Por Adrián Caballero Escobar.
Publicado originalmente en The Social Science Post
En los últimos años, estamos asistiendo a una llamativa politización de todos los ámbitos de la sociedad. La indignación social provocada por la creciente desigualdad, la precariedad laboral, el paro y los tan sonados casos de corrupción política no han cambiado por completo la normas del juego en las campañas de los partidos políticos españoles aunque sí han pronunciado el uso de estrategias; unas estrategias que si bien ya formaban parte de los instrumentos tradicionales para captar votos, ahora pueden ser analizadas con más facilidad debido a que parecen estar más a la orden del día que nunca. La política mediática y mediatizada, haciendo uso de la difusión de escándalos y hechos vergonzosos, resulta eficaz a la hora de hundir al rival y consolidar imágenes negativas de los dirigentes políticos.
En esta labor, la política del escándalo no olvida la tendencia ciudadana a confiar demasiado en las características personales del líder político, dejando a veces de lado la calidad de los programas políticos y atendiendo más al carisma que demuestran los dirigentes en su saber estar público: estilo de vida, declaraciones en medios de comunicación, gustos, entretenimientos, etc. Es este el motivo por el que la mayoría de las noticias que benefician a un partido político son ajenas a las verdaderas preocupaciones de la vida cotidiana, presentándose la información como noticias de entretenimiento que incluyen la personalización de un partido en un líder político concreto y pretendiendo que el individuo elegido conecte con las emociones e intereses personales del ciudadano.
A través de los medios de comunicación se dan a conocer los escándalos al conjunto de la sociedad. Aquellos políticos que se ven involucrados en escándalos no solo producen mejores noticias y dan lugar a horas de tertulias televisivas, sino que además dan mala propaganda a la formación política a la que se adscriben, despertando en el posible votante una sensación de conocimiento o previsión sobre la naturaleza moral de un partido político al completo. Estos medios de comunicación no solo demuestran a la audiencia su buena función a la hora de garantizar la información justa para estar al tanto de la actualidad política, sino que también crean una idea de lo que debe ser considerado la actualidad política como tal, aumentando las posibilidades de que cualquiera de los contrarios utilice la información con la implícita intención de hacer daño.
Política en la era de la información:
Sin entrar en juicios de valor sobre la legitimidad de todos los partidos políticos para usar estos métodos, nuestra labor divulgativa es la de advertir que todos los partidos disponen de servicios de información afines a su línea ideológica. En este sentido, detrás de la puesta en escena, programada y vista en los escaparates mediáticos habituales, existe toda una legión de intermediarios que entre partidos intercambian amenazas y contra-amenazas, lo que asegura una cierta reciprocidad en la pretendida destrucción entre los adversarios políticos.
Ya que la política mediática contemporánea es coetánea a la era de la información, valerse del escándalo es un instrumento muy generalizado para provocar golpes decisivos dentro de las batallas políticas que tienen lugar en el contexto actual. Cuando ya ha sido creado un mercado en el que se mueve el material informativo dedicado al escándalo, no todos los escándalos son reales o no todos son contrastados, por lo que se aprovecha la sobreinformación para desinformar, rellenándose ciertas grietas con invenciones, insinuaciones y contenidos informativos de sucesos que, aunque no tienen porqué ser penados por la ley, sí están sancionados socialmente por la ética de la mayoría. Por ejemplo, no es ilegal que un individuo investigado por corrupción haga uso de su capital para pasar unas vacaciones con todo tipo de lujos, pero a sabiendas del enfado que esto puede provocar en la gente, es primordial para la oposición hacer uso de aquellos documentos audiovisuales que muestren a estos supuestos delincuentes disfrutando de momentos que serán tomados como inmerecidos, forjándose así toda una colección de imágenes que quedarán grabadas a fuego en el recuerdo de la ciudadanía.
Los think tanks de la política:
Estas campañas de desprestigio personal no son el resultado de la improvisación, sino que están calculadas al milímetro por los think tanks (o laboratorios de ideas) pertenecientes a las instituciones políticas. El uso de dichos think tanks políticos se inició en los Estados Unidos hace aproximadamente tres décadas, aunque el fenómeno se extendió rápidamente por todo el mundo debido principalmente a su eficacia. Dichos laboratorios de ideas están formados por politólogos y expertos de diversos campos de la comunicación y las ciencias sociales, responsables de analizar y comprender los procesos cognitivos de la población para aplicar los resultados de sus estudios y diseñar, a posteriori, tácticas útiles con el fin de ganar las elecciones.
Como conclusión, hay que afirmar que una proporción considerable de las imágenes que retenemos sobre los partidos políticos, así como de las personalidades que los encarnan, están condicionadas como consecuencia de la existencia de imaginarios promulgados por profesionales de la comunicación y el poder, estrategas en las reglas de este juego. Es por lo tanto muy complicado desatender el bombardeo constante de los medios de información y formar criterios no contaminados de intereses partidistas, que a diario inundan los mass media. Basándonos en algunos autores que documentan las tareas claves de los procesos de desacreditación del personaje político, podemos diferenciar las siguientes etapas, ilustradas hábilmente por Stephen Marks en la obra“Confessions of a Political Hitman”:
‹‹Paso I: el sicario político desentierra la basura. Paso II: la basura se entrega a los encuestadores, quienes, a través de sofisticados sondeos, pueden determinar qué partes son las más dañinas en opinión de los votantes. Paso III: los encuestadores dan sus resultados a los encargados de publicidad de los medios, que colocan los dos o tres asuntos negativos más perjudiciales en televisión, radio y correo directo para destrozar al adversario político. El tercer paso es realmente impresionante. Me maravilla el increíble talento de los estrategas de las campañas… Cuando todo termina, la verdad ha salido a la luz y, a menudo, el contrario ha sufrido un serio descalabro en la campaña, del que muchas veces no se recupera.››
Bibliografía:
BAUMAN, Z. y DONSKIS, L. (2015): “Ceguera moral: la perdida de sensibilidad en la modernidad líquida”(Antonio Francisco Rodríguez Esteban, trad.), Barcelona, Paidós.
BOSETTI, G. (2007): “Spin, Trucchi E Tele-Imbrogli Della Politica”, Venecia, Marsilio.
CASTELLS, M. (2010): “Comunicación y poder” (María Hernández, trad.),Madrid, Alianza.
MARKS, S. (2007): “Confessions of a Political Hitman: My Secret Life of Scandal, Corruption, Hypocrisy and Dirty Attacks That Decide Who Gets Elected (and Who Doesn’t)”, Naperville, Sourcebooks.