Si el pasado mes de agosto fue noticia en España que el cardenal y arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, llegó a equiparar la ideología de género con el nazismo en una de sus homilías -afirmando que ambas son una “gran amenaza para la humanidad”, La Conferencia Episcopal de Colombia no se quedó atrás, y estuvo también presente en las páginas de actualidad por asegurar que “la ideología de género destruye a la sociedad”.
Según la RAE, “género” puede definirse como: “grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido este desde un punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biológico”.
Siendo una realidad manifiesta que, desde ese punto de vista sociocultural, el género femenino se ha visto oprimido por el masculino a lo largo de la Historia, tales afirmaciones acerca de la “ideología de género” por parte de la Iglesia católica en países iberoamericanos no son más que descaradas muestras de misoginia y machismo, convertidas ya en parte de su naturaleza cotidiana.
Con la excusa de mantener a salvo a la “familia tradicional”, la lucha del género femenino por reivindicar su papel en el desarrollo social-político-económico de un país y de una comunidad se ve menospreciada y desacreditada por aquellos que dicen defender la voluntad de Dios, nuestro señor. “Que la mujer aprenda en silencio, con toda sujeción.” (I Timoteo 2: 11-15), es una de esas frases que aparecen en la Biblia y que algunos “fieles” se empeñan en seguir predicando por los siglos de los siglos. Amén.
Si bien, cohabitando con estos seres primitivos en ideas, parece que coexisten otros líderes sociales cuyas proclamas son bien distintas. De las salvas del feminismo se hacen eco dirigentes políticos que tratan de otorgar al género femenino el papel que debe de tener: un rol protagonista en la sociedad actual. ¿Quiénes lograrán imponerse?
En Colombia, el proceso de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y el grupo armado de las FARC, comenzado en 2012, presentó un elemento innovador que fue incluido en el primer Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera adoptado el 24 de agosto de 2016 en la Habana: haber adoptado una perspectiva de diferenciación de género con respecto a las víctimas del conflicto armado -reconociendo explícitamente parte de la violencia como “violencia sistemática de género”-, también por haber incluido medidas transversales basadas en perspectivas de género diferenciales y por haber integrado el papel específico de la mujer, del enfoque y de la equidad de género en el texto del Acuerdo.
Sin embargo, algunos aspectos de dicho Acuerdo no sentaron bien a ciertos sectores conservadores de la política colombiana, encabezados por el expresidente Uribe, ni a la ya mencionada Conferencia Episcopal de Colombia. Entre ambos poderes orquestaron una campaña en contra del Acuerdo de paz que se tradujo en el resultado del NO –por un reducidísimo margen- en el referéndum plebiscitario popular celebrado el pasado 2 de octubre de 2016. Tras esta negativa de la mayoría del pueblo de Colombia, el camino para lograr una paz definitiva parecía encontrarse en un callejón sin salida.
Fueron necesarias nuevas negociaciones entre las partes implicadas en el primer Acuerdo y los grupos opositores para lograr alcanzar un texto definitivo que permitiese abrir una histórica etapa de paz en Colombia. Pero como en toda negociación, siempre hay concesiones. En este caso, las diferencias en clave de género entre el Acuerdo final original del 24 de agosto de 2016 y el nuevo Acuerdo final del 24 de noviembre de 2016, no fueron menores:
- Eliminación de todas las menciones a “equidad de género” (9 menciones).
- Eliminación de la mitad de las menciones a “enfoque diferencial y de género” (8 menciones).
- Eliminación de todas las menciones a “estereotipos de género” (2 menciones).
- Eliminación de todas las menciones a “perspectiva de género” (5 menciones).
- Eliminación de la mención a “especial énfasis en género”.
- Eliminación de la mención a “discriminación de género”.
- Eliminación de la mención a “estereotipos de género”.
- Sustitución “género” por “sexo” (4 ocasiones).
- Sustitución “violencia por razón de género” por “violencia contra las mujeres” (4 ocasiones).
- Sustitución “valores no sexistas” por “valores no discriminatorios” (2 ocasiones).
- Sustitución de coletilla “discriminaciones en razón del sexo, género, edad, etnia, o situación de discapacidad” por simplemente “discriminación” o “condiciones de discriminación” (3 ocasiones).
- Sustitución “violencia de género” por “violencia contra la mujer” (4 ocasiones).
- Sustitución “elementos diferenciados por género” por “elementos diferenciados para las mujeres” (1 ocasión).
Tras este breve análisis, un interrogante merece ser más profundamente analizado: ¿por qué está la “ideología de género” reñida con lograr la paz en Colombia?
Por José Daniel Gual.