uno, son muy diferentes. En las palabras de la politóloga argentina, Mabel Thwaites Rey, “los núcleos duros de apoyo a cada candidato son socialmente antagónicos”.
El Frente para la Victoria como fuerza política, es decir el “kirchnerismo” en términos sociales, es el movimiento que, en Argentina, canalizó la “impugnación al neoliberalismo” que se dio en toda América Latina en los albores del nuevo siglo. Con características particulares, forma parte de los distintos espacios políticos de izquierda y progresistas que -en la mayoría de los casos luego de grandes estallidos sociales- accedieron al gobierno en el continente y desarrollaron políticas de inclusión social y distintos niveles de soberanía respecto al imperialismo norteamericano.
Por su parte, el PRO de Mauricio Macri es también una respuesta a la crisis del neoliberalismo en Latinoamérica. Su salida conservadora, encarnada en una derecha moderna que ha comprendido mejor la realidad de estos países y adaptado su discurso para lograr consensos mayoritarios.
Así como Henrique Capriles en Venezuela o Aecio Neves en Brasil, Macri también ha modificado su discurso y planteado que sostendrá las medidas que el kirchnerismo ha impulsado en lo que respecta a estatización de empresas públicas, planes de inclusión social como la Asignación Universal por Hijo o leyes de ampliación de derechos como el Matrimonio Igualitario.
Poco le importa al dirigente del PRO que, en su momento, tanto él como su partido se hayan opuesto a estas medidas, incluso votando en contra en el propio parlamento. Más aun, en la Ciudad de Buenos Aires donde es gobierno hace dos períodos, ha aplicado políticas de ajuste que, entre otras cosas, han reducido el presupuesto destinado a educación y salud. Asimismo se ha incrementado la población que vive en viviendas precarias o asentamientos y, el dato más alarmante, ha subido la mortalidad infantil, alcanzando los niveles de las regiones más pobres del país.
El sistema político argentino
Por primera vez en su historia las y los argentinos deberán elegir a su próximo presidente en una segunda vuelta electoral. Esto supone toda una novedad para un sistema político fuertemente presidencialista.
La segunda vuelta se llevará a cabo porque, en la elección general, ninguno de los candidatos logró superar el piso de 45% que exige la ley para proclamarse presidente. Otra posibilidad hubiera sido que alguna lista superase el 40% sacándole más de diez puntos de diferencia al segundo. Esto tampoco sucedió por lo que habrá que definir en una nueva elección entre los dos candidatos más votados.
Es importante aclarar que en Argentina la presidencia es un cargo que se vota de manera directa por todos los ciudadanos y ciudadanas. No existe un colegio electoral como en EEUU ni tampoco es el Parlamento quién designa al jefe de Estado. De hecho, si Mauricio Macri resulta ganador, tendrá la segunda minoría en la Cámara de Diputados (cámara baja) y apenas cuatro senadores en la Cámara Alta.
Esta forma de elección ha generado históricamente que la figura presidencial tenga un peso muy importante en la política local. Asimismo la propia legislación argentina habilita al presidente a tener un margen de acción bastante amplio sin necesidad de acordar cada paso con el Congreso.
Como señaló el periodista Federico Dalponte “el artículo 27º de la «Ley de Administración Financiera» establece la prórroga automática del presupuesto del año anterior si el Congreso decide bloquear la aprobación de uno nuevo, mientras que el 37º le permite al presidente modificar el destino de las partidas a discreción”.
Asimismo “el artículo 99º de la Constitución le otorga facultades para dictar normas por necesidad y urgencia, pero también para subir, bajar y hasta deformar impuestos”. Finalmente, el jefe de Estado “tiene la última palabra para el nombramiento de jueces y la primera para la designación de ministros y funcionarios de menor rango, sin mencionar la posibilidad de intervenir provincias cuando el Congreso está en receso”.
La elección argentina en clave regional
Una posible victoria de Mauricio Macri (a esta altura pronosticada por todas las encuestas) supondría un cambio importante en la realidad del continente. Argentina, que es la segunda economía de Sudamérica y la tercera de América Latina detrás de Brasil y México, dejaría de ser parte del bloque de países progresistas para volcarse a los gobiernos alineados con Washington.
En palabras del analista internacional Leandro Morgenfeld, los referentes del PRO en relaciones internacionales “pretenden retomar los tratados de libre comercio (TLC), a través de la Alianza del Pacífico y el Acuerdo Transpacífico y de un TLC del Mercosur con la Unión Europea”.
Diego Guelar, secretario de Relaciones Internacionales del PRO, sostuvo que “la ‘retórica de la integración latinoamericana’ ha dado paso a una nueva realidad que nos permite encarar el desafío de una Zona de libre Comercio consolidada entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico que, además, nos integre a las negociaciones de libre comercio que están teniendo lugar en Asia-Pacífico (con epicentro en EEUU y China), Eurasia (China y Rusia) y el Atlántico (EEUU y la Unión Europea)”.
Asimismo el editorialista de la derecha latinoamericana Andrés Oppenheimer expuso cuál sería la orientación de la política exterior del PRO: “Diego Guelar, secretario de relaciones internacionales del partido de Macri, me dijo que un gobierno de Macri no validaría una elección fraudulenta en Venezuela. Además, buscaría inmediatamente aliarse con Brasil para negociar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea y con el bloque de la Alianza del Pacífico”.
Esto explica porque quienes, como Aecio Neves y Henrique Capriles, ven a Macri como su semejante en Argentina celebraron su buena elección en la primera vuelta y le desearon suerte en la segunda.
Para que no queden dudas, Wikileaks difundió un cable de la Embajada de EEUU en Buenos Aires del año 2006 (cuando Macri ni siquiera era jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires) que lo consideraba un político “suficientemente joven y con suficiente personal para competir en el largo plazo (por la presidencia). Los líderes de la oposición necesitan este tipo de visión a largo plazo para construir a futuro”.
El sueño de Washington puede hacerse realidad el domingo 22 de noviembre. Eso nunca puede ser una buena noticia para los pueblos del mundo.