El Profesor tiene un objetivo clave en su estrategia para conseguir que el atraco de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre salga bien: ganarse a la opinión pública. Esto no es una tarea fácil, pero sabe cómo hacerlo. Contamos sus claves.
La primera norma básica que establece para los atracadores es no derramar ni una gota de sangre. Es evidente que por el hecho de ser atracadores van en desventaja respecto a la opinión pública, pero quiere revertirlo y para ello tienen que romper con el miedo desde fuera (desde dentro no, porque si no no hay control ninguno).
La sangre les perjudica, pero si la derrama la policía… Les beneficia. No es voluntario, pero la policía acaba disparando a un rehén (Arturo, el director de la fábrica) pensando que era un atracador. Es grave, y tiene su consecuente castigo social, la inspectora se gana unas críticas muy duras.
Por otro lado, tienen algo muy estudiado, y es que tienen como rehén a Alison Parker, la hija del embajador británico. Esta cuestión pone al Gobierno entre la espada y la pared, porque si esa chica está mucho tiempo en la fábrica secuestrada, puede concurrir hasta en malas relaciones internacionales para el país.
El Profesor lo tiene muy claro, por eso lo utiliza: decide dar a elegir a la inspectora entre liberar a ocho rehenes o a Alison Parker. La inspectora no quiere elegir a Alison, pero al final, el responsable del CNI (y del Gobierno en el caso), el coronel Prieto, le convence y decide salvar a Alison Parker. Habían caído en la trampa, el Profesor publicó en los medios la llamada y puso en evidencia a todo el cuerpo de seguridad, especialmente a la inspectora Raquel Murillo y a todo el Gobierno; una hija de un embajador valía más que ocho personas.
El Profesor, poco a poco, iba consiguiendo posicionar en el ideario colectivo a los policías y al Gobierno como los malos de la historia y continúa haciéndolo. En un flashback, observamos cómo el Profesor explica a los atracadores que deberían constituirse como el 15-M hizo: unos muchachos que luchaban contra el orden establecido y que no tenían nada que perder, eran la resistencia. Ellos querían ser la resistencia también, acorralados, atrapados en una ratonera.
Siguiendo con ejemplos, en otro flashback, el profesor compara la situación con el fútbol preguntando: «¿En un partido Brasil-Camerún quién va a ganar? ¿Y quién querríais que ganara?» Todos llegan a la conclusión, especialmente Moscú, de que, aunque fuera a ganar Brasil, todos iban a animar a Camerún, porque era el débil. El Profesor explica entonces que es una tendencia natural que el ser humano defienda al débil, por eso ellos deberían conformarse como los débiles, los que van a perder, los maltratados, es decir, las víctimas. Al final, si lo pensamos, independientemente de que en unas cosas tengan razón y en otras no, el independentismo catalán lo hace continuamente: se posiciona como víctima maltratada por un enemigo muy definido (el Estado español).
Pero, ¿cómo ser los débiles? Durante el atraco, la situación se pone fea para los ladrones, y deciden pasar a la acción de forma más evidente para ganarse a la opinión pública. Le proponen a la inspectora liberar a once rehenes, pero con una condición: que entre una cámara y un periodista cuando se les libere. La inspectora quiere rechazar, pero el Profesor vuelve a chantajearle con publicar la conversación y que todo el mundo sepa que «no quiere liberar a once rehenes», lo que le hace aceptar.
Acaba entrando La Sexta a la fábrica y les acoge Berlín, sin máscara (los medios ya le conocían) y saca su lado más empático. Habla con los rehenes casi cariñosamente delante de la cámara, y acaba denunciando las mentiras de la policía acerca de su persona y enseñando el cuerpo sin vida de un atracador (Oslo). Imágenes y discurso demoledores, era la última estocada para tener de cara a la opinión pública. El programa fue trending topic (TT) mundial.
Al final lo que construye el Profesor en realidad no es más que un discurso puramente populista, ya que posiciona a la policía como el enemigo a batir, que miente, que es corrupto, y construye un sujeto que quiere desafiar al poder (los atracadores) que viene de la mayor de las miserias y de la pobreza (es el débil, pero también el valiente).
Además, contábamos lo del 15-M, pero en el último capítulo ya, el Profesor hablando con Raquel Murilllo, acaba haciendo un monólogo brutal contra los bancos y criticando el rescate, así como lo que se llamó «inyección de liquidez». El Profesor dice que, si lo de ellos es una «inyección de liquidez», pues lo nuestro (nosotros) también.
Toda esta crítica, añadido al folclore partisano de la resistencia y teniendo como himno el «Bella ciao», construye a lo largo de la trama, a los atracadores como una fuerza antisistema y contrapoder, que lucha y quiere liberarse.
En definitiva, el Profesor, aunque no se diga explícitamente, no es experto en atracar, es experto en comunicación política.