Cuando ha empezado el día 14 de septiembre de 2020, ya nos parecía que el año no podía ser más raro. Horas más tarde escuchábamos que puede que haya indicios de vida en Venus. En términos apocalípticos sólo queda que nos invadan y hoy estamos un paso más cerca que ayer.
¿Cuál será el gentilicio de Venus? Los de marte son marcianos pero, ¿los de Venus? Como todo en esta especie debe tener un nombre, debemos elegir. Uno de los que se me ocurren es “venéreo”, pero tiene mala prensa. Otro podría ser “afrodisíaco”. Venus es el nombre latino de Afrodita, al fin y al cabo. Además, la frase “Los afrodisíacos vienen a quitarnos el trabajo a los españoles” tiene un finísimo juego parlamentario.
Hablando de extraterrestres: unos de los más famosos es Thor que, como ya saben, es hijo de Odín y nació en Asgard. Y cuando todo parecía desalentador, nos dejó una frase maravillosa:
“Asgard es un pueblo” (lo siento, pero viene spoiler)
Marvel tiene algo maravilloso: que no viene con pretensiones. Domina el lenguaje que quiere usar, que ha trabajado hasta la saciedad y que no tiene por qué cambiar porque lo que está claro es que funciona. En ese contexto, pone a directores hábiles y, al menos, a una persona con mucho talento en el casting. Vivo enamorado de Tom Hiddleston y su Loki; de Idris Elba haciendo de lo que él quiera -en la saga de Thor hace del que abre las puertas de no recuerdo bien qué cosa, pero como si quiere hacer de mi vecino- y, cómo no, de Cate Blanchett, que en este caso es la mala: Hela.
Hela es, a modo de la otrora Maléfica -personaje que el postmodernismo ha vindicado-, mala. Una mala de las de antes. Ni es nihilista, ni ha leído a Nietzche, ni sabe quién es Malthus. Es mala y punto. Y, como es malísima, quiere hacerse con el control de Asgard y dominar la galaxia. A esto han de enfrentarse Thor, que es bueno, buenísimo, e Idris Elba. Discúlpenme, pero es que Idris Elba todo lo eclipsa, incluso el nombre de su personaje. También se enfrentará a ella Loki, que es el postmodernismo cárnico: es malo, es bueno al mismo tiempo y es, sobre todo, un chico juguetón.
Ese spoiler del que usted me habla viene justo aquí
La única forma de salvar Asgard es no salvando Asgard. Hela es tan mala que lucha mejor que Thor, Loki, Idris Elba -ay, Idris Elba-, Odín, Hulk y el que se ponga por delante juntos. Se rinden. Nos da el soponcio. Se escucha el “¡no!” que no escuchamos en esa escena del Padrino III. Y al mismo tiempo se salva Asgard. Y es que Asgard no era la ciudad o el país, sino un pueblo, un conjunto de personas. Thor coge a los asgardianos y se los lleva del territorio.
Asgard: la nación que se libera del territorio
¿Podría una nación vivir sin territorio? La definición de nación tropieza cada vez que se habla de la definición de nación. En cualquier caso, hay una conditio sine qua non: en cualquier escenario una nación necesita gente. Tengo muchas preguntas a mí mismo con este tema: ¿Cómo se construye una nación? Creo que con símbolos. ¿Sólo con símbolos? Eso no lo sé. ¿Qué compone una nación? ¿Cuánto cambia una nación? ¿Debe cambiar una nación? ¿Tiene esencia una nación? ¿Quién se ha inventado esta nación?
El postmodernismo en una de sus -a mi parecer- vertientes positivas ha diluido el concepto de nación. Cuando estudié la restauración española me llevaba las manos a la cabeza. Menéndez Pelayo hablando de volkgeist, Donoso Cortés y el catolicismo como espina dorsal de la nación. ¿Pero qué nación? ¿Cuándo podemos empezar a hablar de nación española cuando en los textos legales este término aparece tan sólo desde 1812? Claro, que una nación no puede ser marcada solamente por un texto legal porque, casi siempre, la nación es la que impulsa el texto. Al menos cuando la nación tiene suerte. Ay, qué lío.
Republicanismo de Asgard
Si tuviera que elegir entre República y republicanismo, elegiría lo segundo. Desde mi punto de vista, la República española es un símbolo deseable, pero un símbolo al fin y al cabo. En cambio, el republicanismo es una opción ideológica de respeto y firme defensa, precisamente, de la nación. Y no de cualquier visión de la nación: de la nación como sinónimo de pueblo. Y desde aquí construimos: una democracia fuerte que respete desde el primer hasta el último miembro de la ciudadanía; representada en símbolos a respetar; que cuida de sí misma y de quién esté al lado.
El republicanismo implica, en definitiva, palabras esdrújulas que casi nadie va a tener que aplicarse. No obstante, la forma más sencilla de definirlo es que el republicanismo consiste en cuidar de tu vecindad. Pudiendo ayudar o no, ayuda; pudiendo no estafar a nadie, no lo hagas; pudiendo cuidar del espacio público para la comodidad del barrio, cuida.
Eso es, a grandes rasgos, lo que tiene que hacer el Optimus Princeps de Asgard. Su tierra va a ser destruida si no se van de allí, sin embargo, el Asgard sobrevivirá… En Noruega, con un frío que pela, pero sobrevivirá.
Lecturas contemporáneas
La historia de Asgard se parece, en cierto modo, a la de Israel. A este respecto, me gustaría recomendar Eichmann en Jerusalén, de Hannah Arendt -Idris Elba es el H. Arendt de las pantallas-. En el primerísimo capítulo de este libro, la filósofa alemana habla, en parte, de cómo se gestó la fundación del Estado israelí sobre la base de un pueblo ya existente. Lo hace, además, ejerciendo una de las claves del republicanismo: la crítica. Una critica, por cierto, inteligentísima, de finísima agudeza y mordacidad. No se lo pierdan.