La posmodernidad: el abandono de los grandes relatos

El fin de los grandes relatos de Lyotard para la filosofia de la posmodernidad

De la Modernidad y la posmodernidad han corrido ríos de tinta y se han vaciado cientos de botellines de cerveza en animadas conversaciones que fuerzan y tratan de encontrar sentido al palabro de moda en círculos académicos y filosóficos.

1. Los grandes relatos de la modernidad

La posmodernidad es el abandono de los grandes relatos o metarrelatos, a la manera de Lyotard. Los metarrelatos son las grandes ideologías del siglo XIX, que eclosionaron en el XX, como el liberalismo, el socialismo, el fascismo, o el cristianismo de nuevo cuño (para diferenciarlo del tradicionalista). Para tener en cuenta las características de los grandes relatos, suelo usar la descripción que Hannah Arendt da en El origen del Totalitarismo para explicar la ideología, según la autora, ismos con aspiración a explicar totalmente la realidad.

Toda ideología parte de un axioma comúnmente aceptado para desarrollar a partir de ahí su propia lógica. Este axioma puede ser la lucha de clases, los beneficios del libre intercambio de productos o la raza o grupo étnico, y a partir de ahí, es capaz de deducir el resto. Por ejemplo, nosotros podríamos dilucidar los rasgos básicos del marxismo solamente explicando la lucha de clases, y de ahí, deducir que una clase roba a otra (plusvalía), que una clase no quiere perder sus privilegios y para ello desarrolla una estructura idónea para mantenerlos (superestructura), y que además, esta dinámica de clases, por su injusticia, cae por su propio peso (revolución proletaria). Son un cuadro completo totalizante.

Toda ideología, o gran relato, es eminentemente emancipatorio y buscar la creación colectiva de la utopía, la búsqueda de una Arcadia. Poniendo ejemplos básicos, Adam Smith no buscaba escribir un tratado sobre economía; buscaba escribir un tratado sobre la felicidad. Siguiendo en la órbita liberal, la Declaración de Virginia de 1776 buscaba la felicidad de todos los hombres. El fin último del socialismo es el comunismo, esa etapa donde se termina la lucha de clases y todos los proletarios controlan los medios de producción. El nazismo, por muy aberrante que nos suene, buscaba su propia utopía: una Gran Alemania para el ario.

No obstante, para lograr la utopía, los grandes relatos imponen grandes sacrificios: la desigualdad para lograr la prosperidad en el caso del liberalismo, la burocracia estatal y el totalitarismo en el caso del socialismo y un período de “guerra total”, al más puro estilo Goebbels, para el nacionalsocialismo.

2. Pequeños relatos frente a la caída de los grandes relatos

Como dijo Lyotard, la Modernidad murió en Auschwitz. Ante la incapacidad mostrada por los grandes relatos, el sujeto posmoderno construye sus pequeños relatos, a veces contradictorios, para lograr una vida más cómoda y sencilla. Estos pequeños relatos pueden ser construidos  veces de manera contradictoria, pero eso es irrelevante, al no tener propósitos generales, sino un propósito particular.

En la creación de los pequeños relatos, Vattimo tiene mucho que ver al explicar el pensamiento blando arriba citado, un pensamiento permeable que abre la puerta a la multiculturalidad, la tolerancia y el pacifismo. Tal y como dice Vattimo en esta entrevista el El País en 1989, el pensamiento débil es una anarquía no sangrante, que propicia áreas de libertad y emancipación. Y niega la falta de compromiso de esta filosofía: en el mejor de los casos es un pensamiento ascético.

Otra forma de explica la posmodernidad es, en palabras del propio Lyotard, el grado cero de la cultura contemporánea, y consiste en escuchar reggae, ver un western, comer en un Mc Donald´s a mediodía y cenar comida local por la noche (nótese que en España esto sería al revés), perfumarnos a la manera de París en Tokyo y vestirnos al estilo retro en Hong Kong.

A Nietzsche se le suele considerar el primer posmoderno por sus ataques a la razón y a los ídolos, por la construcción de un individuo libérrimo ajeno a cualquier moral. Desde este nihilismo positivo quizás sea la forma más importante de encarar al individuo posmoderno, más que desde el hedonismo y el cierto punto de borreguismo que se le suele achacar al fenómeno.

3. La Modernidad no se ha terminado

Es Habermas quien trata de poner freno a los posmodernos en una conferencia al recibir el premio Adorno. Para Habermas, la modernidad es un proyecto incompleto, inacabado, y no es cuestión de enterrarla. Para el filósofo alemán, debemos rescatar  todo lo que podamos del proyecto moderno y terminarlo.

Partiendo de la base weberiana del desencanto del mundo, Habermas articula el discurso comunicativo con el proyecto moderno. La originalidad de Habermas, por tanto, radica en recuperar la Modernidad olvidando los antiguos postulados tecnicistas decimonónicos, dándole importancia a la acción comunicativa y al lenguaje.

Sin embargo, Habermas no deja de usar falacias ad hominen contra los argumentos posmodernos, a querer relacionarla con los movimientos conservadores y premodernos. Por supuesto, estas críticas son respondidas por Lyotard en La posmodernidad explicada a los niños.

Independientemente de la lectura que se le haga a la posmodernidad, está claro que es un fenómeno de calado y que ha venido para quedarse. Ya sea como una suerte de fin de la historia a lo Fukuyama, como una crisis civilizatoria de Occidente a lo Hungtinton o como la creación de masas con el pensamiento blando, el fenómeno está presente en las sociedades que han vivido la Modernidad en su máximo esplendor y ahora sufren su rebasamiento ante la imposibilidad de esta de dar respuestas económicas, morales e incluso ontológicas.

La posmodernidad, por tanto, puede vivirse de forma adocenada, en un frenesí hedonista y consumista sin rumbo ni consuelo, como la pérdida total del individuo de su capacidad de resistencia a las masas. O, como propone Vattimo, vivir ese pensamiento blando como forma de librarnos del dogmatismo, de la acritud existencial, y abrirse a la sensualidad y a las oportunidades que ofrece un mundo cada vez más interconectado y plural, y liberarse de las grandes prisiones teoréticas que consideran al individuo un peón en el camino hacia la utopía.

Un mundo mejor pero que de momento solo ha dejado el camino sembrado de cadáveres. De todas formas este artículo no deja de ser una pincelada de un complejo y heterogéneo mundo. La posmodernidad también comprende corrientes postestructuralistas, filosofía del lenguaje y análisis proposicional, sociología e incluso corrientes de Historia. Una corriente filosófica que, desde luego, no deja indiferente a nadie.