La Unión Europea ante el abismo populista-nacionalista
Diariamente, cuando encendemos nuestro televisor o accedemos a la información de cualquier tipo de medio de comunicación, una de las noticias de cabecera de la sección internacional suele estar relacionada explícita o implícitamente con el original y delicado momento que atraviesa la Unión Europea. Que el Club de los 28 (próximamente 27) está inmerso en su mayor crisis de identidad desde su nacimiento hace ahora 60 años, es una verdad que ningún gobierno o ideología niega.
Desde 2008, el estallido y posterior efecto de la crisis ha hecho aflorar un egoísmo perenne en el seno de numerosos Estados miembros. Lo que en principio suponía un pulso de cariz económico por parte de los territorios más ricos en defensa de “lo suyo” respecto a las cesiones a otros países europeos vía Bruselas, ha cristalizado en un auge de numerosos movimientos de extrema derecha con una raíz ideológica común: defensa de los valores patrióticos y recuperación de la soberanía nacional frente a la intromisión creciente de la Unión Europea en los asuntos nacionales.
Pese a que la Unión Europea salvó su primer match ball en las recientes elecciones austriacas y neerlandesas, el pulso de la extrema derecha euroescéptica no está ni mucho menos lejos de marchitarse. En países como Francia existe un partido consolidado que está llamado a ser uno de los posibles candidatos a gobernar el Hexágono en los próximos años, y en otros territorios clave del edificio europeo como Alemania, la extrema derecha peleará en septiembre junto a la democracia cristiana y los socialdemócratas por el puesto de canciller en Berlín.
Como se ha explicado, la razón de ser de muchos de estos movimientos de extrema derecha es la defensa y anteposición de su nación a los designios comunitarios. No obstante, otra de las características inherentes a esta ideología es el rechazo hacia lo foráneo. En este sentido, el caso más actual y analizado es la creciente islamofobia de muchos Estados miembros a raíz de la crisis de refugiados, o los atentados perpetrados por individuos radicalizados en la ortodoxia islámica. En algunos territorios de la Unión Europea partidos gobernantes como el de la Ley y la Justicia polaco o el FIDESZ húngaro, pese a no ser catalogados de partidos de extrema derecha, sí poseen una ideología profundamente nacionalista y, hasta cierto punto, hostil a la presencia de inmigración extraeuropea en sus fronteras.
Hungría y Transilvania: una historia de amor a espaldas de Rumanía
Analizando el caso de Hungría, se trata de un país de amplia mayoría católica (en torno a un 70%) y profundamente conservador en algunos aspectos como la legalización del aborto o la homosexualidad. Su primer ministro Viktor Orban ha sido foco de polémicas en numerosas ocasiones por su talante políticamente incorrecto y su profunda e intransigente defensa de los valores húngaros frente a todo lo que pueda suponer una amenaza para la “Patria de Árpad”. Pese a que la identidad húngara se ha formado en base a las tradicionales invasiones extranjeras que han sufrido las llanuras del Danubio históricamente, actualmente Orban parece haberse olvidado de este matiz y cierra sus fronteras con Croacia para evitar la llegada a su territorio de refugiados en situación de extrema precariedad.
La paradoja es clara: el príncipe Árpad, invasor magiar y supuesto descendiente del sangriento Atila es el héroe de la nación húngara y es ensalzado por cada uno de los que dicen formar parte de ésta; un padre sirio con su hijo en brazos en busca de una vida mejor es considerado una amenaza a los valores húngaros.
Otro aspecto del exacerbado y ortodoxo nacionalismo húngaro abanderado por Orban y gran parte de la clase política de Budapest, es su defensa de las minorías magiares que moran más allá de sus fronteras. En algunos casos este apoyo se ha traducido en un reconocimiento de las reclamaciones soberanistas de estos grupos. Un claro ejemplo es la cuestión de Transilvania.
Los húngaros de Rumanía
Para entender qué ocurre en la actualidad en las tierras del conde Drácula, es necesario realizar una breve mención a la que fue la última gran potencia de Europa Central: el Imperio Austrohúngaro. Si hubo en Europa un territorio más multicultural y, a la vez, complejo fue el Imperio Austrohúngaro. Pervivió desde 1867 (cuando se fusionó el Imperio austriaco de los Habsburgo y el Reino de Hungría) hasta el fin de la Primera Guerra Mundial, y se basaba en una dualidad en la que el centro de poder se repartía entre Budapest y Viena. Ocupaba la mayor parte de la región balcánica y de la Europa danubiana, estableciendo un delicado equilibrio en un crisol de etnias que en muchas ocasiones guardaban profundas rivalidades históricas.
Uno de los ejemplos más célebres de esta complicada convivencia se dará precisamente en Transilvania. Pese a ser un territorio que en la actualidad es administrado en su totalidad por Bucarest, cuenta con regiones en la que la minoría húngara es del 20%, siendo ésta del 6,5% para la totalidad del país. De hecho, Rumanía es el país del mundo (después de la propia Hungría), donde más población de origen magiar habita (en torno a 1.200.000 personas).
Estas minorías húngaras en Rumanía son conocidas como székely y han supuesto tradicionalmente un quebradero de cabeza para los diversos gobiernos rumanos. Quizás el periodo de la historia rumana en la que se mostró un talante menos conciliador será durante la dictadura comunista de Nicolae Ceacescu, quien llevó a cabo importantes políticas de represión contra la minoría magiar transilvana, a la que se le prohibió el uso de su lengua y cultura en un territorio que llevaban poblando desde hacía siglos y que, por los avatares fronterizos de la Gran Guerra, habían quedado bajo soberanía rumana.
No obstante, la minoría húngara jamás renunciará a su particular herencia y, derrotado Ceacescu, formarán la Unión Democrática de Húngaros en Rumanía (RMDSZ). Como bien indican en su página web, la RMDSZ es una organización suscrita al Partido Popular Europeo y, pese a no ser considerada un partido como tal, sí ha ayudado a diversos ejecutivos rumanos en su formación de gobierno. Desde el 2007 cuenta con representación en el Parlamento Europeo.
En resumidas cuentas, los objetivos primordiales de la RMDSZ es la conservación y desarrollo de la comunidad húngara de Transilvania, la descentralización del país, y el reconocimiento de la autonomía territorial transilvana. Desde su surgimiento, la RMDSZ ha conseguido con el apoyo de la sociedad civil, que la minoría húngara transilvana cuente con las mismas facilidades que el resto de la población rumana, volviéndose a permitir la educación en su lengua materna, y posibilitando su acceso a la carrera funcionarial en el país (medida celosamente prohibida por la dictadura comunista).
Una realidad incómoda para Bucarest, un deseo ¿utópico? para Budapest
Así pues, podemos ver cómo en Transilvania existe un latente movimiento nacionalista y, en último término soberanista que parece no haber importado en demasía a las autoridades europeas. Bien es cierto que la Unión Europea ha adoptado siempre un perfil bajo en lo relativo a los movimientos secesionistas de sus Estados miembros, catalogándolos de meras “cuestiones domésticas”.
Sin embargo, el caso de Transilvania es diferente. Puede decirse sin temor, que es el único movimiento nacionalista formado por una minoría étnica de un Estado Miembro (Hungría) en otro (Rumanía). Además, a pesar de que no existe un explícito apoyo institucional, figuras pertenecientes al partido ultranacionalista Jobbik como Gábor Vona, o el propio primer ministro Viktor Orban han mostrado su simpatía y apoyo por las minorías székely, lo que ha causado diversas tensiones diplomáticas con Bucarest, como la vivida en agosto de 2013.
Algunos sectores de opinión han querido ver en la reforma constitucional de 2012 del gobierno húngaro un guiño a las minorías magiares transilvanas. En la misma, Orban anunció que el Estado húngaro tiene la necesidad moral de asumir la responsabilidad de las minorías húngaras que moren fuera del país y, además, eliminó el requerimiento de vivir en la propia Hungría para poder votar en las elecciones húngaras, facilitando los trámites para adquirir la nacionalidad húngara a dichas poblaciones. Esto último fue considerado una verdadera afrenta por el ejecutivo rumano, quien teme que en su región más pujante económicamente pueda establecerse un movimiento secesionista que, a diferencia de los otros muchos existentes en Europa, sea defendido por otro Estado Miembro con el que además comparte frontera. Precisamente, Rumanía (junto a España) es uno de los pocos miembros de la Unión Europea que no reconoce la independencia de Kosovo. ¿Casualidad?
Para ampliar:
– Estudios de Política Exterior
– Página web de la Unión Democrática de Húngaros en Rumanía (disponible en inglés)