Albania: De Kosovo y la diáspora a la Eurocopa 2016

La selección albanesa de fútbol se ha convertido en una de las sorpresas de la fase previa de la Eurocopa 2016. El pasado 11 de octubre hizo historia tras quedar segunda, justo detrás de Portugal en el grupo 9 –grupo en el que también estaba Serbia, la gran archienemiga- lo cual le vale el pase directo para disputar la Eurocopa de París del año que viene. Un país donde los futbolistas profesionales cobraban 8 dólares al mes en los años 80 y 90 y que en cambio ahora cuenta con una plantilla internacional que milita en las principales ligas europeas jugando un fútbol moderno y de mayor nivel.

Y eso que, conforme comentan muchos albaneses, al equipo le faltan muchos compatriotas que podrían estar jugando con la selección y no lo han hecho. Y eso que más de la mitad de la plantilla actual ya ha nacido fuera de Albania. Compatriotas procedentes de nada más y nada menos que 7 países distintos. Jugadores de primer nivel europeo como Shaqiri –Bayern, Inter-, Mustafi –Valencia- o Behrami –Napoli- podrían haber convertido al equipo de las “águilas” en un combinado mucho más potente y equilibrado. A su vez, muchos deberían jugar con el equipo de su propio país pero en lugar de eso juegan con Albania. A la vista todo esto parece un poco lioso, así que vamos por partes.

Albania y los albaneses

Lugares con población albanesa.

Albania es un país ubicado en la región de los Balcanes entre Montenegro, Kosovo, Macedonia y Grecia. Su población apenas pasa de los 3 millones de habitantes, pero eso sólo si contamos a aquellos que viven en Albania. Como sabéis, las fronteras en la región han cambiado
muchas veces durante siglos de guerras –la más reciente en 1998-, y la pluralidad de etnias, culturas y sentimientos religiosos ha creado identidades nacionales muy fuertes, pero que no se pueden delimitar dentro un país totalmente homogéneo. Este es el caso de los albaneses, que se encuentran repartidos entre Albania, Kosovo, Macedonia y Grecia, sin contar los millones de emigrantes y refugiados de guerra en otros países del mundo.

Esta situación, como no podía ser de otra manera, también se refleja en el deporte. A continuación vamos a explicar aquello que comentamos al principio acerca de la plantilla que juega –y de la que no juega- con Albania y sus motivos.

Qué pasa con Kosovo

Kosovo formaba parte de la república Serbia hasta 2008, momento en que declaró su independencia de forma unilateral. Por este motivo dicha separación no tiene reconocimiento internacional de casi ningún país. Por tanto, al no ser un estado ni federación de un país reconocido por la comunidad internacional no puede ingresar en la FIFA, motivo por el cual Kosovo no ha jugado la fase de grupos para esta Eurocopa.

Pero más allá de esto, la realidad geopolítica se impone en cuanto a la decisión de muchos albano-kosovares de jugar con Albania –Actualmente, más de 7 jugadores de la selección proceden de Kosovo-, ya que a pesar de que Kosovo era un territorio perteneciente a Serbia, más del 80% de la población es albanesa. La explicación tiene que ver con la fuerte inmigración al territorio a lo largo de muchos años, unido a una mayor tasa de natalidad entre los albaneses que los serbios –en relación de 3 a 1- y los desplazamientos de refugiados tras la guerra que asoló el país entre los años 1998 y 1999, cuando gran parte de la población serbia se marchó para no volver al territorio. Los jugadores kosovares son, además, el núcleo de la selección, ya que muchas de las piezas clave del equipo proceden de allí –Como Taulant Xhaka, defensa del Basilea; Berisha, portero de la Lazio; o Cana, del Nantes-.

Por este motivo, la enemistad antagónica entre serbios y albaneses también tiene su reflejo, como no podía ser de otra manera, en el fútbol. Y para muestra, los incidentes en el primer partido oficial entre Serbia y Albania desde 1967: Alguien hizo volar un drone con la bandera de la Gran Albania en el estadio, terminando en lanzamiento de bengalas, petardos, y aficionados serbios invadiendo el campo para agredir a los jugadores albaneses. El arbitro suspendió el partido y el comité sancionador terminó dando la victoria por 0-3 al conjunto albanés. El asunto tuvo serias repercusiones en la relación entre ambos países -de hecho, las autoridades serbias incluso llegaron a acusar directamente al hermano del presidente de Albania de manipular el drone– hasta el punto que tuvieron que aplazar el primer encuentro entre los presidentes de ambos países en 68 años.

Y es que la cuestión de Kosovo trae mucha cola detrás: Kosovo fue considerada “el corazón de Serbia” por la narrativa épica serbia, ya que allí tuvo lugar la Batalla de Kosovo, en el siglo XIV. La derrota de los serbios frente a los otomanos supuso el fin del sueño de la Gran Serbia como país independiente, y el dominio del Imperio Otomano, el cual duraría seis siglos. Estos ideales nacionalistas se reavivaron en los 90 con la desintegración de Yugoslavia, pero la realidad demográfica de Kosovo es otra. Además hay que añadir que los albaneses son en su gran mayoría musulmanes, mientras que los serbios son cristianos ortodoxos.

Esta disputa de siglos entre albaneses y serbios es tan profunda y arraigada que cualquier intento de tender puentes se enfrenta a grandes resistencias. Tan claro lo tienen algunos que en el Parlamento de Kosovo la oposición lanzó gases lacrimógenos dentro del mismo parlamento en rechazo a retomar el diálogo para normalizar las relaciones entre Serbia y Kosovo.

Albaneses por el mundo

La guerra y la escasez hizo que muchos albano-kosovares buscaran refugio en otros países europeos, principalmente Suiza, Alemania y los países escandinavos. Esto ha propiciado que, dos décadas más tarde, los hijos de estos migrantes y refugiados –con doble nacionalidad, la del país de nacimiento y la de origen de sus padres- los cuales no han perdido sus raíces y ni el sentimiento de pertenencia nacional se hayan incorporado a jugar a las filas de la selección de Albania. Por ejemplo, el caso de Lorik Cana, capitán de la selección y refugiado desde pequeño en Suiza; o el lateral del Napoli Elseid Hysaj, cuyos padres fueron unos de tantos albano-kosovares que emigraron en los 90 hacia Italia en busca de una vida mejor.

Pero quizá el caso más interesante es el de aquellos jugadores de origen albanés que no juegan con la selección de sus padres sino la de sus países de acogida. En los últimos años el seleccionador nacional llamó a filas a jugadores albaneses que también poseían la nacionalidad de siete países distintos: Suiza, Alemania, Macedonia, Noruega, Finlandia, Bélgica y Grecia. En muchos casos su mayor nivel futbolístico y la adaptación a su país de residencia les hizo escoger el país en el que han vivido y se han desarrollado futbolísticamente. Aparte, por supuesto, de la incógnita sobre si Kosovo podrá jugar alguna competición internacional en los años en los que se desarrollarán sus carreras futbolísticas

El caso se torna más llamativo aún cuando vemos el caso de la selección suiza de fútbol: La mejor plantilla de la historia del fútbol suizo –que le valió para pasar a octavos de final en el Mundial 2014 y su clasificación para la Euro 2016- cuenta con al menos 5 jugadores albano-kosovares. Un ejemplo de como la inmigración enriquece a la sociedad en la que se integra, en este caso en torno a los valores del deporte.

Otros jugadores de primer nivel que han preferido jugar con otras selecciones son Adnan Januzaj, extremo del Manchester United y del Borussia Dortmund, que juega con Bélgica; o el valencianista Mustafi, nacionalizado alemán.

El fútbol es, por suerte o por desgracia, el reflejo de cómo se comportan nuestras sociedades modernas. Y en el caso de los Balcanes, el nacionalismo a ultranza y los conflictos entre grupos étnicos todavía está presente en gran parte de la sociedad. Por suerte, una nueva generación de jóvenes nacidos lejos de estos celos antagónicos pueden ser la clave para permitir pasar página y lograr la convivencia pacífica entre todas las personas. Y en el caso de Albania, los recién consagrados héroes de la patria futbolística tendrán que dar ejemplo de todo ello a las generaciones futuras, si quieren dar pasos adelante en la normalización de la convivencia. Lo primero que dijo Cana, capitán de la selección, tras la clasificación para la Euro fue “Acabamos de cumplir un sueño. Los serbios podrán beberse una cerveza mientras nos ven por la tele jugar la Eurocopa de Francia”. Por lo que parece, todavía queda mucho que recorrer en la conciliación entre albaneses y serbios.