Por Sebastián Hurtado, desde Colombia.
El escándalo de sobornos por parte de la compañía brasileña Odebrecht ha tocado fibras sensibles en una región como América Latina, donde la corrupción es un tema álgido pero histórico. Ningún país desde México hasta Argentina puede decir que ha evitado este fenómeno en su historia y particularmente en este momento. Pero, lo que perturba más a cada ciudadano es el hecho de que se dé en medio de un gran crisis económica (debido a los bajos precios de las materias primas).
La entrega de dineros para recibir obras y proyectos por parte de esta empresa generó un gran malestar, debido, principalmente, a que esto alejó a muchos competidores en los concursos y licitaciones de dichas obras, además que dineros públicos terminaron en manos de los mandatarios que las concedieron, por lo que los últimos se apoderaron de estos de manera fraudulenta, cuando tales pudieron evitar parte de la crisis económica o incluso ser utilizados para paliar uno o varios de los problemas sociales que aquejan a la sociedad.
La situación ha llegado a tal punto que en Colombia las dos principales campañas presidenciales del 2014 recibieron dineros de esta empresa; en Perú el primer presidente luego del régimen autoritario de Alberto Fujimori tiene orden de captura internacional; en Brasil los ex-presidentes Dilma Rousseff y Luiz Ignácio Lula Da Silva y el presidente Michel Temer, entre otros muchos legisladores, se encuentran inmersos en investigaciones.
Los Estados Unidos se ha unido para colaborar con cada uno de los procesos que los países latinoamericanos llevan internamente, esto debido a su objetivo de lucha contra la corrupción global, como lo demostró al presentar su investigación sobre la corrupción en un órgano deportivo como la FIFA. Sin embargo, no es la única colaboración que se está presentando a nivel internacional. Brasil, por ejemplo, ha facilitado información obtenida al resto de países, no solo por un espíritu de apoyo o hermandad, sino también porque todo el centro de corrupción surgió de Odebrecht cuya sede principal es Brasil y probablemente incluyó dineros de allí.
En conclusión, el proceso de Odebrecht (con sus denominaciones nacionales) no es novedoso en América Latina. No obstante, el momento en que se descubrió, la extensión de la red y la cantidad de dinero desviado habían sobrepasado todo lo conocido en la región. Y guiados por la historia, que en América Latina demuestra que estos casos dejan de ser tomados en serio luego de algunas semanas, no termina nadie realmente condenado de manera ejemplar, solo queda la esperanza de que algún día América Latina aprenda de su historia para no repetirla.