Por Juan Jiménez de Reyna
Setenta años hace ya que ser John Maynard Keynes, uno de los economistas más importantes de todos los tiempos, nos dejara. Padre de la macroeconomía, sus aportaciones a la economía fueron numerosas (las curvas de oferta y demanda agregadas, el análisis macroeconómico, etc.).
Fue el encargado de representar a Reino Unido en la negociación de la rendición alemana tras la primera guerra mundial (en la que Francia impuso su criterio), defendiendo que las condiciones impuestas eran inasumibles y que acarrearían problemas futuros (fueron el desencadenante de la segunda guerra mundial). También estuvo presente en la reconstrucción y configuración económica del mundo tras la segunda guerra mundial en las reuniones realizadas en Bretton Woods (donde esta vez fueron los Estados Unidos quienes impusieron su criterio).
Capitalista y adscrito al partido liberal de Gran Bretaña, destacó en su época por ser defensor de políticas de gasto (políticas expansivas) ante caídas de la actividad económica frutos de una crisis, concretamente la de 1929. Pero, ¿qué significa todo esto?
Comencemos desde el principio. 24 de octubre de 1929 en Nueva York. La Bolsa de Valores de Wall Street inicia la jornada con grandes caídas, que se prolongarían los días posteriores, siendo las perores jornadas de la Bolsa de la historia. Lo efectos que siguieron fueron devastadores. Comenzaba entonces la Gran Depresión, la peor crisis económica jamás conocida (¿o ya no?). La gente que había invertido en bolsa se arruinaba, los que tenían negocios, los cerraban. Esto provocaba despidos en masa, más paro. Los que perdían su trabajo, dejaban de tener ingresos para comprar, por lo que el consumo (variable clave) caía. Si la gente no tiene dinero, los negocios no venden, quiebran y despiden trabajadores. El círculo se convierte en una espiral viciosa que, al final, acaba con la actividad económica, arruinando una sociedad.
Hasta aquí la historia. Para entender lo que propone Keynes, situémonos en el plano económico. Existen en la economía diversos agentes: las familias, las empresas y el sector público (además el resto de países del mundo, pero no lo vamos a comentar aquí). Esos agentes, intervienen en la sociedad demandando bienes y servicios. La suma de toda su demanda se conoce como “Demanda Agregada” o DA. Se distingue la demanda de cada agente por distintos nombres: lo que demandan las familias se denomina “consumo”, la de las empresas se denomina “inversión” y el del sector público se llama “gasto público”.
Sobre estas “variables”, el Estado puede intervenir: el consumo está sujeto a impuestos, la inversión está sujeta a unos tipos de interés y el gasto público puede aumentarse o disminuirse según decida el gobierno. Volvamos a la crisis de 1929. Hemos dicho que el consumo caía porque la gente se encontraba sin trabajo y las empresas quebraban por lo que la inversión disminuya, además, a un ritmo alarmante. ¿Qué propuso entonces Keynes para solucionar el problema? Aumentar el gasto público. De esta manera, aumentando la actividad pública generamos empleo (transitorio), por lo que el desempleo disminuye, la gente aumenta su “consumo”, por lo que las empresas inician de nuevo la actividad económica y así, todos los agentes impulsan la economía.
Pero, ¿cómo se paga esto? ¿de dónde saca dinero el Estado? Hasta ahora solo hemos hablado de la mitad de la propuesta. Verán, para financiar esto Keynes propuso que, en época de bonanza, cuando todos los agentes contribuyen al crecimiento de la economía y, para evitar burbujas de crecimiento, es entonces cuando hay que subir impuestos, subir los tipos de interés y bajar el gasto público. Esto se llama política “restrictiva” y su objetivo es frenar el crecimiento y “llenar” las arcas del Estado. De esta manera, si la economía cae, no será desde tan alto y, además, tendremos recursos para salir pronto de ella. En definitiva, se trata del cuento de la cigarra y la hormiga. Keynes pretendía que los estados fuesen hormigas, que guardasen recursos para cando tiempos de crisis lleguen.
¿Qué pasa con Keynes en la actualidad? Los partidos de corte socialdemócrata a nivel europeo han sido los abanderados de las políticas keynesianas, pero con un pequeño matiz: solo nos hablan de la parte de “gastar”. Veamos algunos ejemplos.
En el año 2008 ( a finales) el gobierno de Rodríguez Zapatero impulsó una medida estrella para impulsar la economía frente a la crisis: el plan E ¿lo recuerdan?. Con ese plan el gobierno se dedicó a realizar obras públicas (que no inversión) por valor de más de 12.000 millones de euros. Relativizando, el gobierno invirtió en este plan un 1,15% del PIB del año 2008 (es decir, un 1,15% de lo que producimos todos los españoles en un año). ¿Pero es mucho o poco? Para que se hagan una idea, esa cantidad es la que se gastó ese año aproximadamente entre el ministerio de Economía y Hacienda y el del Interior (1,19% del PIB). Además, los efectos no fueron los esperados, el empleo siguió cayendo y la producción del país también. Nos encontramos con que el problema persistía y además, la deuda aumentaba. Y es que el gobierno de Zapatero se acordó de Keynes sólo para gastar, y se olvidó de la parte del cuento que habla de la “hormiga” y se convirtió en cigarra, aumentando el gasto público desde que ganara las elecciones de 2004 en más de un 37% hasta 2008 (en números, el gasto público de 2008 fue de 126.025 millones de euros).
Si nos situamos más en la actualidad, un ejemplo claro de apuesta keynesiana serían algunas propuestas económicas del partido Podemos (ahora “Unidos Podemos”), que en total supondrían un aumento del gasto en 25.000 millones de euros. La cuestión es que, si en España persiste a día de hoy el déficit, y sin ahorros que nos permitan acometer estos nuevos gastos, una llegada de Podemos supondría un mayor déficit para el Estado (cabría analizar aparte las medidas de este partido para aumentar ingresos). Lo que parece claro es que, de alguna manera, supondría una subida de impuestos. En cuestión, se suman a la teoría keynesiana, pero solo en la parte que conviene.
Sin duda estas medidas de uno u otro partido pueden generar mayor o menor controversia, o se puede estar más o menos de acuerdo en función de las ideas de cada uno. Lo que sí está claro es que se amparan de forma injustificada en la teoría económica de John Maynard Keynes tan sólo para dar veracidad a sus propuestas, cuando en realidad hacen caso omiso de esta teoría en su conjunto. Si el pobre Keynes levantara la cabeza…
Bibliografía
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