Por Isabella Alghisi
Sin alcanzar las cifras necesarias para la presidencia se impone el ballotage entre los más votados. Se abre paso una segunda vuelta electoral el 22 de noviembre.
Las elecciones obligatorias celebradas el pasado 25 de octubre, en Argentina, no dieron un resultado concluyente para el sillón de Rivadavia. Los electores votaron, además, para la renovación de 130 escaños de la Cámara de Diputados, 24 del Senado y 43 del Parlamento del Mercado Común del Sur (MERCOSUR). Los votos a las gobernaciones e intendencias fueron, al contrario, claros y contundentes, marcando una diferencia que, si bien no da certezas para la nueva vuelta, muestran una clara intención que puede ser reveladora.
Argentina posee un sistema electoral francés de doble vuelta pero con peculiaridades. Frente al 51% de votos establecidos para la victoria como norma general, en este caso, el 45% alcanza para ganar. También se evita la segunda vuelta, si el ganador logra entre el 40 y el 45% de los votos, con más de diez puntos de diferencia sobre el segundo.
Estas cifras no fueron conseguidas por ninguno de los candidatos el pasado domingo. Con una participación del 97,13% de argentinos (en el extranjero el voto no es obligatorio), Frente Para la Victoria (FPV), partido liderado por Daniel Scioli, presentado como sucesor de la actual presidenta Cristina Fernández de Kirchner, y actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, obtuvo el 36,85% de los votos que lo sitúan a la cabeza. Por su parte, el candidato de Cambiemos, Mauricio Macri, actual intendente de la ciudad de Buenos Aires, se hizo con un 34,34% de los sufragios. Unidos por Una Nueva Alternativa (UNA), de Sergio Massa, se presentó como la tercera fuerza más votada con un 21,34%. Las tres candidaturas restantes no alcanzaron el 4% de las boletas a favor.
Esta coyuntura obliga a lo que se conoce como ballotage o balotaje entre las primeras dos fuerzas Scioli y Macri, con el que se pretende que alcanzar la victoria de uno de los dos. Hasta que se celebre la segunda vuelta electoral (ballotage), el 22 de noviembre, las actuaciones políticas y de campaña de ambas fuerzas se reñirán en su capacidad de atraer el voto ajeno necesario para alcanzar ese 45% o 40, en su caso. Siendo Massa, el tercero más votado, se verá en el núcleo de las negociaciones. El 15 de noviembre tendrá lugar el debate político de nueva recaudación de votos entre Scioli y Macri.
De cara a esta nueva convocatoria, los resultados para el Gobierno de la provincia bonaerense con más de 16 millones de votantes de los 33 millones de argentinos, marcan una intención clara que se inclina a favor del partido “del cambio del pasado y la continuidad” de Mauricio Macri. María Eugenia Vidal, será la primera mujer que gobierne el distrito más populoso de la República con un 4% más de votos que el candidato del Frente Para la Victoria, Aníbal Fernández, resultado que los candidatos a la presidencia deben tener en cuenta.
Y es que, a diferencia que en España, el sistema electoral argentino no contempla la alianza y a apoyo entre partidos sin un resultado que se ajuste a las cifras necesarias. Las bancas no se negocian, sino que se vuelven a disputar.
Antecedentes y contextualización
Es necesario destacar una serie de características propias de la política argentina y sus consecuencias. La corrupción ha sido y es un rasgo endémico del que no ha escapado ningún partido político desde hace décadas, aún los mayores defensores de la transparencia. La delincuencia y la inseguridad, así como la miseria y la pobreza económica e incluso la degradación de la educación, hablan de un país devastado por la política moderna deshonesta.
Será en el año 2003 cuando, con Néstor Kirchner de Frente Para la Victoria, elegido presidente en una segunda vuelta electoral, como la que resulta de estos comicios, se inicia un fenómeno conocido como el “kirchnerismo”. Se trata de un movimiento político cuya base fundadora se halla en el “peronismo”, un fenómeno político-social que lleva el nombre de su fundador, expresidente militar de la República Argentina, Juan Domingo Perón. De talante obrero y socialista, aunque con pinceladas militares que difuminan, en ocasiones, las fronteras ideológicas. Así, como en España se hablaba de bipartidismo protagonizado por el PSOE y el PP, en Argentina encontramos a los peronistas y, en el ala contraria, a los radicales (que no de derechas, siempre se ha autodefinido como un partido de centro). Sin embargo, poco a poco, los radicales irán disolviéndose en una secesión de fracasos políticos.
Según lo dicho, observamos que el “kirchnerismo” ocupa la presidencia desde hace más de 10 años, primero con Néstor Kirchner, un hombre prácticamente desconocido para la mayoría de la población hasta el momento que, beneficiado por un período de precios récord de las materias primas, en especial la soja, logró sacar al país de uno de sus peores momentos históricos tras el colapso económico de 2001-2002. En 2007, el presidente fue sucedido por su esposa, la senadora Cristina Fernández, dando inicio a una etapa muy diferente del “kirchnerismo”, marcado por conflictos con algunos sectores, como el campo, la prensa y el sindicalismo, que ya irán quebrando el país en dos bloques: “los K” y “los antiK”.
Las diferencias en el “modelo K” se acentuaron tras el fallecimiento de Néstor Kirchner el 27 de octubre de 2010 por causa de un infarto cardíaco. No obstante, Fernández logró una aplastante victoria en las urnas en 2011 y fue reelegida por el 54% de los votos, además de obtener la mayoría en ambas cámaras del Congreso.
Una de las políticas más elogiadas del kirchnerismo ha sido la ampliación de derechos, tanto humanos como civiles, implantando leyes de seguimiento y condena a los criminales de la dictadura de Videla, así como otras de carácter más social, como la aprobación, por primera vez en América Latina del “matrimonio igualitario”. Del mismo modo ampara con sensibilidad y apoyo oficial a “las abuelas de Plaza de Mayo” que aún buscan a sus nietos desaparecidos durante la dictadura. También ha logrado reducir las tasas de desempleo y de pobreza. Sin embargo, no ha logrado el estado de bienestar consolidado, tantas campañas prometido.
Todo esto resulta importante de cara a las elecciones celebradas el pasado 25 de octubre. Por primera vez, después de más de diez años de legislatura, el apellido Kirchner no figura como cabeza de lista de su partido, Frente Para la Victoria (también conocido como Partido Justicialista), que ahora es representado por Daniel Scioli, y a quien las encuestas daban como claro vencedor siguiendo los pasos de su antecesora.
Como en más de una ocasión, y en más de un país, el descontento ante la “promesa no cumplida”, ha despertado la necesidad de alternativas con partidos como Cambiemos de Mauricio Macri, Unidos Por Una Nueva Alternativa de Sergio Massa, Frente de Izquierda y de los Trabajadores de Nicolas del Caño, Progresistas de Margarita Stolbeizer y Compromiso Federal de Adolfo Rodríguez Saá.
Y es que los grupos “antiK”, no necesariamente afines a los partidos alternativos, irrumpieron con fuerza en las urnas, desestabilizando lo que las estadísticas definían como una nueva etapa “kirchnerista”.
Tendencias políticas de los partidos
Destacamos a continuación, los principales puntos de la plataforma electoral de cada partido:
Frente Para la Victoria organiza su programa en torno a la prioridad a la reforma política interna, el “ataque frontal” a la corrupción y el delito, reforzando las medidas penales, y la transparencia en la publicación del gasto público. También propone asegurar una tarifa social que asegure los servicios básicos (agua, luz, gas). Del mismo modo versa sobre una reformulación del sistema impositivo en función de la capacidad contributiva de cada uno, cambiando la legislación vigente. Para impulsar el empleo, FPV plantea propuestas como un plan de obra pública que genere un fuerte e inmediato aumento de los niveles de empleo, así como el establecimiento de políticas diferenciadas para las Pymes argentinas que pretende se conviertan en el eje económico del país. Para la defensa del trabajo argentino, en este mismo camino, habla sobre reorientar la banca pública y fortalecer los controles para combatir el contrabando, la evasión y el dumping, a través de una nueva Aduana y una nueva Dirección General Impositiva (DGI). Sus planes también abarcan una reforma en el ámbito de la salud con el eje central en el hospital público; y un compromiso educativo con un mínimo de 220 días de clase efectivos para los alumnos de todo el país, junto con la expansión de becas educativas para reducir la deserción y la repitencia.
Cambiemos, por su parte estructura su programa en torno a fortalecer el Estado de Derecho y las instituciones republicanas en el pleno ejercicio de los derechos humanos y las libertades públicas. La educación es el eje de sus propuestas. Promete garantizar la gratuidad así como la obligatoriedad de la enseñanza estableciendo una nueva política educativa que se ajuste a las necesidades futuras del mercado laboral. Por otro lado, plantea reforzar el comercio exterior y las relaciones internacionales de cooperación y desarrollo, captar capital extranjero y conseguir aumentar la riqueza para redistribuirla.
El partido demócrata cristiano, Unidos para una Nueva Alternativa distingue su programa de los dos anteriores por proponer, para combatir los mismos ámbitos dañados de la sociedad y la política, conformar un Órgano de Acción Política integrado por el presidente y un representante de cada partido, que se reunirá quincenalmente con el fin de evaluar y concertar las decisiones de mayor trascendencia, para internalizar convenientemente entre sus integrantes, los propósitos y comprometer su acompañamiento. Añade, que las designaciones al efecto deberán recaer en personas de alta jerarquía política, acorde con la elevada y trascendente misión a cumplir. También habla de reforzar la protección ciudadana frente al crimen y la delincuencia con la aplicación estricta de la ley.
El Frente de Izquierda y de los Trabajadores da prioridad a la reforma laboral y sindical como base indispensable para replantear la política social. Entre sus puntos principales destacamos la implantación de un salario mínimo igual al costo de la canasta familiar indexado periódicamente según el aumento real del costo de la vida, teniendo en cuenta la gran inflación permanente. Propone, también, el reparto de las horas de trabajo con igual salario para paliar la desocupación y reactivar el consumo. Así como el impago de la deuda externa; la nacionalización, sin indemnización y bajo administración y control de los trabajadores, de la banca y el comercio exterior, el petróleo, la minería, la pesca y la gran industria. Habla, también del pago de las retroactividades. En el ámbito de educación, garantiza la enseñanza pública y gratuita y el cese a los subsidios a las escuelas privadas.
Del frente de Progresistas destacamos la regulación intensa del mercado por el Estado bajo planes de supervisión, propuestas y orden, con la pretensión de lograr una mayor equidad. Habla de asignar eficazmente los recursos disponibles conjuntamente con políticas de desarrollo financiero, para ello insiste en reforzar la utilizad de la Agencia Nacional de Desarrollo como un punto de cooperación de todos los actores económicos para obrar conjuntamente ajustados al diálogo y la negociación. También las Agencias de Desarrollo Local y Regional. Con la Agencia Argentina de Desarrollo Industrial fija un plan de fortalecimiento de la competencia. Asesorar al sector privado para aumentar su participación en el exterior también entra dentro de su plataforma electoral.
Finalmente, Compromiso Federal (también conocido como Es Posible) sustenta su programa electoral en una serie de propuestas poco explicadas que versan sobre consolidar la paz social atendiendo a las necesidades de los amplios sectores populares en materias que no difieren de las expuestas por el resto de partidos.