La familia Bélier, como cada familia, tiene sus particularidades. Quizás, la más sorprendente, o la que más extraña a los sujetos normalizados, es que se trate de una familia de sordos en que la única oyente sea su hija Paula, de dieciséis años.
La película podría ser un tremendo drama, pero por suerte el cine francés tiene un nivel pragmático de inteligencia lo suficientemente elevado como para realizar una cinta sin prejuicios y en ocasiones, divertidísima.
La familia Bélier es bastante excéntrica pero queda en manos del espectador si esto viene dado por la sordera, porque son franceses, porque son granjeros… Y todo este cuadro se altera cuando Paula descubre que tiene un don, cantar. Paradójico que tenga un don que sus padres no pueden apreciar, por lo cual, es un don difícil de entender para ellos. Pero la cosa no queda aquí porque hay otro eje muy interesante en la historia. El señor Bélier se presenta a alcalde de su pequeño municipio. Hay quien puede pensar que es absurdo, hay quien apuesta por ser políticamente correcto o correcta y dará vueltas a la cuestión para terminar planteando lo mismo ¿un alcalde sordo? Pero ya he dicho que la película es para disfrutarla y no hace falta pasarlo mal autoanalizando nuestros prejuicios. Paula es la primera en espetarle a su padre la cuestión. Entonces él plantea una interesante respuesta, muy en consonancia con el postulado de algunas comunidades de personas sordas. Alega que él es sordo igual que Obama es negro, aclarando que para él ser sordo no es una tara, es otra cultura.
Como he dicho, son muchas comunidades las que apuestan por entender la sordera como una cultura diferente. De hecho, hay corrientes de los movimientos de vida independiente que también apuestan por concebir la discapacidad en su totalidad como otra cultura, entendiendo que hay determinados códigos e historia común que los equiparan a grupos étnicos. Se trata de un nuevo desafío a la corriente medicalista o los modelos sociales, yendo un paso más allá de lo planteado en el anterior artículo: se entiende que el cuerpo no es que sea defectuoso sino que es diferente en un sentido étnico… La experiencia de la discapacidad está condicionada por la sociedad, pero no tanto en un plano político sino en uno etnocultural. Bajo este foco la discapacidad genera valores compartidos, orientaciones vitales, como si se tratase de una minoría lingüística o racial; generando por tanto, una identidad propia.
En este sentido, la concepción se basa en que es la experiencia y la vivencia de la desigualdad la que hace que se identifiquen en un mismo colectivo una persona tetrapléjica y una con síndrome de Down, y no porque ambos compartan el juicio que la OMS hace de ellos. Sobra decir que este enfoque recibe críticas y es cuestionado tanto por personas con discapacidad como por quienes estudian la materia. Mis dudas personales son algo más simplistas pues a día de hoy aún me pregunto si existe un colectivo de personas con discapacidad, dejando a un lado las valoraciones administrativas y los etiquetamientos históricos…
Volviendo al tema que nos ocupa, a partir de los años sesenta surgen corrientes que comienzan a considerar a las personas sordas como una minoría lingüística, en lugar de como personas con discapacidad. La base viene dada, según quienes teorizan sobre la materia, por el hecho de que una persona sorda no tiene mayor desventaja frente a la sociedad que la que tendría una persona que desconociera el idioma del lugar donde se encuentra. El postulado se enroca un poco más al subir un escalón, pues esta hipotética persona podría aprender la lengua no nativa que la rodea, pero la persona sorda empleará otra forma de trasmisión lingüística, en este caso mediante una lengua visogestual. Aquí comienza pues la perspectiva de la “minoría linguística”.
Una vez argumentado que la sordera no tiene la dimensión discapacitante que la sociedad oyente le atribuye, el siguiente eje es el de considerar que las personas sordas conforman una minoría lingüística, aunque debiéramos hablar en plural pues las lenguas de signos son muchas y variadas y no sólo se diferencian entre países, también entre regiones, incluso existen diferencias entre la lengua de dos ciudades geográficamente próximas. Por otra parte, sería conveniente desterrar el arcaico concepto sordomudo pues realmente, salvo alguna excepción muy específica, estas personas no carecen de capacidad fonadora, simplemente es complicado hablar si no has escuchado hablar, alterando así el natural aprendizaje por imitación, y pese a todo, hay actualmente otras técnicas para realizar el aprendizaje del habla oral en personas sordas.
También es cierto que existen muchos niveles de hipoacusia; hay personas que conservan resto auditivo, hay quienes recuperan audición con adelantos médicos, existen quienes desarrollan una mejor destreza en la lectura de labios…
Al hilo de esto, en la película aparece brevemente un entrañable personaje también sordo pero con resto auditivo que además habla. Podríamos decir que es bilingüe pues también se comunica con lengua de signos. En cierto momento Paula comenta que toda la comunidad detesta a este hombre… ¿es por su bilingüismo? ¿es por ser algo así como un esquirol de la comunidad? La película no lo aclara aunque es entretenido sacar alguna conclusión propia viendo su breve pero curioso papel en la historia.
Paula es una adolescente que como la mayoría de ellas, no siempre está conforme con la vida que le ha tocado en suerte, al igual que con su familia o sus padres. Pero sin ánimo de destripar la cinta, es aún más curioso cuando la madre se descubre con un asombroso discurso en que lamenta profundamente tener una hija oyente ¡con lo que ella odia a los oyentes! Cuenta que sufrió una enorme decepción cuando le dijeron que su hija oía perfectamente, pero que su marido la consoló diciendo que la educarían como sorda y que así su hija sería sorda en su cabeza, su pensamiento.
Independientemente de los juicios de valor que podamos emitir al respecto, resulta divertidísimo (al menos para alguien como yo) ver este discurso al otro lado de la normalidad, una especie de mundo al revés donde los lamentos los produce la no discapacidad.
La familia Bélier es una familia entrañable, con sus disputas, como todas, su hijo algo salido, como muchas, con la típica visita familiar al ginecólogo en que la hija adolescente hace de intérprete… eso es menos frecuente, pero proporciona una escena memorable, vamos a admitirlo, la normalidad es demasiado aburrida.
BIBLIOGRAFÍA
Jiménez Pérez, G. y Serrato Calero, M. M. Del padecimiento a la diversidad: Un camino hermenéutico. REDIS, Revista Española de Discapacidad, V 2 N 2, 185-206, 2014.
Moscoso Pérez, M. La discapacidad comoDiversidad Funcional: Los límites del paradigma etnocultural como modelo de justicia social. DREIA: Dilemata, Revista Internacional de Éticas Aplicadas. V 3 N 7, 77-92, 2011
Serrato Calero, MM. Mediación y Discapacidad ¿Nuevas respuestas para viejos problemas?. XII Jornadas presente y futuro de la Mediación. 14-15 de Abril, Universidad Pablo de Olavide (Paper), 2015.
Veinberg, S. La perspectiva socioantropológica de la sordera. Consultado el 17 de Mayo