Las diferencias entre la Comunicación Política, Institucional y Corporativa

Comunicacion politica institucional y corporativa

Dentro de los múltiples tipos de comunicación que existen, la comunicación política, la institucional y la corporativa son las que más interés generan. Este artículo explicará qué significa cada una y qué diferencias básicas presentan entre sí.

La comunicación es considerada como una de los pilares fundamentales de la estrategia de las organizaciones, ya que de ella dependen intangibles tales como la reputación, la persuasión o el sentido de pertenencia de las personas que integran aquella.

También se puede clasificar atendiendo a varios criterios, como el destinatario de la acción de comunicación (comunicación externa o interna); la involucración de una o más personas (comunicación intrapersonal e interpersonal); o teniendo en cuenta el uso de palabras o el gestual (comunicación verbal y no verbal)

Sin embargo, una de las clasificaciones más extendidas es la que agrupa los tipos de comunicación en función de la temática. En este caso, se encuentran la comunicación política, la institucional y la corporativa, aunque también conviven otras (como la comunicación financiera, la periodística o la publicitaria).

Lo que diferencia a la comunicación política, la institucional y la corporativa, es que son ámbitos de la comunicación que tienen como objetivo la salvaguarda de la reputación de la organización que se constituye como emisora. De esta manera, se rigen por el principio “lo que no se comunica, no existe” y cada una presenta una serie de peculiaridades, que serán explicadas a continuación.

La comunicación política

La comunicación política es aquella que se da en el contexto político. Desde hace tiempo, está de moda y la devoción por la misma ha ido creciendo. Sin ir más lejos, cada vez se puede ver que son más los estudios especializados en temáticas como las campañas electorales, el Big Data o la oratoria.

De algún modo, la atracción por la política puede estar justificada por tres razones: el creciente interés ciudadano por la política desde la última crisis económica; los productos televisivos en formato de infotaiment, desde hace pocos años dedicados a las tertulias políticas; o el atractivo misterioso del que se rodea el oficio de la consultoría y asesoría política (en muchas ocasiones impostado por los propios gurús de la comunicación política).

El principal objetivo de la comunicación política es lograr la persuasión del receptor de la acción de comunicación, como medio para poder alcanzar el poder. La persuasión va más allá del mero convencimiento, ya que es una llamada a la acción (para que un individuo adopte una actitud determinada) o a la inacción (para desmovilizar ante un peligro inminente).

Es un tipo de comunicación que bebe de otras disciplinas (como puede ser la psicología, la estadística o el marketing) y entre sus principales campos de estudio se encuentran: en el análisis del discurso; las técnicas de oratoria y retórica; las campañas electorales; el lobby; la gestión de crisis; o la relación con los medios de comunicación.

La comunicación institucional

La comunicación institucional se encuentra dentro de la comunicación política, y es aquella que realizan los representantes públicos cuando ostentan el poder. A diferencia de la comunicación electoral, adquiere un tono más calmado y abierto al consenso (sobre todo cuando no se tiene mayoría absoluta en las cámaras legislativas). También posee un carácter más racional que emocional, puesto que se centra en comunicar las políticas que una institución pública está llevando a cabo más que en transmitir emociones (que también, pero en menor medida).

Si en el caso anterior el objetivo era la persuasión, la comunicación institucional apunta a la rendición de cuentas. El representante público debe contar las medidas que está llevando a cabo, para así proyectar una coherencia entre lo que prometió en campaña por medio de su programa electoral y las acciones que realiza durante su mandato.

El representante público suele acompañar su comunicación de una puesta en escena con una liturgia determinada, que se corresponde con una necesidad simbólica más que con una instrumental. Este fenómeno fue definido por Daniel Boorstin como pseudoacontecimientos. Un ejemplo de pseudoacontecimiento fue la presencia de George Bush en la zona cero tras los atentados del 11S, que es puro simbolismo cuando agarra un megáfono y expresa a los terroristas “pronto sabrán de nosotros”.

La comunicación institucional también tiene mucho que ver con los ciclos de las políticas públicas en los que se encuentre un gobierno. En una legislatura de cuatro años, cuando un líder llega al poder, en el primer año la cobertura se focaliza en su proyección (contar su biografía, el equipo que le rodea y sus principales líneas políticas) y se dice que vive una “luna de miel”, dado que todavía no se pueden realizar reproches a la gestión. En los dos siguientes años, más técnicos, se suelen aplicar medidas de contención del gasto y la tramitación de las principales iniciativas. Finalmente, en el último año se reservan las medidas “estrella” y se comunican los logros, apreciándose una tendencia más electoralista en la comunicación a medida que las elecciones se aproximan.

La comunicación corporativa

La comunicación corporativa es aquella que realizan las empresas para dar a conocer su actividad y aproximarse a sus públicos. A diferencia de la comunicación política y la institucional, los presupuestos destinados a la comunicación son más flexibles (no posee el grado de fiscalización y control de unos presupuestos públicos) y los públicos a los que se dirige se encuentran menos dispersos (no se da el fenómeno catch-all).

A su vez, la comunicación corporativa tiene una faceta más estratégica, ya que posible diseñar un plan de comunicación a largo plazo, dado que una empresa no está tan expuesta al acotamiento temporal de una legislatura y a los vaivenes propios que caracteriza a la política.

La comunicación corporativa tiene un doble objetivo: por un lado, salvaguardar la reputación o construir una imagen de marca de una determinada empresa para lograr la mayor rentabilidad posible con su actividad; por otro lado, influir en las decisiones de los representantes públicos a favor de sus intereses. Este último objetivo tiene que ver con lo que se conoce como lobby.

Muchos de los estudiantes que optan por realizar estudios relacionados con la comunicación política, lo hacen en cierta medida entusiasmados por llegar a trabajar en las bambalinas del poder. Sin embargo, tras realizar los estudios, la práctica demuestra que, si bien existe un mercado con posibilidades de trabajar como asesores o consultores políticos, el ámbito de la comunicación corporativa ofrece más salidas profesionales (tanto de asesor como de consultor) por una serie de razones: existen más empresas que partidos políticos; no se requiere el requisito “confianza política” para acceder a un cargo de asesor; y existe una mayor estabilidad en el puesto de trabajo.

En conclusión, la comunicación política, la institucional y la corporativa, comparten un objetivo común, que es la salvaguarda o la creación de una reputación y lograr cierto grado de influencia y notoriedad en la organización que se constituye como emisora.

La persuasión, la rendición de cuentas y la construcción de la imagen de marca, son algunos de los objetivos que se marcan las organizaciones y que son ejecutados por los profesionales de la comunicación que se integran en las mismas. Tal y como se ha explicado, aunque exista una mayor vocación a querer ejercer las profesiones de consultor y asesor en el ámbito de la política, probablemente por su carácter más apasionado, en la práctica es  más fácil encontrar trabajo en el campo de la comunicación corporativa.