Aprovechando la triste noticia, para los que somos fans, de que la última película de James Bond –No time to die– ha sido nuevamente pospuesta para finales de año por la pandemia del diablo, se abre de nuevo el debate sobre quién debe ser el/la siguiente protagonista de la saga inspirada en las novelas de Ian Fleming. A pesar del provocador titular, no tendría ningún tipo de problema en que Bond fuese encarnada por una mujer, pero si no rasco vuestras mentes sería casi imposible que clicárais para leer esta chapa. Iremos más allá e intentaremos reflexionar porqué puede ser una ventana de oportunidad la continuidad de un rostro masculino del espía inglés más famoso del cine.
Escrito por Daniel F. Pérez.
James Bond es uno de los iconos prototípicamente masculinos más reconocibles de la historia del cine contemporáneo. Un hombre fuerte, inteligente, elegante, de gustos caros, que conduce coches rápidos, sin miramiento con qué mujer se acuesta o la cantidad de alcohol que bebe, un asesino legal a sueldo de la Reina y del país que defiende. Un hombre frío y calculador que no sangra, que no siente, que no llora y que no padece. Aguarda un momento y repasa todo lo que acabo de decir, esos atributos comunes a los distintos filmes de Bond a lo largo de más de 50 años y 25 películas. ¿De verdad es ese el estilo de mujer que queremos ver en la gran pantalla? ¿No será que Bond es todo aquello que algunos somos y no queremos ser, hombres y mujeres, y que queremos cambiar? Igual sí, igual no. Sinceramente pienso que es una gran simpleza poner el debate solamente en sustituir el último escalafón de la pirámide, sin cambiar el resto de comportamientos, representaciones y estructuras que se ven reflejadas en las películas de James Bond.
Bond no debe ser interpretada por una mujer que sea puesta a dedo o por los intereses comerciales de las productoras, si simplemente va a perpetuar una masculinidad tóxica pero ahora con cara de mujer. ¿Por qué no crear una nueva historia de una agente del MI6? ¿Por qué no dejar que compita en igualdad de condiciones por un nuevo y alternativo rol de agente secreto? ¿Por qué heredar ese pasado de Bond y no ser alguien mejor? Que sea fuerte, valiente, atrevida, inteligente, que viva su sexualidad como le dé la gana, que se ponga lo que le dé la gana, que beba y conduzca lo que le apetezca, que dispare mejor que nadie y que sea la pieza clave de uno de los servicios de inteligencia más potentes del mundo. Pero, que no tenga que vivir en la eterna comparación y polémica. No por miedo a ellas, sino por calar más y mejor lo que queremos transmitir. Por eso, pienso que sería más interesante ver evolucionar a un Bond masculino con las contradicciones de su tiempo como hemos visto con la interpretación de Daniel Craig desde Casino Royale hasta Spectre.
Por primera vez en las veintitantas películas del famoso espía inglés, con Daniel Craig, hemos contemplado a un James Bond vulnerable al amor, atormentado por su pasado, que se cansa, que falla en los disparos, que se retira de su profesión -siendo el sentido de su vida- porque está enamorado de una mujer con una mente más rápida y polivalente que la suya, que le da igual cómo le pongan el Martini, que se involucra emocionalmente más allá de su misión, que está jodido por la traición y la soledad, y que no por ello deja de ser el mejor agente del MI6. Un Bond más humano que nunca, más real. Menos idealizado y más puteado.
El actual Bond responde ante su mentora y directora del servicio secreto exterior inglés, interpretado por una incontestable Judi Dench, y nadie pone en duda su valía ni sabiduría. El Bond de hoy sale en misión con una Moneypenny negra que corre más que él, usa armas más potentes que la suya y tiene contactos en la más altas esferas; cuando tradicionalmente era un personaje secundario que bebía los vientos por lo guapo que era el agente británico. A día de hoy Bond recibe los consejos e inventos de un Q joven, con gafas y granos, sin bata ni bolis explosivos pero con una cabeza preclara y sin nadie que le haga sombra en informática. Un espía que ha evolucionado hasta ser engañado por una agente doble, de la que se enamora y por la que lo deja todo. Un personaje que es solitario y que no expresa sus sentimientos porque nos cuenta que es huérfano, pero que da la vida por quien es su actual familia -el MI6- y que lucha por solucionar su pasado para ser feliz. Un hombre dispuesto a comprender a su enemigo y aliarse con él por un fin mayor. Un Bond que prefiere una cerveza en una playa a un cóctel en un hotel. Un hombre que reconoce tanto sus defectos como sus virtudes y que lucha por cambiar su vida.
Obviamente, sigue teniendo dos mil millones de dejes machistas y tampoco es la panacea del feminismo, pero ¿acaso alguno lo somos? Yo prefiero alguien que se esfuerza en ser mejor a uno que solo da lecciones y que está encantado de conocerse. Algo que aprecio en Bond y en todas las personas, aún más en Twitter. Pero lo mediático influye, crea opinión y puede cambiar patrones de comportamiento. Porque si los hombres vemos que está bien ser más humano, libre y sano y que no por eso dejamos de ser atractivos, se nos acepta y encima seguimos teniendo éxito profesional igual cambiamos de parecer. Porque yo de pequeño quería ser ese hombre ideal prototipo que representaba Bond, pero ahora no. Quiero referentes, mujeres y hombres, que se lo pasen de escándalo, que les exciten tanto una conversación como un orgasmo y que se parezcan más a lo que quiero ser y no a lo que intento dejar de parecerme. Aunque esto cree reticencia y resistencia, sería una gran oportunidad aprovechar el célebre y poderoso tirón de este personaje para dar un giro en el mensaje y contenido de lo que pueden llegar a ser los hombres del siglo XXI.
Por todo ello, pienso que tendría más y mejor impacto un personaje masculino pero alternativo. Un Bond mulato o negro, trans, gay o bisexual, musulmán o ateo, o incluso pelirrojo. Qué más da, mientras sea diferente y sano, avanti. Y que ese Bond respondiese ante mujeres poderosas. Un nuevo Bond recibiendo las órdenes de la Ministra de Defensa y de la Primera Ministra, no de los mismos de siempre. Además, que la innovación secreta de Q estuviese a cargo de una ingeniera y que su antagonista fuese una malvada contrabandista nigeriana. Por ejemplo. Un Bond enamorado de su secretario o secretaria, que cuente cómo se siente y no por ello deje de ser seguro y valiente. Piénsalo, ¿no sería eso más rompedor e impactante que un cambio de cromos gatopardista? Que cambien las cosas, para que nada cambie… Error. Seamos más inteligentes. Eso no es progreso, es ser flojo.
Mi apuesta va en el sentido de aprovechar el trampolín mediático de uno de los referentes masculinos más innegables de la actualidad para demostrar que los hombres somos tan robustos como pasionales. Que estamos más guapos sin coraza, que vivimos el amor y el sexo, la vida y la muerte no de forma canónica sino a nuestra manera. Que también lo dejamos todo por quien amamos, que nos duelen y afectan nuestras emociones tanto o más que a cualquiera. Para demostrar que podemos avanzar hacia nuevas masculinidades y nuevas formas de ver el mundo, menos supremacistas y más humanas.
Se lo dice un fan de James Bond que se dice feminista pero que -manque pese- se sabe machista, no por voluntad sino por reconocimiento del tiempo y contexto en el que ha crecido. Que lucha por romper todos esos hábitos tóxicos y arcaicos que sigue teniendo. Que desea tener referentes alternativos. Que cree que el futuro tiene que tener voz y rostro de mujer y que pondrá su hombro para que suceda lo antes posible. Uno que reconoce sus defectos, pero que disfruta transformándolos. Uno que cree que Bond no debe ser mujer, si es a cualquier precio.