No me canso de ver una y otra vez ese primer «Salvados por la campaña» en el que Jordi, entre otras cosas, se colaba en un mitin del PP con un micrófono de la SER y en uno del PSOE con uno de la Cope. Un humorista se atrevía a hablar de política, ¡a dónde hemos llegado!, gritarían los poseedores de la esencia pura del periodismo y lo que es más serio se estaba atreviendo a hablar de la vida (continuó con un segundo programa titulado «Salvados por la Iglesia»).
En aquel momento nadie en su sano juicio querría salir en un programa tan absolutamente irreverente. En España, los políticos son tipos decentes con cara taciturna, no americanos bailongos.
La primera cabecera del programa empezaba con una pegada de carteles, al más puro estilo tradicional. Así, con tono humorístico pero cada vez más crítico Évole se iba acercando a la clase política española y, lo que es más importante, a los hogares. La cosa se fue poniendo seria y, entonces, vino la crisis y la necesidad de generar conciencia colectiva. Como el que no quiere la cosa, el programa abandonó la frivolidad de sus comienzos que evocaba la sección política de «CQC» y abrazaba un tono cada vez más serio y de investigación.
El programa tuvo un antes y un después: la visita de Otegui (2009), tan en boca de todos estos días. Aquella entrega lo situó en el centro de la polémica, ya se hablaba de él, muy especialmente en Génova 13. El chico ese que salía con Buenafuente empezaba a generar opinión. Al principio solo se hablaba de él en algunas salas de profesores o entre los más «frikis» de la política comunicativa pero logró convertirse en un referente de la izquierda «progre intelectual» que se sentaba los domingos a reflexionar sobre las vicisitudes del discurrir nacional.
Cuando veías Salvados te sentías reconfortado, estabas viendo política en prime time, era algo casi mesiánico. Una vez que el programa había logrado convertirse en un referente para el público progresista, cual columna de Maruja Torres en El País, tocaba el asalto al target generalista más carente de ideología definida o militancia activa. En la evolución de las audiencias se observa claramente: del discreto share del 6% en 2011, la cuota se ha ido disparando hasta el 15,2% del año 2014.
Como el resto de programas políticos de La Sexta, la corrupción y la crisis económica, unida a la pésima gestión del PP en materia de comunicación institucional, avivaron la llama prendida por García Ferreras y los suyos. Hay un momento preciso en el que el programa logra pasar de ser una producción más estilo TV3 (sátira política de orientación crítica: Pòlonia, APM?) a una producción que cualquier profesor pondría en clase para explicar temas fundamentales en la comprensión del entorno social y político. Dentro de esos «programas de culto académico» pueden incluirse: «Lobbies, el poder en la sombra»; «Tres días en Enterría» o «Ciudadano Klinex».
A partir de ese preciso momento en el que Salvados logra estar en boca de todo el mundo, llegando a tener la capacidad de poner temas en la agenda política (recordemos en caso de la coronel Zaida Cantera), los políticos quieren salir en Salvados. Mejor poder hablar de mí directamente que no dejar que él relate mi historia, pensaran algunos.
Esperanza, la adelantada del PP, amante del neo-pop político, fue una de las primeras en atreverse a que Jordi la entrevistara, utilizando la producción como pistoletazo de salida a su precampaña, aunque claro está hay que ser muy experto para que una entrevista de Salvados no te pase factura negativa.
Antes, Pedro Sánchez se había atrevido a recorrer un barrio socialista histórico de Barcelona y charlar con una familia catalana reconvertida al independentismo y un poco después vimos el debate entre los emergente Iglesias y Rivera entorno a un café.
Cada vez más lo que se hablaba el resto de la semana dependía de Salvados y si no siempre podemos recordar aquel majestuoso programa: «Operación Palace», donde más de uno envió sendos mensajes maldiciendo la conspiración monárquica y la mentira que suponía el sistema constitucional del 78.
Al final, parece que los taciturnos «hombres serios y en su lugar» que diría Tequila en su canción «Que el tiempo no te cambie» (utilizada por ZP en la campaña del 2008), aceptan someterse a un proceso de acercamiento a las nuevas formas de comunicación, americanizadas o modernizadas, como prefieran. Tal es así que el taciturno por excelencia, Don Mariano, ha aceptado participar en el programa de La Sexta este próximo 3 de abril. Así, Salvados se convierte en ese típico sitio al que si no vas no eres nadie. Tal vez después de esto nada tenga sentido o tal vez todo lo vuelva a cobrar. Lo que sí está claro es que la presencia de Rajoy es un triunfo del poder mediático sobre el tradicionalismo político y, en este caso, del periodismo alternativo sobre las estructuras jerarquizadas. De lo que allí haga depende el futuro del Sr. Presidente en funciones.
Es curioso, de un Salvados depende parte del futuro político inmediato de España. No es la primera vez.