4 Claves para entender las protestas en Rusia en defensa de Navalny

Manifestación en apoyo a Navalny en Rusia

Por segundo sábado consecutivo, una oleada de protestas sacude la Federación rusa. Seis días después de la detención del opositor Alexei Navalny, el 17 de enero, miles de manifestantes inundaron las calles de más de un centenar de regiones, algo sin precedentes en la historia del país y acompañadas de detenciones masivas. Las marchas se dirigían en apoyo al líder de la oposición, arrestado por motivos poco contundentes y tras haber sobrevivido a un intento de asesinato por envenenamiento. El artículo tratará de analizar las claves para entender las protestas y qué supondrán para la política del país.

Escrito por Marta Matitos Sánchez.

NoviChok y el palacio de Putin

Las protestas podrían decirse que son fruto de una reacción acumulada. El malestar masivo de la población rusa ha ido cogiendo fuerza en las redes sociales, y aquellos con acceso a Internet han sido partícipes de otra realidad a la que la prensa y televisión acostumbran.

El pasado verano el líder de la oposición Alexei Navalny permaneció un mes hospitalizado en Berlín tras ser víctima del agente nervioso Novichok, un arma química soviética desarrollada durante la Guerra Fría. El líder acusa al Kremlin de intento de asesinato por envenenamiento. 

Durante su estancia en Alemania, publicó un documental donde expone la financiación de un palacio que pertenecería a Putin, y que se ha tratado de ocultar durante más de una década desde el inicio de su construcción en 2005. 

El ejecutivo se desentiende de tales acusaciones, pero esto, unido al descontento que lleva arrastrando la población desde las últimas reformas constitucionales, ha llevado a la población a concentrarse para pedir la puesta en libertad del político y exigir responsabilidad.

Vista de un edificio

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Derechos y libertades fundamentales

Parece que en Rusia se ha desencadenado un escenario similar al del pasado otoño en Bielorrusia. El “gran sábado”, como algunos lo llaman, culminó en centenares de detenciones. Pero el movimiento anti-Putin no es nuevo y ni si quiera se puede atribuir a la campaña de desprestigio que dio origen al documental de Navalny. En los últimos años, la población rusa ha visto mermados sus derechos y libertades, como el derecho de reunión o la libertad de expresión. El ejecutivo ha negado al partido y comités organizadores partidarios de Navalny celebrar mítines de apoyo. 

La oposición critica que el ejecutivo ignora la división de poderes, subordinados al poder presidencial. Las acciones no autorizadas del día 23 de enero se intuyen como prácticas represivas que ignoran y restringen derechos. El Kremlin por su parte, acusa a los manifestantes de anti-rusos o extremistas del subsistema. 

El esfuerzo del Kremlin por controlar las comunicaciones se hace latente con las enmiendas a la constitución o la polémica Ley del verano de 2019 que coarta la libertad digital. Todo ello para mantener el statuo quo político que se sustenta en la oligarquía postsoviética envejecida.

Elementos característicos de las nuevas protestas

Histeria predecible de las autoridades. El Kremlin recurre a las prácticas de Lukashenko, y al igual que en Bielorrusia, se repite un escenario de violencia. Además, las tareas de disuasión han surtido efecto. Se estima que la amenaza de arrestos ha disuadido a dos tercios de la población que apoyaba las concentraciones. A pesar de ello, la reacción inmediata de la sociedad ante la violencia policial y la arrogancia legal ha resultado evidente. 

Descentralización de las protestas. Sólo alrededor del 25% de los manifestantes en toda Rusia se concentraron en Moscú, algo bastante inusual, puesto que los moscovitas generalmente dominan las manifestaciones a nivel nacional. La segunda manifestación a nivel de importancia tuvo lugar en San Petersburgo. Pero el acontecimiento realmente característico fue la extensión de las protestas a más de 100 regiones, donde la oposición es tradicionalmente débil. Hacer de esta una protesta genuinamente nacional fue el mayor éxito del equipo de Navalny.

La perspectiva social ha cambiado. Aunque todavía con recelo en la población de mayor edad, la sociedad en todos sus niveles entiende excesiva la conducta del ejecutivo. El escenario de agresión y escalada de violencia proclama una oposición que debería verse representada en el parlamento. Y esto servirá como precuela a las elecciones legislativas que tendrán lugar en septiembre.

El impacto del activismo digital. La movilización a través del uso de las redes sociales empoderaría a los ciudadanos a desafiar el poder estatal y exigir una mayor participación en la toma de decisiones políticas (Castells, 2012). Cierto es que la digitalización ha supuesto un cambio en el activismo político ruso, que ha despertado al ciudadano inactivo y ha brindado oportunidades a la oposición política y a la participación cívica. El equipo de Navalny ha creado una plataforma de voto digital (Smart vote) para dar más transparencia a los procesos electorales. Sin embargo, todavía es latente en Rusia la brecha digital y el poder de los medios de comunicación, que siguen propiciando un clivaje entre la cultura política de la población joven y la de mayor edad.

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El fin del liderazgo autocrático

Los detractores del régimen denuncian vivir en un sistema político estancado y corrupto. Entre las consignas que el Kremlin considera radicales están garantizar la independencia del poder judicial, elecciones honestas y transparentes con representación de los intereses de toda la población en todos los niveles, permitir que las regiones gestionen al menos el 60% del presupuesto, deshacerse de la monopolización excesiva, reducción del control por parte de las agencias de seguridad y los medios de comunicación o una política exterior razonable, equilibrada y dirigida a aumentar el bienestar de los ciudadanos, que no dependa de ambiciones y agravios personales.

Finalmente, las protestas se pueden entender en dos vertientes. Por un lado, la victoria sobre el miedo. El eufemismo “no autorizado” no frenará el ansia de cambio del poder político. Sin duda, Rusia está preparada para ese cambio, pero ello requerirá un objetivo específico, un programa pormenorizado y una consistente estructura de acciones que involucren a la sociedad, incluso a nivel empresarial.

Por otro lado, la oposición critica la falta de representación parlamentaria y la sociedad condena la conducta represiva, a la vez que sigue tolerando impasible los sobornos en especie, los puestos clave, las empresas offshore y las transacciones ficticias que sirven para sustentar un liderazgo autócrata. El reclamo de justicia social puede verse empañado por el afecto a un líder fuerte, Vladimir Putin, a quien la sociedad rusa sigue apoyando a pesar de estos escándalos. Aun cuando ya lo advirtiera Tolstoi en Guerra y Paz, la política rusa parece seguir anclada en una autocracia zarista, cuya premisa es “dejar sentarse a los que ya han robado, pues vendrán nuevos y volverán a robar”. 

FUENTES:

Castells, Manuel. 2012. Networks of Outrage and Hope: Social Movements in the Internet Age. Cambridge and Malden: Polity Press.

LONKILA, Markku; SHPAKOVSKAYA, Larisa; TORCHINSKY, Philip. 2021. Digital Activism in Russia: The Evolution and Forms of Online Participation in an Authoritarian State. En The Palgrave Handbook of Digital Russia Studies. Palgrave Macmillan, Cham,. p. 135-153.

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