Mi mente retorcida siempre ha tenido un batallón de neuronas dispuestas a juzgar la estética y los significados. Un pequeño diseñador gráfico que, por herencia familiar, me avisa cuando algo no cuadra. Tipografías inconexas, colores mal compensados, logotipos que nada tienen que ver con su marca, etc. Estos días he captado algo, cuanto menos curioso, en las campañas electorales para las elecciones del 10-N: casi todos los partidos llevan un corazón en su logo.
Ciudadanos sacó hace tiempo su corazón euro-catalo-español mostrando unidad y amor a todos por igual al estilo Better Together de los unionistas británicos, banderolas, camisetas, mucho merchan con un logo que cobró fuerza y que hoy sigue muy presente en campaña. La constante evolución de la gaviota del Partido Popular, esta vez trasmutando sus alas en los dos ventrículos de un corazón con los colores de la bandera española posada o sobrevolando las siglas del PP…quién se acuerda de aquel logo de la robusta encina con la copa en todos los tonos de azul, triangulada a lo Okuda, el árbol ibérico por excelencia, de raíces profundas y…pobre creativo, la idea no era tan mala…estoy desvariando, vuelvo a los corazones.
El logo de Unidas Podemos ya cambió en 2016 con la convergencia con Izquierda Unida para lograr juntos lo que no pudo ser por separado, no obstante, en esta ocasión, el corazón es el protagonista de la marca, a la izquierda del nombre, bien grande y repasando el contorno tres veces y una de las líneas, la del medio, está incompleta. ¿Asomando la necesidad de otra fuerza para completar el corazón? Finalmente para esta campaña y la anterior el PSOE se suma a la moda de los corazones que, junto al lema “Ahora sí”, coloca el suyo a modo de subtítulo con una barra y un Like después de sus siglas, clara intención de captar a un público más juvenil. PSOE-barra-corazón muy milenial…Todos menos uno, VOX que directamente ni tiene corazón. ¿Casualidad o estrategia?
Los equipos de campaña aprueban los carteles electorales, imágenes, claims, sloganes que nos empachan de mensajes emocionales que contrastan con el insoportable hartazgo que sufrimos los votantes. Los principales partidos políticos han recurrido a utilizar este símbolo en esta campaña sin piedad alguna. Son las elecciones en las que más claramente se ha empleado la psicología emocional, recurriendo sin miramientos ni escrúpulos a falsear datos, emplear miedos ficticios, maquillar estadísticas o directamente mentir sin ningún miramiento, nada nuevo bajo el sol, todo vale como siempre. Tanta dureza, tensión y distanciamiento que ocultar, y un icono universal de un corazón como bálsamo o vaselina para suavizar sus mensaje que ya pocos se creen y así tratar de arañar algunas papeletas entre los pacientes votantes atrapados en el tiempo electoral como Bill Murray en bucle en Pensilvania.
¿Pretenden ser cercanos y cariñosos como Anne Igartiburu? ¿Globales y vistosos como Ágatha Ruiz de la Prada? ¿Positivos e ingenuos como una taza de Mr. Wonderful?… Quizá comparten estudio de diseño gráfico o publicista, lo que está claro es que, por lo visto y oído estos días en los debates, las noticias y las redes sociales, sus asesores no pueden estar más lejos del binomio símbolo vs realidad.
Existen infinidad de experimentos psicológicos basados en la teoría de los módulos mentales que gobiernan nuestra vida sin que apenas nos percatemos de la manipulación a la que estamos siendo sometidos. La evidencia y el funcionamiento de los módulos mentales inspira tanta confianza a nuestros sentidos que despreciamos los sentidos de los demás. Una petulante convicción de que lo que vemos y pensamos es la única realidad correcta y que nuestros rivales son locos o tontos sin cerebro.
Tomamos constantemente decisiones no razonadas y existen circunstancias concretas que hacen que un módulo concreto de nuestro cerebro no consciente asuma todo el control. Son los principios más básicos del marketing, el diseño gráfico y la publicidad. Los publicistas y diseñadores de campaña lo saben muy bien y al incluir tantos corazones en los carteles se nos está apelando a la emoción positiva dejando de lado la razón o las razones. Curiosamente apelar a los instintos más básicos es lo que hace VOX con su discurso, que sin haber puesto un corazón en su logo, busca constantemente el voto más visceral, confirmando que la concordia para ellos no hace ganar unas elecciones.
En el momento de polarización que vivimos, los partidos políticos dibujan corazones a discreción y a estas alturas/harturas, casi todos leemos enfrentamiento al verlo. La dureza de los mensajes cruzados entre unos y otros contrasta con sus imágenes y más aún con la voluntad real de muchos de nosotros que necesitamos verles sentados acordando y tomando decisiones sensatas. Sorprende tanta incoherencia gráfica. El hecho de que se esté utilizando más que nunca el corazón como imagen global de unión entre dos partes nos deja con la boca abierta y esa amarga sensación de falta de representación, huérfanos de ilusiones y necesitados de los valores comunes que suman y no atrincheran.
Señores ¡queremos más amor, necesitamos más amor! El corazón es el símbolo universal de la comprensión, de la concordia, la positividad, la compasión, el amor, la cercanía,… Hay que emplearlo con coherencia, aplíquense el cuento, un símbolo no significa nada si no hay una verdad detrás de él.
Escribe Jorge Galaso.