En no pocas ocasiones las apariencias engañan. Lo que a priori parece ser una cosa, resulta no serlo después de rascar un poquito. En el caso que nos ocupa, es exactamente lo que ocurre con los liberales y con los neoconservadores (a menudo confundidos con los neoliberales). Si esta separación entre liberales y neoconservadores estuviera clara y aceptada política y socialmente, este post no tendría sentido. Los principios defendidos por ambas corrientes de pensamiento coinciden en algunos puntos, pero divergen frontalmente en muchos otros. A lo largo de estas líneas trataré de poner un poco de claridad sobre este asunto.
Qué es el liberalismo y sus características
El liberalismo es una corriente de pensamiento que surge al calor de las revoluciones decimonónicas. De su mano llegaron hasta nuestros días conceptos hasta entonces desconocidos como el de «separación de poderes» o «igualdad ante la ley». Estos principios surgieron como respuesta a un Antiguo Régimen en el que los privilegios de carácter político, económico y jurídico para ciertas clases dominantes eran definitorios.
Tras la aparición de las primeras constituciones liberales, estas instituciones van a ir desapareciendo poco a poco, consiguiéndose de esta forma que el poder político, al menos de forma teórica, pase de ostentarlo una sola persona (el Rey) a un colectivo de personas (la Nación, los Ciudadanos, el Pueblo, etc.), instaurándose regímenes de democracia representativa.
Principios del liberalismo
Tras este breve pero necesario repaso histórico, debemos conocer cuáles son los fundamentos del liberalismo. Podríamos afirmar que son cuatro los rasgos característicos de esta corriente de pensamiento:
- Igualdad. En un sistema liberal, es esencial que exista igualdad entre las personas, entendiendo este valor en un doble sentido:
- ) como ausencia de privilegios por parte de las autoridades hacia los ciudadanos, y
- ) como equivalencia entre las aspiraciones personales de cada persona. Estos dos sentidos de la igualdad suelen ser denominados «igualdad formal» e «igualdad moral».
- Libertad. Cada ciudadano debe tener la capacidad de poder elegir libremente sin que medie coacción alguna por parte de terceros entre las distintas opciones de vida que tiene en función de sus circunstancias personales. La libertad, no obstante, tiene un límite claro: el ejercicio de la libertad de otro ciudadano. Un individuo no puede ejercer su libertad para coaccionar la libertad de otro, pues de este modo estaría haciendo un uso fraudulento e ilegítimo de la misma.
- Propiedad. Se erige como el instrumento perfecto para ejercer tanto la libertad como la igualdad. A través de ella el individuo puede hacer un uso exclusivo de una determinada cosa, sirviendo de este modo como medio de ordenación social. Al igual que la libertad, la propiedad tiene un límite claro: la situación de necesidad. Dicho de otra forma, en un sistema liberal la propiedad privada es inviolable salvo en excepcionales circunstancias que aconsejan su vulneración. En estos casos, una vez pasada la circunstancia que produjo tal calamidad y si las condiciones materiales lo permiten, la propiedad ha de ser restituida.
- Contratos.Estos son los compromisos que adquieren los ciudadanos entre sí para poder desarrollar los proyectos de vida personales. A través de la institución del contrato, las personas adquieren obligaciones recíprocas que han de cumplir. Los contratos son pues el medio a través del cual los individuos disponemos de nuestra propiedad y ejercemos la cooperación social voluntaria.
Por lo tanto, hemos de comprender que el liberalismo no se circunscribe únicamente a una cuestión económica. El liberalismo también tiene una postura clara frente a distintas cuestiones de actual relevancia política como son las fronteras, la maternidad subrogada o la independencia de ciertos territorios de un Estado-Nación.
Diferencias entre liberalismo y neoconservadurismo
Frente a esto, nos encontramos a su primo feo y egocéntrico, el neoconservadurismo. Se suelen confundir –intencionadamente o no- debido a que esta corriente de pensamiento comparte con el liberalismo el respeto a los principios expuestos con anterioridad pero únicamente en las cuestiones de carácter económico. Un liberal y un neoconservador estarán de acuerdo en que los impuestos han de ser muy bajos, en que el Estado no debe interponerse en la creación de nuevas empresas con trabas regulatorias y en que las subvenciones públicas a las actividades productivas ineficientes han de ser erradicadas de inmediato.
Sin embargo, el respeto que tienen los neoconservadores por la libertad económica no lo tienen por las libertades personales. Este es el punto de mayor divergencia entre ambas corrientes de pensamiento, y esto es precisamente de lo que no se habla. Mientras que un liberal jamás tratará de imponer por la fuerza un modus vivendi concreto a una persona o a la sociedad en su conjunto[1], un neoconservador sí lo hará.
Los neoconservadores son detractores de leyes como las del matrimonio igualitario entre personas del mismo sexo o de políticas como la apertura de fronteras y la libre circulación de personas. Para ellos el modelo de sociedad tradicional ha de ser respetado, y si es necesario conculcar alguna libertad personal a fin de conseguirlo no hay ningún problema. En este sentido, los neoconservadores son colectivistas, al igual que, por ejemplo, lo son los socialdemócratas.
Dicho lo cual, hemos de matizar una cuestión: el liberalismo no es una corriente de pensamiento único. Bajo el paraguas de los principios básicos antes mencionados caben muchas interpretaciones y variaciones, lo cual hace que esta corriente de pensamiento sea muy rica en puntos de vista.
En definitiva, confundir liberalismo y neoconservadurismo conviene a los partidos políticos, tanto de izquierdas como de derechas. Los liberales pregonan la disminución del Estado y su poder a la mínima expresión. Asociarlos a corrientes de pensamiento rancias y obsoletas es una hábil estrategia que carece de fundamento real, pero que es muy efectiva para conseguir el objetivo de todo político que se precie: perpetuarse en el poder.
[1] El liberal se limitará a defender los principios expuestos más arriba, sin querer imponer en ningún momento cuál es el modelo de sociedad o de vida bueno. Es una cuestión que queda relegada a cada persona.
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