Benidorm Fest: Una oportunidad para el progresismo y el chovinismo

Quisiera empezar felicitando a RTVE. Y lo digo con toda sinceridad. El Benidorm Fest se ha convertido en todo un acontecimiento nacional, y eso es mucho más de lo que jamás hubiera imaginado la cadena pública. Y aunque parezca que el polémico resultado haya podido manchar la ilusión del festival —cosa que, en mi opinión, no hará— me atrevería a decir que estamos ante el nuevo icono de la cultura pop española. Y esto hay que celebrarlo.

Escrito por Javier Verdejo.

Muchos han visto en el resultado del Benidorm Fest una metáfora de las deficiencias del sistema democrático liberal; otros, en cambio, se han servido del evento para advertir de los peligros de la tecnocracia. Politólogos, periodistas y toda clase de tertulianos han hecho del Benidorm Fest su nuevo objeto de análisis, reivindicando las virtudes de los sistemas proporcionales y haciendo alarde de sus conocimientos en materia electoral.

Esta intromisión de nuevos perfiles en el espacio del debate eurovisivo es una excelente noticia para quienes amamos el concurso europeo. Pero es hora de pedir un poquito de calma ante toda esta euforia académica. Sobre todo por los eurofans, quienes observan con cierta ternura la inocencia de los recién llegados al mundo del eurodrama.

No creo que aporte mucho más a lo que ya se ha dicho sobre el polémico resultado del Benidorm Fest. Ni tampoco espero perderme en abstracciones filosóficas sin más fundamento que la conjetura. Pero como eurofan y politólogo, permítanme la arrogancia de aportar mi granito de arena a este debate con una perspectiva un poco más histórica y, quizás, chovinista.

Los eurofans llevaban años soñando con un festival nacional. TVE nunca ha destacado por las grandes preselecciones, y esta carencia de un formato propio ha sido señalado como una de las muchas evidencias de la dejadez de la cadena pública sobre su formato estrella. Desde la victoria de Portugal en Eurovisión 2017, los eurofans españoles miraron con envidia la renovación de la delegación portuguesa, y la enorme apuesta que habían hecho desde la RTP sobre su clásico Festival da Cançao. Muchos se preguntaron si era posible que España tuviera un festival nacional a la altura de lo que portugueses e italianos llevan haciendo décadas. La victoria de Italia en la pasada edición de Eurovisión no hizo más que confirmar la necesidad de un formato propio. Y así nació el Benidorm Fest.

Un acuerdo entre la Generalitat Valenciana y RTVE daba vida al nuevo programa estrella de la cadena pública. La idea no era muy original, pues se basaba en el clásico y ya extinto Festival de la Canción de Benidorm —creado en 1959—, pero adaptado a los nuevos gustos de la audiencia española. La historia de este icónico concurso —si no la conocen, preguntad a sus abuelos— estuvo marcado por las exigencias socioculturales del régimen franquista, en un intento primitivo del Spain is different que diera la mejor imagen de una de las dictaduras más longevas de Europa.

La canción mediterránea

A ejemplo del Festival de Sanremo, y sin ninguna vinculación con Eurovisión, el nuevo Festival de la Canción Española nació en un contexto de crecimiento económico y apertura internacional del régimen franquista. Artistas como Julio Iglesias, Karina o Raphael hicieron sus comienzos en el certámen alicantino, y las radios españolas presentaron su música como el soplo de frescura y modernidad que necesitaba el régimen. Pero los años dorados del festival terminaron, irónicamente, con la transición democrática. La revolución cultural que trajo consigo el fin del régimen franquista se tradujo en un declive del certamen alicantino hasta su posterior cancelación. Benidorm se convirtió en sinónimo de pasado, y después de varias idas y venidas, el Festival vivió su última edición en 2003.

La extravagancia italiana

Hablemos ahora del Festival de Sanremo. Creado en 1951 como reclamo turístico en la Italia de la posguerra, su éxito sirvió de inspiración para el Festival de Eurovisión. Es difícil describirlo, y el formato no ha estado exento de polémicas en sus casi setenta años de historia. El escritor Pier Paolo Pasolini llegó a definir el Festival de Sanremo como una «personificación del conformismo y el vacío cultural de la sociedad italiana neocapitalista». Personalmente, prefiero ver el Festival como lo que verdaderamente es: un concurso histórico, donde realidad y fantasía se entremezclan en el icónico teatro Ariston; una experiencia surrealista que describe a la perfección lo que Italia significa.

Si hay algo indiscutible sobre el Festival de Sanremo es que se ha convertido en el único evento que permite la supervivencia de la nación italiana. Las discrepancias entre norte y sur se olvidan en favor del chovinismo musical. La extravagancia de su industria musical contrasta con la elegancia de la orquesta. Pero su éxito no se reduce únicamente a lo estético, sino que trasciende a lo político, convirtiendo el escenario en una batalla entre los sectores más progresistas y conservadores de la sociedad italiana. Los artistas hacen de portavoces del feminismo y las libertades sexuales, mientras los periodistas —quienes, por cierto, participan como jurado en el concurso— elevan a sus candidatos favoritos en contra de la opinión de la audiencia para enfrentar a la extrema derecha.

La victoria de Mahmood en 2019, o la derrota en el festival de grandes estrellas de la canción italiana como Loredana Berté o Annalisa, sirven como argumento político para denunciar la xenofobia de figuras como Salvini o la misoginia de los presentadores y periodistas que abrazan el Festival de Sanremo. El polémico resultado del Benidorm Fest nada tiene que ver con las polémicas que cada año sacuden el certamen italiano. Pero dejemos a un lado el festival madre de la canción europea y echemos un vistazo al evento nacional de nuestros vecinos.

Música revolucionaria

A diferencia del Festival de Sanremo, el Festival da Cançao sí nació como preselección nacional para Eurovisión. Aun así, la trascendencia del concurso portugués fue más allá del certamen europeo. Numerosos artistas y compositores, empujados por la censura de la dictadura salazarista, vieron en el Festival una ventana para manifestar su descontento con el régimen a través de metáforas de patria y libertad. En 1974, el cantante Paulo de Carvalho ganó el festival con el tema E depois do adeus. Y aunque su paso por Eurovisión no fue muy memorable —ocupando la última posición con apenas tres puntos—, el tema sirvió como primer aviso para la Revolución de los claveles, inaugurando así la democracia portuguesa.

Eurovisión y Benidorm Fest: la construcción de una identidad política nacional

Se suele decir que Eurovisión es política. No es casualidad que los países creadores del certamen fuesen también fundadores de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero —a excepción de Suiza, país euroescéptico por excelencia—, pero el carácter político del Festival de Eurovisión no tiene tanto que ver con supuestos votos estratégicos, sino con los valores que los estados europeos quieren transmitir de su propia sociedad. Algunos países presentan canciones que reivindican su folclore en la era de la globalización; otros, en cambio, prefieren apostar por mensajes europeístas en un intento de sentirse acogidos por las grandes naciones de occidente. El sentido integrador con el que nació el Festival de Eurovisión choca, en ocasiones, con las tensiones internacionales de sus países participantes, y en las demás preselecciones europeas se advierten estas mismas dinámicas.

El Benidorm Fest no puede escapar de su carácter político. La experiencia de otros festivales europeos así lo advierte. Pero lo político no consiste en llorar desde la tribuna del congreso por la derrota de nuestra favorita, ni tampoco en participar en el acoso contra la ganadora; se trata de hacer del festival un nuevo escenario para la batalla política, donde cuestiones como el feminismo o la diversidad lingüística sigan presentes en futuras ediciones. En conclusión, que mediante el espectáculo, la música y la política, hagamos del Benidorm Fest el festival nacional que tanto merecemos.

REFERENCIAS

Raykoff, I. y Robin, T. (2007). A song for Europe: popular music and politics in the Eurovision Song Contest. Aldershot: Ashgate.

Jordan, P. (2014). The Modern Fairy Tale: Nation Branding, National Identity and the Eurovision Song Contest in Estonia. Tartu: University of Tartu Press.

Björnberg, A. (2007). Return to ethnicity: The cultural significance of musical change in the Eurovision Song Contest.

Prisco, F. (2018). Perché Salvini è a Sanremo: breve storia dell’attrazione fatale tra la politica e il festival. Il sole 24 ore. Recuperado de:  

https://www.ilsole24ore.com/art/perche-salvini-e-sanremo-breve-storia-dell-attrazione-fatale-la-politica-e-festival-AERDIRxD

Martínez, H. (2018). La balada portuguesa que inició la Revolución de los claveles fracasó antes en Eurovisión. El País. Recuperado de:

https://verne.elpais.com/verne/2018/05/11/articulo/1526043544_844692.html

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