Virginia Woolf o Stephen, consecuencias de su lectura en el día de su cumpleaños

Virginia Woolf nació tal día como hoy, 25 de enero, en 1882. O, mejor dicho, ese día nació Virginia Stephen. Virginia Woolf nacería quizás cuando se casó con Leonard o cuando publicó su primera novela (The voyage out, 1915). Puede ser que naciera cuando descubrió la biblioteca de su padre, donde pudo leer a los clásicos y donde empezaría su filia literaria. Seguro que hay quien observa que Virginia Woolf nació el día que se publicó Mrs. Dalloway, en 1925, que es el momento en que su contribución al modernismo empieza a consagrarse, finalizando susodicha consagración con la publicación de Orlando en 1928. En el medio iría To the lighthouse, quizás mi favorita. Supongo que para mucha gente nació el día que se publicó A room of one’s own. Y así, me surge una pregunta:

¿Quién es Virginia Woolf?

Desde que empecé a estudiar Filología Inglesa, gracias a los nuevos planes de educación, estudio a muchas mujeres. Virginia Woolf sale cada dos por tres, como es lógico, su calidad es incuestionable. El año pasado tuve un debate: ¿Hay que hablar de la biografía cuando se habla de un libro? Parece que cuando estudiamos a una mujer, estudiar su biografía es una necesidad irrenunciable. Mi último estudio ha versado sobre la irlandesa Eavan Boland, que falleció en abril de 2020. Su poesía es absolutamente confesional, tiene mucho de otras poetas, las cuales, también son “confesionales”: Rich, Plath, Bishop… Por ejemplo: ¿Cómo no vamos a hablar de la biografía de Rich cuando leemos Snapshots of a daughter-in-law? -que va sobre un matrimonio fallido (Rich era homosexual)-.

Así, me pregunto a menudo quién es Virginia Woolf para que no haya nada que suene condescendiente. ¿Debería analizar a Virginia Woolf -novelista, editora- por un lado y a V. Stephen -la esposa de Leonard, la hija del Sr. Stephen- por otro? ¿Debería hablar de doña Virginia en vez de la Señora de Woolf o la hija de Stephen? ¿Habría obra, en cualquier caso, sin todo lo anterior?

La obra de Virginia Woolf

La obra de Virginia Woolf, desde mi punto de vista, puede ser calificada de dos formas distintas: excelente y feminista. Esta disyuntiva no es moco de pavo. Creo que decir que la obra de Virginia Woolf es feminista sin decir que es excelente es irrespetuoso. Sin embargo, ¿podemos hablar de la obra de Woolf sin nombrar al feminismo? Como consecuencia y como paradoja: ¿Qué es consecuencia de qué en Virginia Woolf? 

Abordar una reseña es adentrarse en estas cuestiones. Cuando lo hago, me gusta contemplar el feminismo como una metodología. Abro una obra y me pregunto: desde la perspectiva de género, ¿Qué sucede aquí? Y entonces escribo. Esto, no obstante, es una postura de Ciencias Sociales más que de Humanidades -pienso de repente-. Y entonces vuelvo a la primera frase de esta sección del artículo. Y repito lo anterior para acabar diciéndome: Si quieres verlo desde la pureza de las Humanidades, tendrás que preguntarte qué es lo puro en las Humanidades.

Lo puro en las Humanidades

Me siento delante del ordenador, abro mis libros, leo el índice. “Lo puro”, “lo bueno”. Ayer mismo estuvimos Pedro, Manu y yo hablando de algo parecido. Manu me dijo que me estaba dando al postmodernismo. Yo dije: “el postmodernismo tiene cosas buenas”. Manu y Pedro coincidieron en que había que grabar esa frase en alguna parte. El postmodernismo, en muchos casos, me parece objeto de parodia. En los mismos casos, una forma respetable de hacer las cosas que no le va bien a un personaje que he hecho para las CerveCívica. Éste es un señor gruñón, un militante férreo, alguien fuera de la realidad. 

Muchas veces busco lo puro en las Humanidades, la estética anti-pragmatista. Wilde lo hizo. El arte no tiene por qué servir para nada, no obstante, sirve. El otro día lo hablé con un amigo, excelente poeta, editor y largo etcétera de bondades. Creo que coincidimos plenamente en una estética que no tiene por qué servir para nada, ni para hacer pensar a nadie, ni para reivindicar nada. Cuando escribo mis obras literarias no les quepa duda de que escribo desde ahí. Como decía, Wilde lo hizo, The portrait of Dorian Gray es una maravilla en la que Lord Henry -personaje categórico y sensacional- no podría ser más machista. Busquen en Google: “Lord Henry quotes”, la tercera opción que les sale es: “about marriage”. Pueden suponer la opinión de Lord Henry al respecto. 

¿Soy machista yo, acaso?

Les diré que creo firmemente que hay cosas que están bien escritas y cosas que son absolutamente terroríficas. Les diré que la mayoría de la obra de Woolf está en el primer grupo por razones objetivas. Hay argumentos estéticos objetivos que así lo indican. Hago un inciso para decir que “pues a mí me llega” no es un argumento objetivo por dos razones: 1. Te llega. A ti, no a otra persona. El sujeto de ese análisis eres tú, no la obra. 2. No eres una estación de tren a la que tenga que llegar nada, sino una persona funcional. 

No merece la pena perder el tiempo en dar nombres terroríficos. Digamos, al contrario, que Woolf, Rich, Boland, Bishop, Plath, Dickinson… Pertenecen a la gran literatura anglosajona por méritos propios. Digamos también que (será casualidad), ha costado mucho que así sean consideradas. Ya se ha teorizado al respecto, ginocentrismo, ècriture femenine… La conclusión es que hay un canon que, cada vez que se desafía, la que queda mal es la obra. 

¿Se ha modernizado el canon? A saber. Dado el número de reseñas sobre libros escritos por mujeres, lo dudo. Dado eso, ¿soy machista cuando busco una pureza estética? Lo normal es que sí. ¿Existe una pureza estética? Probablemente, pero no sé describirla. Si supiera, probablemente, ya sería alguien en el mundo de la poesía. El caso es que la busco, ¿cómo la busco? ¿desde dónde la busco? A esas dos preguntas me respondió mi compañera Esther: desde mis privilegios.  

La amiga Virginia Woolf, provocando

Es muy complicado escribir el final de este texto sin resultar: 1. Innecesario. 2. Obvio. 3. Cursi. 4. El aliado hortera. Para empezar: soy un hombre escribiendo sobre Virginia Woolf. Todo lo que diga podrá ser utilizado en mi contra. Bueno, lo acepto. Lo cierto es que reconozco todo lo anterior. No creo que haga mal escribiendo sobre Virginia Woolf, con una lectura y una reflexión previa.  Supongo que es ahora cuando debo adentrarme en la subjetividad. 

Lo malo de escuchar hablar o leer sobre feminismo o con una metodología de género es que te pones un espejo. A nadie le gusta que le recuerden todo lo que ha hecho mal. Imagínense que hace cinco años pensaba que estaba todo bien. “Deconstruirse”, qué palabra. Word la pone en rojo. Consiste en que te digan -habitualmente te lo dice una señora- todas las cosas que has hecho mal a lo largo de tu vida y tratar de no volverlo a hacer. Lo peor es que cuanto mejor lo hagas, más vergüenza te da. A no ser que hayas sido un ser perfecto, claro. Yo no lo soy, nunca lo he sido, no lo seré. Además, paso mucha vergüenza -soy una persona con sentido del ridículo en diferido, me dan vergüenza muchas de mis excentricidades, pero me dan vergüenza tarde, cuando ya las he hecho-. Hago lo que puedo. 

Ya…

Este artículo lo debería de haber escrito una mujer, pero en el colectivo Cámara Cívica no damos abasto y, al final, dado lo que estudio, conozco bien la obra de Woolf. Somos conscientes, lo ponemos por escrito y trataremos de que no vuelva a repetirse. Sólo podemos garantizar que nos esforzamos en ser consecuentes. Lo mismo sucede con los CerveCívica, con nuestras lecturas, con nuestras reseñas, con los artículos que escribimos, con la forma en la que intentamos contar con cuantas más voces mejor… 

¿Hay pureza en las Ciencias Sociales? Bueno, de ese artículo ya tendría que encargarse otra persona. Lo que sí damos por cierto es que si contamos con más perspectivas veremos una visión más esférica del problema. Vaya, quizás si en las Humanidades contamos con más perspectivas también… ¿Y si la búsqueda de la pureza va por aquí?

Entonces, ¿Cómo abordo la lectura de Virginia Woolf?

Disfrutando la obra de Virginia Woolf, como todas las obras de arte. Lo que pasa es que inevitablemente vas a pensar en tu día a día y, entonces, al disfrute literario se le va a sumar esa mosca detrás de la oreja. Yo disfruto especialmente de la forma que tiene Woolf de hablar de la cotidianeidad y de lo precisa que es con sus palabras. Usa muy pocas palabras, pero están muy bien escogidas, muy bien afiladas. Es uno de los aspectos que más disfruto de la literatura. De toda la literatura. Quizás la pureza estética vaya por ahí, tendría que aprender idiomas que no fueran del llamado occidente (chino, swahili, cantonés…) para investigarlo bien a fondo, pero puede ser que vaya por ahí… Quién sabe. 

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Fernando Camacho

Estudiante de Estudios Ingleses e Historia del Arte. Leo más que escribo y reflexiono mucho sobre ética y estética. "Con Montmartre y con la Macarena comulgo" (M. Machado), me gusta la contemplación y el Betis. ¡Sobre todo el Betis!

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