Quizás el símbolo de la rueda multicolor le resulte familiar a más de una persona. A lo mejor tienen en mente que algunos miembros del ejecutivo de Pedro Sánchez lo lucen como pin en sus apariciones públicas; o tal vez recordarán haberlo visto en sus perfiles oficiales de las redes sociales. Ambas respuestas son correctas, pero…¿qué representa?
Es el logotipo de la Agenda 2030 y de sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), una iniciativa de las Naciones Unidas que persigue impulsar la construcción de sociedades más sostenibles en una triple óptica: ambiental, social y económica. En esencia, son un conjunto de objetivos y metas universales que los Estados miembros de la ONU se han comprometido a utilizar para enmarcar las políticas nacionales e internacionales de desarrollo durante los próximos 15 años.
La clave de estos ODS está en que necesitan del impulso y el trabajo de todos los niveles territoriales de esos Estados, adquiriendo especial importancia en el ámbito local. Los gobiernos locales se convierten en agentes clave que, junto al sector privado y a la ciudadanía, disponen de las herramientas necesarias para avanzar en la consecución de esta Estrategia.
¿Cuándo surgen los ODS y qué son exactamente?
En la Cumbre de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas del 25 de septiembre de 2015 en Nueva York, 193 Jefes de Estado y de Gobierno de países miembros de Naciones Unidas adoptaron la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, como estrategia común para todos los países con la finalidad de alcanzar un desarrollo equitativo.
Los ODS se remontan a los Objetivos del Milenio (ODM), que fueron acordados en 2001 en la Asamblea número 55 de Naciones Unidas, en la que se aprobó la Declaración del Milenio. Los ODM supusieron el primer esfuerzo mundial para acabar con una situación de desigualdad y desajuste social.
En 2015, cuando vencían estos objetivos, se comprobó que habían existido avances en su desarrollo, pero quedaba un largo recorrido para lograr su consecución plena. A raíz de esta reunión se decidió revalidar los compromisos, construyendo así una nueva Agenda de desarrollo sostenible que recogiera un total de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, compuestos a su vez por 169 metas. Esta Agenda tenía la misión de servir de guía a todos los países, orientándolos para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad de todas las personas como parte de una nueva concepción del desarrollo global.
A diferencia de los ODM, en este caso los Objetivos no se enfocarían exclusivamente en la intervención en países del Sur global sino que también adquiere importancia el avance en los principios del desarrollo sostenible en los países del Norte. De este modo, para su consecución se abarcan las necesidades locales, los desafíos de desarrollo nacionales y los retos de carácter transnacional.
Así, entre sus principales características encontramos que se trata de una Estrategia centrada sobre todo en las personas, con carácter universal y transformador. Sus principios se articulan desde una perspectiva múltiple y transversal: desde lo social, lo cultural, lo económico y el medio ambiental; donde también la promoción de alianzas estratégicas con quienes abogan por los mismos objetivos se convierte en esencial y necesaria.
La localización como herramienta principal de los ODS
Con la llegada de la Agenda 2030 la escala local pasa de ser solo un espacio de intervención a constituirse como un agente clave, capaz de trasladar cambios a la sociedad. Gracias a su capacidad de movilización de recursos e interacción con la población, los gobiernos locales se erigen como sujetos conductores de la implementación de los ODS.
Este proceso capacitador de las autoridades y entidades locales, para la ejecución de iniciativas cuya finalidad es el avance hacia el desarrollo sostenible, es lo que se denominó como la “localización de los ODS”. En esencia, estos agentes cuentan con una mayor oportunidad para funcionar como un vínculo entre los objetivos globales y las comunidades locales, adaptando las metas a las realidades y necesidades del entorno para construir municipios sostenibles, equitativos y sin desigualdades.
Con esta óptica en la que prima lo cercano y cotidiano, la Agenda 2030 adquiere su gran punto a favor, pues es capaz de trasladar objetivos etéreos y de carácter transnacional hasta lo particular. Así, con la evolución del conjunto de los entornos locales hacia el desarrollo sostenible se consiguiría el cumplimiento de la Estrategia.
Además de las administraciones, la Agenda 2030 otorga un gran peso a la participación de todos los actores clave del territorio (entidades públicas, ONGs, empresas privadas, etc) y de la propia ciudadanía, a través del impulso de mecanismos de participación ciudadana y del fortalecimiento institucional y de las organizaciones civiles, construyendo así un nuevo modelo de gobernanza de gran potencial.
Además, a partir de la entrada en vigor de la Agenda los gobiernos locales del mundo fueron adquiriendo conciencia sobre la importancia de su papel en el desarrollo sostenible y en la aplicación de los ODS, impulsándose la construcción de redes de cooperación entre los agentes del cambio para desarrollar nuevas iniciativas que pueden ser compartidas e implementadas en diferentes localidades.
Tras cinco años, los primeros compromisos oficiales comenzaron a ponerse sobre la mesa y parecía que en los entornos locales se iba avanzando en la sensibilización y consecución de los ODS. Sin embargo, los recientes estragos del Coronavirus han supeditado en un aparente segundo plano los diálogos con respecto a la Agenda 2030 y han acrecentado los problemas que se padecían hasta la fecha.
Los informes de los organismos internacionales alertaban estos meses de un recrudecimiento de los índices de pobreza y hambruna, de una merma en la calidad de la educación a causa del déficit en el acceso a los medios online, y de un incremento de las desigualdades sociales y de género debido a la pérdida de empleo en los hogares. Sin duda, la pandemia ha expuesto las debilidades que nuestro sistema venía arrastrando en las últimas décadas, produciéndose un atraso de lo conseguido hasta la fecha.
Sin embargo, esta situación también ha servido para fortalecer a la sociedad civil y a todos sus actores. Una vez finalice el periodo de “lucha” contra el virus y comience la reconstrucción, ya se posee una hoja de ruta que permite trazar una estrategia común a partir de la cuál avanzar.
La Agenda 2030 se convierte entonces en una oportunidad para avanzar en la construcción de un sistema diferente, más igualitario con las personas y que no deje a nadie atrás. La ONU señala que esta crisis pide a gritos liderazgo, solidaridad, transparencia, confianza y cooperación.
Las metas de los ODS pueden ser las precursoras de unas medidas globales, innovadoras y coordinadas que sirvan para estimular la regeneración económica, social y ambiental. Apostando por la economía circular, la protección de los derechos humanos, la igualdad de género, la cohesión social, los entornos sostenibles y la colaboración como principios para proteger a las generaciones presentes y futuras. En definitiva, se requiere de una solución global para todos.
Escrito por Javier Durá.
Bibliografía
CEPAL (2018) “La Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible: Una oportunidad para América Latina y el Caribe”.
FAMSI (2020) “Guía para la implementación de los ODS en el ámbito local de Andalucía”.
López, M. (2020) “¿Dónde quedaron los ODS y la Agenda 2030?” El País
ONU (2020) “La pandemia de coronavirus es una oportunidad para construir una economía que preserve el planeta”. Noticias ONU
Vilariño, A. (2020) “Los ODS, amenazados por el coronavirus, pero salvables con colaboración”. Compromiso Empresarial