Juan Espadas y la renovación

Juan Espadas en un mitin durante las primarias del PSOE de Andalucía

“El PSOE presenta una cabra y gana la cabra”, decía Alfonso Guerra cuando se creía que los socialistas no perderían Andalucía jamás. El candidato o candidata socialista -la cabra- podría ganar la Junta, pero de conservarla sin un discurso y acción de gobierno claros no se ha dicho nada. La inercia, precisamente, es lo que ha llevado hasta aquí. La inercia de creer que la comunidad autónoma que más votos socialistas dispensa en cada convocatoria electoral se mantendría en el tiempo rememorando la lucha por la autonomía y lo conseguido -que es mucho-. La gente no vota por agradecimiento, sino por la perspectiva de futuro que ofrecen los políticos. La inercia ha hecho que el PSOE no presente una visión de Andalucía. 

Esa misma inercia provoca que no haya habido una visión política capaz de entender que el tablero exige además desarrollar y fomentar una estrategia de pactos para mantenerse en el poder. Una de las causas fácilmente olvidadas del desgaste del gobierno socialista es la abrupta ruptura de la coalición con Izquierda Unida, conseguida y mantenida por Griñán pacíficamente y desprestigiada por Susana Díaz para adelantar elecciones en Andalucía. Díaz necesitaba una victoria electoral que la reforzara como plausible líder nacional. Quizás es este es el primer intento manifiesto de comenzar la carrera por la Secretaría General del PSOE. Un adelanto de elecciones que la llevó a pactar con Ciudadanos y alejar a Manuel Chaves y José Antonio Griñán de la primera línea de la política. Durante la última legislatura socialista quedó patente la falta de entendimiento del PSOE con su izquierda y la incapacidad para llegar a acuerdos en el futuro con Teresa Rodríguez o con Podemos Andalucía.

En aquel momento eran necesarios, hoy, instaurada la política de bloques y con la posibilidad de que en las próximas autonómicas concurran tres partidos a la izquierda del PSOE, son imprescindible. 

Esa inercia o desprecio a la realidad parlamentaria pudo afectar a la decisión de Díaz de convocar elecciones anticipadas con tal de no coincidir con Pedro Sánchez en las urnas. Este otro mal calculado adelanto electoral provocó que el PSOE perdiera el poder en Andalucía. Cuando la izquierda pierde las elecciones en Andalucía es por demérito del PSOE. 

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Quizás el más acertado análisis de Susana Díaz estos años ha sido saber leer que el 2-D “Andalucía no se acostó de izquierdas y se levantó de derechas”, aunque no haya podido interpretar las causas de la abstención de más de 400.000 andaluces que sí acudieron a votar en las generales de abril. Sorprende esta liquidez estratégica de la que fue la principal exponente del PSOE años atrás, ya que ha ido incorporando a lo largo de esta campaña ciertos temas que a ella no le han terminado de funcionar.

Podría haber funcionado la arenga a los militantes socialistas por más autonomía frente a Ferraz, si Andalucía no fuera la federación más poderosa del PSOE, que ha conseguido marcar liderazgos a lo largo de la historia. Podría haber funcionado el feminismo, si no hubiera incendiado las primarias con sus acusaciones de machismo que provocaron las respuestas de compañeras recordando que fue, precisamente, la primera mujer en presidir la Junta de Andalucía. Camisetas de In women we trust aparte. Podría haber funcionado su deseo de volver a San Telmo, sino pesara aún la carrera hacia Madrid que comenzó. También podría haber servido enfrentarse ante el aparato federal, señalando a Juan Espadas como el candidato designado de Sánchez, pero sería olvidar que si alguien puede hablar sobre qué significa el aparato de un partido, es Susana Díaz. Quizás la mejor estrategia de Susana Díaz hubiera sido presentarse como la líder antisanchista por excelencia, por continuar la táctica de Isabel Díaz Ayuso, cuyo marco de libertad ya es made in PP. El discurso es bueno, el problema son los hechos.

La tardía convocatoria de primarias, activada solo ante un hipotético adelanto electoral, ha resucitado la posibilidad de activación de un partido incapaz de marcar oposición al gobierno de Juanma Moreno. 

Es precisamente a las causas del descalabro con cada convocatoria electoral donde debe girar el análisis socialista, por romper la inercia instaurada antes de dar definitivamente por perdida Andalucía gracias a la falta de renovación y la consolidación del liderazgo de Juanma Moreno, con una comunicación cada vez mejor. 

Las primarias del 13 de junio no son solo unas elecciones internas en una región, tendrán una lectura en clave nacional, sobre todo para engrosar el discurso de debilitamiento de Pedro Sánchez si Juan Espadas, el candidato de la renovación, pierde frente a Díaz. 

El discurso de la candidatura de Juan Espadas se ha concentrado en dos fechas claves. La primera, el fatídico 1 de octubre que condujo a las primarias que dividieron en dos facciones al partido, hasta ahora irreconciliables. La segunda, la pérdida del gobierno el 2-D por lo que demandaba una profunda autocrítica. El propio debate entre los candidatos sirvió para que Espadas denunciara lo que, para él, es un error: creer que ahora sí el PSOE cumpliría sus promesas al volver a la Junta, sin cambiar ni el proyecto o la candidata, que en este caso es prácticamente lo mismo. 

Las primarias, como ya sabemos, las carga el diablo. Sea cuál sea el resultado, lo que deberían aprender los militantes socialistas es que, contrario a lo que se ha sentenciado, el PSOE es mucho más que sus líderes. Y Andalucía es mucho más que el PSOE.