¿Qué tipo de relación tienen actualmente las democracias occidentales y la libertad?
Esta pregunta me la formulé el otro día al leer varias noticias sobre la victoria de Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales de Brasil por un lado y el incremento de las agresiones verbales y ataques a sedes del colectivo LGTBI en Europa por otro.
Los riesgos para la libertad aumentan, desde Brasil a Europa
Durante la campaña electoral en las elecciones presidenciales en Brasil, Jair Bolsonaro era conocido por su simpatía hacia el régimen dictatorial brasileño anterior al actual periodo democrático que vive Brasil, sus declaraciones homófobas o hacia la población negra, tachándola de vaga y poco productiva.
La victoria de Bolsonaro supone, a priori, un retroceso de la libertad de personas que pertenecen al colectivo LGTBI en Brasil, ya de por sí discriminado. También observamos como la libertad del ser humano en Brasil se ha convertido en un factor más del discurso con el que salir vencedor en la arena política, politizando la libertad y los derechos humanos vinculándolos a una ideología determinada en la que hay que restarle el mayor espacio público posible.
En consonancia con estos hechos que acaecen en Brasil, en Europa los valores nacionalistas que no toleran el lugar que ocupan las asociaciones y colectivos LGTBI de muchos Estados europeos están acotando, cada vez más, a través de la violencia física y verbal la libertad de seres humanos que deciden llevar a cabo un modo de vida diferente.
Democracia participativa no es sinónimo de libertad
Estos dos ejemplos de ausencia de libertad sirven como argumento para determinar que la democracia representativa en estos dos casos no garantiza la libertad plena del ser humano. Pero lo más peligroso de esto es que derechos humanos como la libertad deambulatoria o sexual entran en el escenario político formando parte de la confrontación de los discursos políticos.
Luego la relación existente entre democracia y libertad queda cuestionada, atendiendo al hecho de cómo la democracia misma coadyuva a florecer mensajes e iniciativas que buscan el permanente conflicto basado en el miedo de la desaparición de unos supuestos valores que enaltecen la nación. Olvidando que la aparición del nacionalismo surgió debido a la crisis de los imperios, que el nacionalismo contribuyó a la desaparición de millones de vidas de seres humanos, que la Unión Europea surgió como contraposición a ese nacionalismo que supuso un retraso para un continente entero.
Tras esto, hago una comparación curiosa, la cual, me baso en el ensayo del profesor Rafael del Águila, Crítica de las Ideologías, sobre las ideologías en general y los nacionalismos en particular. Las formas que han tenido y tienen ahora para imponer y legitimar su visión. Porque si en el siglo XX hicieron uso de las políticas basadas en el terror para eliminar el espacio de los otros grupos. En este siglo XXI observamos como para negar libertades dentro de regímenes democráticos hacen uso de las políticas de mesura para hacer efectiva su intolerancia y no aceptación de determinadas libertades.
Por último, planteo, desde la ignorancia, la reflexión de si la evolución de la democracia representativa es el medio más eficiente para garantizar las libertades del ser humano.