La Novena: la herencia maldita de Beethoven para la humanidad

Si tuvierais que elegir, ¿cuál sería el himno de la humanidad?¿Qué obra representaría mejor la identidad humana, sus contradicciones, sus hazañas y sus fallos?

Escrito por Gabi Gutiérrez.

En el 250º aniversario del nacimiento de Ludwig van Beethoven, os traigo una propuesta: la Novena.

Beethoven nace en diciembre de 1770 y vive una infancia miserable, prisionera, con un padre alcohólico y maltratador que quiere hacer de su hijo un genio como Mozart. Beethoven comienza a destacar realmente en la música en la adolescencia. A partir de ahí, se convierte en un músico legendario y las sinfónicas se pelean por sus obras.

Cree en la libertad como si fuera su dios. Tiene mal genio, desprecia la etiqueta, la aristocracia y las convenciones sociales. El archiduque de Viena, Rudolf, llegó a incluir a Beethoven como excepción a las normas de etiqueta de la corte tras varios enfrentamientos. Le dedicó a Napoleón su tercera sinfonía y cuando éste se declaró emperador, borró la dedicatoria. Se burlaba de reyes y príncipes, vivió peleado con todo el mundo, pobre y se mudó más de sesenta veces.

Odiaba la censura. Su colega Friedrich von Schiller había escrito un poema titulado “Oda a la libertad”, que la censura cambió por “Oda a la alegría”. Este se lo cedió a Beethoven y Beethoven se rió de la censura creando la Novena con ella, su máximo himno a la libertad.

La compone prácticamente sordo. La música es matemática, pero Beethoven realmente sólo puede escucharla en su cabeza. Mezcla réquiems de muerte, elegías heroicas, óperas italianas y alemanas y música militar. Cuando la estrena en 1824, la sala está llena y él lleva doce años sin subirse a un escenario. La gente lo flipa: una sinfonía nunca había llevado percusión, y mucho menos voz humana en coros y solistas. 

El compositor no escucha a la orquesta: sigue la sinfonía con la cabeza. Al acabar, alguien tiene que darle la vuelta para que vea al público aplaudiendo porque él no puede escucharlo y sigue en la partitura. Beethoven acaba aquí con la era de la música clásica y comienza el romanticismo. Después, por fortuna, la sordera y la muerte impiden que el genio se entere de lo que se hace con su obra.

Su oda a la libertad de la humanidad es ensalzada por Bismarck como la representación de la superioridad de la raza alemana. Esta idea será reutilizada por los nazis, y representada por el entonces nazi Von Karajan en la París conquistada.

Bakunin dice que es la perfecta representación de la anarquía. Engels asegura que es el himno de la humanidad. Lenin la escucha y propone que sustituya a la Internacional, porque suena mucho más revolucionaria. En 1931, es utilizada por Pau Casals, un violoncelista, en los actos de proclamación de la 2ª República española.

La escuchan los kamikaces japoneses antes del ataque a Pearl Harbour, la cantan los franceses e ingleses resistiendo enfrentando el avance nazi. Es tocada en 1933 en Festival de Bayreuth con la presencia de los más altos cargos del régimen nazi y en el cumpleaños de Adolf Hitler, que dice mientras tararea que Beethoven debería ser el verdadero Führer. La toca Mascagni, músico oficial de Mussolini, en conciertos multitudinarios por toda Italia. Durante la guerra, es la pieza musical más representada en ambos bandos. Al acabar, la radio alemana la pone de fondo para anunciar el suicidio de Adolf Hitler.

En 1961, al son de la Novena, se alza el Muro de Berlín. 

Suena como apertura de muchas ediciones de los Juegos Olímpicos, y en 1956 y 1964, lo hace también como himno común de los equipos de las dos alemanias. Se hace popular en los conciertos de año nuevo en Japón. En el 72 el Consejo de Europa la convierte en su himno y en 1985, los jefes de gobierno de la UE la convierten en el himno de la Unión Europea. Von Karajan, que ya no es nazi, interpreta el nuevo himno de la Europa libre y unida. 

Paul Robeson la canta contra el racismo y los racistas en Sudáfrica la usan como propaganda del apartheid. Cuando se decide el estándar de duración de un CD de música, se fija en 74 minutos, porque es lo que dura la Novena.

En 1989, al son de la Novena, cae el Muro de Berlín.

El 31 de enero de 2020, mientras arrían la bandera británica del Parlamento Europeo, yo estoy allí con los ingleses que no están de acuerdo con el Brexit y una orquesta de violines y coros improvisados está tocándola en la Plaza de Luxemburgo de Bruselas. Y a mí se me cae un lagrimón que flipas.

Si tuviera que escoger una obra que, por sí sola, justificara la existencia de la humanidad, os diría que la Novena.

Os dejo aquí mi interpretación (corta, claro) favorita, a modo de flashmob.

En los compases finales estás ondeando una azul estrellada más grande que la de Plaza Colón… o invadiendo Austria, según para dónde te tire. 

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