Es el gran tema y todo el mundo habla de él. El referéndum de independencia del próximo 1-O en Cataluña acapara toda la atención mediática y el sistema político español se enfrenta a una de las crisis más importantes desde la mítica Transición.
Los ciudadanos están saliendo a la calle y las dos Españas reaparecen. Unos se concentran en plazas para defender el derecho al voto de un proceso declarado ilegal; y otros, como si estuvieran animando a La Roja, se reúnen para despedir a las fuerzas de seguridad de sus territorios que valientemente van a ir a Cataluña a poner a los independentistas en su sitio. Son días de decepción, angustia y esperpento.
La relación entre España y Cataluña se está rompiendo cada vez más, y el clima de crispación que están creando algunos representantes políticos no ayuda. Más allá de calificar de “Hispanofobia” o de “golpistas”, en este artículo solo quiero hablar de escenarios y reconciliación.
Escenarios
Carles Puigdemont realizó en Salvados unas declaraciones que considero que son el punto de partida del éxito o fracaso del referéndum. El presidente reconoció que el pueblo catalán, por medio de una participación suficiente, será el que decida el destino de Cataluña tras el 1-O.
El presidente entendió que una participación suficiente es aquella que supere la obtenida en la consulta del 9-N, es decir, más de un 37% de los votantes catalanes. No se trata de entrar a valorar si este es un quórum suficiente o no. Lo que importa es que este es el porcentaje con el que el gobierno catalán legitimaría su proceso.
Teniendo esto en cuenta, se pueden dar tres posibles escenarios tras el 1-O:
1. Si hay un referéndum el 1-O con una participación suficiente y si:
a) Gana el Sí: en este momento el Gobierno catalán ha anunciado que se produciría la declaración de independencia. Previsiblemente, ante este escenario, el Estado aplicaría el artículo 155 de la Constitución Española, suspendiendo la autonomía para retomar el control del territorio.
b) Gana el No: el Gobierno catalán convoca nuevas elecciones y no tendría legitimidad para declarar la independencia.
2. Si hay un referéndum el 1-O con una participación baja (inferior al 37% pero con capacidad de movilización):
a) Gana el Sí: con una participación baja el Gobierno catalán no tendría legitimidad suficiente para declarar la independencia pero tendría fuerza para seguir manteniendo el relato de liberación. Seguramente achacaría la baja participación al boicot del Estado (presencia policial, cierre de colegios electorales, confiscación de papeletas, etc.) y planearía otro futuro referéndum.
b) Gana el No: probablemente el Gobierno catalán justificaría la baja participación con la idea del boicot del Estado (presencia policial, cierre de colegios electorales, confiscación de papeletas, etc.).
3. Si no hay un referéndum el 1-O:
Puede darse también la situación en la que el Estado consiga, por medio de la presencia policial y el cierre de colegios electorales, que se produzca una participación tan baja que ni el propio Gobierno catalán reconozca el resultado de su propio referéndum. Este escenario sería el que más aumentaría la escala de tensión entre ambos actores.
En todos los escenarios descritos puede aparecer también un elemento nuclear. La detención de un representante político o una carga desproporcionada durante el 1-O, sería una circunstancia por medio de la cual el relato de independencia tendría ya a su héroe reconocible. Con un mártir como héroe los políticos catalanes comenzarían a hablar con más contundencia de la existencia de presos políticos y el relato de liberación del pueblo catalán conseguiría ser más hegemónico.
Reconciliación
¿Qué opinan los ciudadanos? El último sondeo de Metroscopia publicado en El País refleja que para el 61% de los catalanes el referéndum del próximo 1-O no es válido, ya que carece de las garantías suficientes para ser reconocido internacionalmente. En este gráfico muestro la diferencias de opinión por partidos:
Opinión sobre la validez del referéndum de independencia por votantes de partidos en Cataluña
Sin embargo, cuando se preguntaba por vías de solución del conflicto, el 82% cree que un referéndum pactado sería la mejor solución.
Más allá de la vía de la fuerza del artículo 155 de la Constitución Española, es difícil imaginar en el corto-medio plazo una solución basada en el diálogo impulsada por el Gobierno de España. Parece que el partido político que gobierna, Partido Popular, y su principal apoyo, Ciudadanos, no tienen un tono proclive a negociar por un referéndum pactado. Da la impresión de que, pase lo que pase después del 1-O, la tensión va a aumentar y no se vislumbra una rápida reconciliación.
En el medio-largo plazo sí que podría encontrarse una solución al conflicto, por medio del acuerdo de un nuevo modelo fiscal para Cataluña, posiblemente similar al vasco. Aún así, el referéndum de autodeterminación es el tema que está ahora en boga y no tiene visos de retirarse de la agenda pública durante un tiempo.
El papel de los partídos políticos en la reconciliación tras el 1-O
Dado que es improbable que Ciudadanos y Partido Popular cambien su postura sobre la cuestión territorial, dada la vehemencia de su discurso, se especula también con una posible moción de censura, que sería impulsada por el PSOE con el apoyo de Unidos Podemos y los nacionalistas. Desde la óptica del Gobierno de Cataluña, estos partidos políticos (especialmente Unidos Podemos) están más sensibilizados y piensan que tienen más capacidad para afrontar una solución al problema territorial que tiene España.
Aún así, con un PSOE todavía en construcción y con fuertes divisiones internas, tampoco parece que esta opción se pueda dar con facilidad.
El conflicto con Cataluña es un problema instalado en la historia reciente de España. Este momento es una buena oportunidad para pactar un modelo territorial que garantice una convivencia entre los diferentes pueblos que forman parte de España.
Más allá de soluciones basadas en el poder duro y en el lanzamiento de vídeos que buscan enfrentar unas regiones con otras, un Gobierno responsable no debe dejar un problema como este para el último momento.
Los inmovilismos de las dos partes y las decisiones precipitadas solo conducen al incremento de la escala de tensión. No es tarde todavía para realizar un diagnóstico común que reconozca que el modelo del 78 está caduco. Este podría ser el primer paso para afrontar la reforma territorial que necesita nuestro país.