La Casa de Papel y sus personajes
Si hay una serie que recientemente se ha convertido en todo un fenómeno de masas, esa es la Casa de Papel. Como sabrán, básicamente trata de un hombre muy espabilado (el profesor) que reúne a un elenco bastante variado de individuos con el objetivo de llevar a cabo un robo a gran escala.
Nada más y nada menos que pretenden robar en la Casa de la Moneda y el Timbre e imprimirse su propio dinero. De hecho, tras lograrlo, no tienen otra cosa que hacer que asaltar el Banco de España para robar el oro y los secretos nacionales que éste aguarda. Desde luego, empresas nada sencillas.
Lo curioso de esta serie es que la trama está contada desde el punto de vista de los atracadores, lo cual hace que el espectador se sienta próximo a los que en teoría deberían ser los antagonistas.
En efecto, Tokio, la ladrona que se encarga de narrar la historia, consigue que el público olvide que ella y sus camaradas están cometiendo delitos gravísimos. Lejos de reprenderlos, el público adora a Helsinki, a Nairobi, a Denver y al resto de la pandilla, que como es sabido, tienen nombres de ciudades para evitar ser reconocidos.
Paralelamente, las autoridades del Estado, no generan demasiada simpatía. Cierto es que un buen ciudadano debería de alinearse con la Autoridad, y más cuando ésta trata de poner fin a un robo y a un secuestro con numerosos rehenes.
Sin embargo, pequeños “defectillos” que observamos en el sistema, entre ellos la violación de los Derechos Humanos, nos hacen pensar que los buenos no son tan buenos. Por cierto, esto último no solo ocurre en la ficción, sino que desgraciadamente también es observado en la realidad. La muerte de George Floyd es ejemplo de ello.
Así, en suma, nos encontramos con que unos y otros justifican su mala praxis en la conducta del enemigo. La policía utiliza sus artes oscuras porque se siente impotente ante la flagrante comisión de varios delitos de gran impacto mediático. Los delincuentes pisan el acelerador contra la Autoridad porque el más joven del grupo es sometido a torturas mientras que otra compañera es herida de manera grave por amar a su vástago.
No obstante, hay una doble verdad detrás de todo esto. Por un lado, los coautores del robo han atentado contra bienes jurídicos protegidos, tales como la propiedad privada, la libertad de movimiento y la seguridad. Lo hacen, además, para enriquecerse.
Por otro, la policía, que encuentra su legitimación en la Constitución y que tiene como objetivo la salvaguarda de los Derechos y las libertades, escupe en las normas más básicas del sistema que persigue proteger.
Las Cortes Españolas, si atendemos a lo expuesto más arriba, están hechas de papel en la actualidad. Todos los políticos y políticas se excusan en la conducta del otro. No entonan una disculpa ni muestran la más mínima señal de reconocimiento de sus errores así les vaya la vida en ello.
Y es que inspirados en la Casa de Papel, el Congreso y el Senado nos han ofrecido una trama tan intensa como la pensada para la pequeña pantalla.
La trama
Como ya sabe todo el mundo, el pasado 8 de marzo se permitieron marchas feministas por todo el país, pese a que días más tarde se declararía el Estado de alarma por el Gobierno con motivo de la crisis sanitaria originada por la enfermedad de la Covid19.
Dicha pandemia, que desgraciadamente se ha cobrado miles de vidas de personas en todo el mundo, no ha sido un problema español. Antes bien, ha sido una catástrofe global que ha asolado a medio mundo.
Además, el 8 de marzo no sólo se permitieron manifestaciones feministas. El transporte público funcionaba a pleno rendimiento, los eventos deportivos no eran censurados y en los centros educativos había una letal normalidad.
Ante este río revuelto, la oposición política de nuestro país supo rápidamente que había mucho donde pescar. Era una oportunidad en bandeja para pedir responsabilidad administrativa o, cuanto menos, política(*).
Sin embargo, PP y Vox, conscientes de que el Derecho criminal tiene mucho más gancho en la opinión pública, decidieron exigir responsabilidad penal. Emprendieron así el camino hacia un destino que no podía ser otro que el archivo de la causa judicial.
Parece entonces que la actuación del Gobierno ha sido convalidada por los Tribunales, cuando la realidad es que éstos simplemente han descartado la responsabilidad penal, lo cual era fácil de intuir. En el pecado llevan su penitencia.
La razón por la que la oposición ha errado es muy fácil de entender. El Derecho penal es puntilloso y cuadriculado como el profesor. De hecho, un alumno de primero de Derecho aprende al comenzar la carrera que el Derecho penal es la última ratio. Que se debe reservar para aquellos supuestos especialmente graves. También que para la condena de una persona se requieren dos elementos, el volitivo y el intelectivo, si bien en una escala de grises.
Esto significa que una persona tiene que conocer, y al menos, aceptar, el daño que causa al bien jurídico protegido. Obviamente, ideología al margen, cuesta pensar que el Gobierno conociese y aceptase la producción de miles de muertes.
La jueza, en un trabajo ejemplar, ha estudiado la causa. No se ha dejado amedrentar por las influencias que emanan del ejecutivo. Pero tras estudiar el caso, ha decidido darle carpetazo, precisamente sobre la base de los dos elementos señalados. Muestra así, que tampoco es una marioneta de la oposición, sino una profesional independiente de las que ya no quedan.
Con todo, como ocurre en la ficción, es laborioso buscar algún personaje virtuoso en nuestro Congreso.
No en vano, el ejecutivo, en particular, el ministro Marlaska, no ha estado muy acertado tampoco. En lugar de dejar que la vela prendida se apagase por la falta de oxígeno, decidió echar más leña al fuego. Con todo el tiempo que ha tenido y que tendrá para destituir a ciertas figuras de libre designación y para subir el sueldo a las Fuerzas de Seguridad, ha elegido el momento más inoportuno y sospechoso de todos.
Así, si la oposición instrumentalizó la justicia, el Gobierno no se ha preocupado como es debido de la independencia judicial. Con esto no se prejuzga ni se llega a ninguna conclusión, simplemente se recuerda que la mujer (o el hombre) del César no solo tiene que serlo, sino también parecerlo.
Afortunadamente, como todas las buenas historias, la criminalización de las marchas del 8 de marzo tendrá su spin off.
Y es que el talento no entiende de izquierdas ni de derechas. Véase por ejemplo la gestión de las residencias de ancianos en Madrid. Ya lo ha dicho el Vicepresidente: se ha podido cometer un crimen. Ello a pesar de que existen numerosos testimonios que evidencian que la vergonzosa gestión de los centros de mayores no se circunscribe a Madrid, sino que ha sido, desgraciadamente, algo generalizado. Cierto es que se podría (y se debería) pedir responsabilidad administrativa y política por esto.
Pero, ¿también penal? Bueno, suponemos que la instrumentalización de la justicia es menos obscena cuando es un balón que se pasan unos a otros.
Las consecuencias para los espectadores
Huelga decir que el espectador de la Casa de Papel, por mucho que se sumerja en la trama, es un espectador pasivo. No puede salvarle la vida a ningún personaje querido. No tiene a su alcance revelar las estrategias que darían un giro dramático a lo que está pasando ante sus ojos.
Es un consumidor, únicamente es eso.
Otros ya han decidido por él el final, y han elegido uno trágico, como casi siempre. ¿Nos habremos transformado los votantes en meros consumidores? Hay indicios de que así es.
A diferencia de lo que acontece en una serie, en la realidad los espectadores sufrimos las consecuencias del melodrama continuo al que estamos sometidos. Nuestra sociedad pierde el tiempo, y eso no se recupera.
Ignoramos temas de vital importancia para el resurgir de nuestro país tras la Covid 19. Citemos algunos: Primero, la mejorable coordinación entre Estado y Comunidades Autónomas. Segundo, el sistema sanitario nacional no tan robusto como cabía pensar. Tercero, el sistema educativo que naufraga sin saber muy bien quién lleva el barco. Cuarto, las residencias de los ancianos que han construido este país y a las que más pronto que tarde nos tocará ir para quedarnos. Y quinto, la reconstrucción (y reconducción) de nuestra economía, que ha quedado hecha jirones de épocas boyantes que no volverán solas.
Tienen que disculpar, empero, a nuestros diputados y diputadas. Los pobres no saben ya si son líder de oposición, ministros o actores de reparto (de los bien pagados, eso sí). Debe ser agotador buscar el titular más disruptivo, el minuto de oro televisivo o el trending topic del día. Por este motivo sus palabras son duras como piedra.
No en vano, hay diputados que entran al Congreso como tales y salen convertidos en hijos de terroristas, asesinos o golpistas frustrados. Sin embargo, los argumentos de los hombres y mujeres del congreso, como los relojes de Dalí, suelen ser blandos. El símil, además, no acaba aquí. El artista pintaba esperpénticas muletas para sostener los objetos blandos que tanto plasmó en sus cuadros.
Hoy, nosotros, la opinión pública, sostenemos las mentes blandas del Congreso cual muleta gracias a nuestra participación en sus debates insultantemente pueriles.
La culpa, no obstante, no es nuestra. Lo que sucede es que los guionistas saben lo que nos gusta. Por eso echan toda la carne en el asador. Trabajan con conceptos de derecho penal, como cárcel o delito, porque nos encanta el morbo. ¿Qué más da cuál sea el medio adecuado para pedir responsabilidades? Aquí lo que importa es tumbar al que piensa diferente.
Lo relevante es que el espectáculo no defraude a los seguidores más fieles. Lo esencial es ganar las futuras elecciones. La solución de los problemas estructurales y que requieren consenso ya si eso para la legislatura que viene.
Por último, ha de destacarse que al igual que en la famosa serie, en la realidad se está perpetrando un robo. De hecho, los ladrones están robando delante de nuestras narices.
En este caso no están imprimiendo billetes ni sacando oro de las arcas públicas (al menos, que sepamos) sino algo mucho más grave. Están sustrayendo la separación de poderes. Y ésta es sagrada es un Estado democrático de Derecho. Ejecutivo, legislativo y judicial han de estar separados.
Porque aquellos sistemas en los que estos tres poderes no lo han estado son sociológicamente mucho más destructivos con el ser humano. Con sus derechos y libertades. Con su desarrollo y prosperidad. Pero tranquilidad, habrá más temporadas del melodrama que ha inspirado estas líneas.
Bella ciao!
Escrito por Pedro Mario González Jiménez.
(*) Estas breves líneas no tratan de dilucidar si esta responsabilidad administrativa o política debe exigirse. El objeto de este artículo no es en absoluto ni criticar ni defender las decisiones del Gobierno en los días previos al Estado de alarma.