Año 2011. Corren tiempos de incertidumbre: Los indignados despiertan en sol, vivimos una crisis económica y hay un adelanto electoral por parte de un presidente del Gobierno exhausto. Un clima que conduce a la gran victoria de Mariano Rajoy, quien arrasa en las elecciones generales del 20 de noviembre, obteniendo por el camino el mejor resultado en toda la historia del Partido Popular.
Pocos imaginaban – imaginábamos – que aquella noche España vería su última mayoría absoluta.
Las décadas donde las mayorías absolutas se alternaban con gobiernos minoritarios apoyados en los partidos nacionalistas, además de la resiliencia del bipartidismo (imperfecto) a los primeros efectos de la crisis y el 15M, habían convencido a la opinión pública de que el bipartidismo era una realidad inamovible; sin embargo, los tiempos cambia, y con ellos las familias. Pronto aparecieron nuevos niños en el barrio, disputando los juguetes – diputados – a quienes habían hecho uso único de ellos – ver gráfico inferior – durante 30 años con sus sucesivas elecciones generales, autónomicas, municipales y europeas.
Fuente: De Rhgm – Trabajo propio, CC BY-SA 4.0
Mitos y realidad de nuestro sistema de partidos
Antes de proseguir con la evolución de nuestra querida familia de partidos, debemos hacer un alto para explicar de manera breve algunas de las explicaciones sobre nuestro sistema de partidos, a fin de desmontar en el proceso algunos mitos.
En primer lugar, nuestro sistema electoral no es mayoritario por más que en alguna ocasión se haya repetido de forma insistente. Contamos con un sistema proporcional, similar a la mayoría de nuestros vecinos europeos, aunque luego cada país conserve sus singularidades. Para quien quiera profundizar en esto de los sistemas electorales, al final encontrará material sobre el tema.
Regresando al sistema electoral, cabe preguntarse: ¿por qué nuestro sistema de partidos se ha parecido tanto a los de países con sistemas mayoritarios como Reino Unido o Francia? La razón, y encontramos aquí un segundo mito, no depende tanto del sistema electoral, del que ya hemos visto cómo tolera el multipartidismo en los últimos años, como de las divisiones o ‘cleavages’ entre los españoles. El eje izquierda-derecha situaba en el centro-izquierda y en el centro-derecha a dos formaciones mayoritarias, incapaces de aglutinar a todo su espectro, con el Partido Comunista de España – luego IU, luego Ps e IU y ahora UP y MP – a la izquierda del PSOE y Fuerza Nueva – hoy VOX – a la derecha del PP. Es este ‘enfrentamiento’ entre izquierda y derecha lo que daba forma al sistema de partidos en España, aunque no se pueden negar los efectos mecánicos del sistema electoral español, complemento ideal para el singular cóctel bipartidista del que han ‘disfrutado’ los ciudadanos hasta hace escasos años.
Regresando a nuestra querida familia de partidos, no fue hasta las elecciones generales de 2015 cuando se certificó la quiebra del bipartidismo; sin embargo, siguiendo la evolución de la opinión pública, podemos ver la forma en que el PP y el PSOE fueron perdiendo fuelle durante la legislatura previa a los comicios que dieron la bienvenida a Ciudadanos y a Podemos. En la primavera de 2013, el bipartidismo estaba por debajo del 50%, sumando solo un 47,5%. UPyD e IU, formaciones que, durante un suspiro miraron de tú a tú a las formaciones mayoritarias en sus bloques ideológicos, llegando a alcanzar prácticamente el 30%. Desde aquella primavera donde parecía que todo iba a cambiar, recordando el ‘hit’ de Niños Mutantes – cercano en el tiempo a este proceso de cambio – UpyD se desvaneció ante la irrupción de Ciudadanos en la política nacional e IU, tras décadas a la sombra del PSOE, vio cómo Podemos logró postularse como la fuerza del cambio desde la izquierda. Con el mismo sistema electoral, se pasó de dos partidos grandes y una retahíla de organizaciones nacionalistas a tres partidos grandes, uno mediano y a la serie de partidos nacionalistas (con menor presencia ante el auge de las confluencias de Podemos).
Últimos vaivenes en el sistema de partidos
Como ya sabemos, el sistema de partidos no se ha mantenido así. La familia ha crecido – aún más – con un hijo rebelde llamado Cayetano. La irrupción de VOX al calor de la inflamada situación política catalana y una agenda mediática marcada por la inmigración ha terminado de modular la familia. Su llegada provocó la salida de casa de Albert, quien pagó cara su rebeldía ante la matriarca popular. Estos cambios, acelerados por la sucesión de acontecimientos fugaces en la que vive instalada la política contemporánea, ponen de relieve la desestructuración de la familia política española.
Su complejización es tal que en los últimos tiempos el joven hijo hippie, Íñigo, parece estar creciendo a gran velocidad. El constante cambio demográfico, con cientos de miles de españoles falleciendo e ingresando al cuerpo electoral cada año, unido a las transformaciones continuas de la agenda mediática – Cataluña, feminismo, inmigración… – y a los cambios socioeducativos, con un incremento de la formación académica y una reducción de la fe católica, nos invita a pensar con cautela sobre el futuro de una familia cada vez más numerosa, llegando a contar con hasta 19 miembros después de las últimas elecciones generales. Esta elevada cifra ha hecho saltar las alarmas hasta en el Opus Dei, temerosos de que su récord de hijos sea batido por la partitocracia de nuestro país.