La subversión política de Shrek y su contrarrelato

Subversión política en Shrek y su contrarrelato

Desde nuestra infancia hemos crecido aprendiendo Ciencia Política, aunque muchas veces no hayamos sido conscientes de ello. Y una de esas ocasiones fue con Shrek. La saga de animación del ogro verde nos ha acompañado ya más de dos décadas, mostrándonos cómo se organizan contra el poder los personajes marginados de los clásicos cuentos de hadas. 

Escrito por Iván Domínguez.

Un contrarrelato alternativo a los cuentos tradicionales

El origen de Shrek se remonta al relato ilustrado de William Steig, autor al que debemos esta obra. Como curiosidad, el significado de la palabra “Shrek” procede del yiddish (‘miedo’ o ‘escalofrío’) y es un homenaje de Steig a sus raíces judías. Nacido en 1907, vivió la Gran Depresión y pasó la mayor parte de su vida ilustrando anuncios y vendiendo sus dibujos, hasta que por fin se animó a realizar sus propios cuentos infantiles. Uno de ellos fue Shrek, publicado en 1990. En lugar del apuesto príncipe que suele protagonizar los cuentos clásicos, el protagonista de esta historia vive aislado, le acompaña un asno en lugar de un corcel y detesta la forma de vida de las criaturas de los típicos cuentos de hadas.

Shrek no solo parodiaba la estructura clásica de cuento infantil usada tradicionalmente por Disney, sino que además podía servir para plantarle cara y generar un contrarrelato alternativo a los cuentos tradicionales. Esta estrategia le vino estupendamente al estudio de animación de Dreamworks, quien ya tenía una trayectoria altamente competitiva con Disney. Un gran ejemplo de aquella competencia fue el caso Bichos versus Ant Z o, también, “si vosotros hacéis una peli sobre las hormigas, pues yo también”. En aquel contexto, Shrek fue toda una baza para pegarle a Disney con su propia medicina, es decir, haciendo una burla de sus cuentos de princesas siendo rescatadas por apuestos príncipes, contados una y otra vez durante años. Dreamworks estrenó la primera parte de esta saga en 2001 y facturó más de 200 millones de dólares con su estreno.

La obra comienza con una escena del propio Shrek arrancando una página de un cuento de princesas para utilizarla en el baño como papel higiénico. Musicalizado por Smash Mouth, Shrek utiliza los estereotipos asociados a su especie para ahuyentar a quienes lo vienen a buscar. El ogro vive tranquilo en su Ciénaga hasta que, de repente, la okupan una multitud de criaturas procedentes de distintos cuentos, como los tres cerditos, los ratones ciegos y hasta un lobo feroz vistiendo el camisón rosado de la abuela de Caperucita. Todas ellas acaban refugiándose en la Ciénaga de Shrek, y parecen no conocer el concepto de propiedad privada (se meten hasta en su cama).

Resulta que el rey malvado de Duloc, Lord Farquaad, ha ordenado capturar a las criaturas mágicas de los cuentos de hadas. Como si de tráfico se tratase, aparecen esposados y haciendo fila los 7 enanitos, un Jeppeto vendiendo a Pinocho y hasta un burro parlante; Asno, quien pronto se une a Shrek. Cuando ambos llegan a Duloc, descubren que el reino es un absurdo parque temático, peculiarmente similar al merchandising de la franquicia en la competencia, batalla que ya hemos comentado antes.

Esta burla continúa cuando Lord Farquaad, tras estar torturando a la Galletita de Jengibre, acude al Espejito Mágico, quién le muestra, entre otras, a la princesa Fiona. El rey organiza un torneo que Shrek acaba ganando, así que le ordena rescatar a la princesa. Durante sus aventuras, los protagonistas nos muestran referencias constantes a la cultura popular de los cuentos, mezclando sátira, crítica social y comedia. Mientras tanto, la princesa aguardaba “en lo más alto de la más alta torre de un castillo” custodiado por una dragona. 

Destaca en Shrek la crítica a los Estados autoritarios y la vulneración de los Derechos Humanos, y cómo lo simplifica en una sencilla película de animación. La ambición compulsiva y desmedida de Lord Farquaad representa la corrupción en el poder. Se trata de un tirano que utiliza la represión, el poder militar, la fuerza y la violencia para aniquilar a los personajes disidentes, expulsándolos a la Ciénaga de Shrek como si se tratase de un gueto. Desplazadas forzosamente, estas criaturas nos muestran escenas con referencias al multiculturalismo, la convivencia y la diversidad de identidades. 

Una vida hollywoodense de cartón-piedra: Muy, Muy Lejano

Shrek le arrebató a Disney la primera estatuilla del premio a Mejor Película Animada de los Oscar de 2002. Otra batalla ganada para Dreamworks. El contrarrelato a los cuentos tradicionales triunfando en la academia le otorgaba la legitimidad e impulso necesarios para continuar brillantemente con su argumento. De este modo, la historia del ogro verde se catapultó cual trampolín a 2004 con la que, personalmente, considero no una de las mejores obras del cine de animación, sino de la Historia del Cine en general: Shrek 2.

Si dejamos a un lado los convencionalismos y lo analizamos fríamente, Shrek 2 podría ser con diferencia una de las mejores segundas partes que se hayan creado. Cumple prácticamente todos los requisitos de guión y estructura, desarrollo del arco de los personajes y resolución de la trama de manera épica.

Además, es entretenida y tiene guiños intergeneracionales en su guión, dando lugar a una trama jugosa y mucho más interesante que algún que otro tostonazo de película que abunda en cartelera.

Asno, Shrek y Fiona llegan a Muy, Muy Lejano para conocer a los suegros del ogro, que solicitan su presencia. El espanto del reino en general, como de la familia de Fiona, despiertan en Shrek un espíritu subversivo, refugiándose en su identidad y reclamando volver a su lugar de origen, su querida Ciénaga, donde era feliz viviendo en su propia mugre, sin hacer daño a nadie.

Shrek sabe que no se ajusta a las expectativas sociales. Cuando nos presentan Muy, Muy Lejano, descubrimos que este lugar es paradójicamente parecido a Hollywood, repleto de apariencias en una vida de cartón-piedra. Es toda una burla sobre la sociedad del espectáculo, que tanto nos recuerda a la crítica de Guy Debord. Mediante este enfoque, la película nos ofrece una crítica política y cultural de las personas vacías y superficiales. 

Es donde aparece la principal antagonista de esta trama: el Hada Madrina. Lo interesante de este personaje es que ella sí tiene una visión crítica de la sociedad. A sabiendas de cómo funcionan las cosas, decide manipular al Rey para conseguir sus objetivos, como intentar coronar a su hijo, el Príncipe Encantador. Para demostrar que no se anda con rodeos, obliga al monarca a enviar a un sicario para acabar con Shrek. Sin embargo, éste acaba siendo un lindo minino que se une al equipo: el Gato con Botas (con el maravilloso doblaje de Antonio Banderas). 

A través de la manipulación de masas y los medios de comunicación, el Hada Madrina busca mantener su influencia y control en las clases dominantes. Sus ideales basados en la belleza superficial y la conformidad reflejan la obsesión de la sociedad con la imagen. De hecho, incluso los protagonistas sucumben a las lógicas de este estilo de vida, y acaban robando una pócima secreta que otorga una belleza divina. De nuevo una importante crítica social sobre la grandísima obsesión por vernos cumplir los estándares estéticos que se nos imponen.

Mezclando estéticas feudales y actuales, podemos observar una sociedad de consumo e inmediatez semejante a la de la vida real, como en la gran escena donde Hada Madrina acompañada de Harold y su hijo, le pide a la cajera de un establecimiento de comida rápida un menú medieval desde su carruaje mágico.

De repente, Asno se veía como un hermoso corcel y Shrek por fin era un hombre atractivo, guapo y apuesto. Sin embargo, a pesar de seducir a toda la gente que se cruzaban por la ciudad, así como los esfuerzos de Shrek por ser aceptado para poder estar al lado de Fiona, su felicidad se hace añicos cuando cae en la trampa del Hada Madrina. El momento en que grita desde la ventana viendo cómo ha sido engañado y ve cómo Príncipe Encantador se está haciendo pasar por él, es una escena enormemente cruel.

El arma más poderosa del Hada Madrina es la extorsión. Si bien suele amenazar con su varita mágica al Rey Harold, únicamente llega a hacer uso de la fuerza física al final de la película. Además de ser dueña de una fábrica donde se nos muestran condiciones de explotación laboral, el Hada Madrina es un personaje que fácilmente representa los valores individualistas de la sociedad moderna. De hecho, cuando muere, se convierte en pompas.

Una de las numerosas moralejas de Shrek 2 es la rebeldía contra la sociedad del espectáculo. Finalmente, a Shrek le da igual ser aceptado, su deseo es regresar junto a Fiona y compañía a su Ciénaga para vivir en paz. Igual que ocurre en la vida real, a los ojos del resto de habitantes del reino, son vistos como una especie de hippies, raritos, perroflautas o cualquier otro concepto moderno para nombrar de manera clasista a quienes son expulsados a los márgenes de la sociedad. Sin embargo, Shrek y los suyos renuncian a una sociedad espectacularizada, llena de falsedades, híper-consumista e hipócrita, que les ha repudiado por no encajar en ella.

Los guionistas recurren a satirizar la farándula, el salseo de los famosos, el reality de las alfombras rojas de Hollywood y el montaje de los shows televisados. Es paradójico también que durante la gala, la figura más esperada de la noche por el público sea el Hada Madrina, siendo una elitista y explotadora. Tras una épica sucesión de secuencias con I need a hero como banda sonora, Shrek y sus camaradas consiguen desmontar los malvados planes de Príncipe Encantador y su madre en una sublime escena de acción final

La varita mágica del Hada Madrina pasa por las manos de todos los compañeros de Shrek en una absurda pelea hasta que el Príncipe Encantador besa a Fiona y todo parece perdido, pero en ese momento de clímax ocurre otro giro de guión cuando vemos que ella no se había tomado la poción. Y no se queda ahí, hay otro plot twist más. El Rey Harold había desobedecido las órdenes (y amenazas) del Hada Madrina, la traiciona y termina protegiendo con su vida a su yerno. Todos estos recursos visuales reúnen simbólicamente las luchas por el poder, el concepto de héroe, la fama, la aceptación social, el amor romántico, las apariencias, los lujos y la opulencia.

Y con todo ello, Shrek siente que nada de eso le pertenece. Ha reunido todas las condiciones que el sistema le exigía, pero nos damos cuenta entonces de que la belleza real de cualquier persona está en su interior. Todos los arcos de personajes han evolucionado hasta el último momento de la película, creando una sensación completa del viaje del héroe: una obra maestra. Como era de esperar, los protagonistas renuncian al hechizo de belleza y el reino acaba reconociendo al ogro y su familia por lo que son, y no por cómo se ven. 

Sucesiones políticas, movilizaciones y golpes de Estado

Evidentemente se esperaba una tercera parte para la saga, pero nadie podía esperar que la trama pudiese girar en torno a sucesiones políticas, movilizaciones y golpes de Estado. Con la muerte del Rey Harold en Shrek 2, era imposible para Shrek (Tercero) regresar a su Ciénaga sin antes buscar un heredero para el reino, ya que él desprecia ocupar una posición como esa. 

Algo olía mal, y esta vez no era Shrek. Huérfano de madre y humillado por el público en una taberna donde acuden los malvados de los cuentos, el Príncipe Encantador había acabado solo y arruinado. Movido por el ansia de poder y como buen manipulador que es, logra convencer y movilizar a todos los villanos, incluyendo a Garfio, un ejército de brujas volando en sus escobas y hasta árboles vivientes. Juntos unen fuerzas para sublevarse contra el reino para tomar el control dando un golpe de Estado en Muy, Muy Lejano. Raptan a las princesas y, siguiendo las órdenes de Encantador, comienzan a ensayar y coreografiar una obra de teatro para destruir a Shrek a su regreso.

Mientras tanto, el ogro parte con una noticia que parece no querer escuchar e incluso le provoca pesadillas: Fiona le confiesa que está embarazada y que va a ser padre. Sin haberlo asimilado aún, llega al campus universitario donde encuentra al sucesor del reino. Lejos de ser el heredero fuerte y apuesto que esperaban, resulta que Arturo es un estudiante marginado que sufre bullying y es humillado por todo el mundo en la facultad. Gracias a Shrek, ve la oportunidad de ser rey como una escapatoria al sufrimiento que padece por culpa de sus compañeros. 

En su viaje junto a Shrek, Asno y Gato, el príncipe Arturo se reencuentra con su viejo profesor Merlín, ya retirado como guía espiritual. Es él quien mediante sus conjuros consigue teletransportar a Shrek y sus amigos de nuevo a Muy, Muy Lejano. Allí, las princesas conspiran para planear un rescate, con épicas escenas de acción de empoderamiento femenino, peleando juntas y acompañadas de un soundtrack exquisito. Además de superar el Test de Bechdel, la película nos deleita con una Blancanieves cantando dulcemente para enviar abruptamente una horda de animalitos del bosque a la batalla, la Hermana Fea seduciendo a los guardias para que posteriormente la Bella Durmiente les haga tropezar y hasta nuestra querida princesa Fiona demostrando una vez más sus dotes en artes marciales. No es como estamos acostumbrados a ver a las princesas de los cuentos, por eso es emocionante verlas pelear juntas.

Finalmente, consiguen reunirse con los compañeros de Shrek, la obra de teatro del Príncipe Encantador es arruinada, el príncipe Arturo entiende que lo único que importa es lo que uno crea de sí mismo y Shrek acaba aceptando su paternidad. 

Felices para siempre (bueno, de momento)

Evidentemente la obra maestra de Shrek 2 era difícil de superar y, a pesar de las críticas, es innegable la sencillez con que la saga continúa desarrollando tramas políticas y culturales llenas de sátira y crítica de los convencionalismos y estereotipos. Después de Shrek Tercero vino Shrek 4: Felices para siempre, otra joya infravalorada.

Dreamworks consiguió una vez más revivir creativamente a Shrek, su mundo y personajes, darle un final satisfactorio (por el momento) y facturar otro tanto. Lejos de perder argumento ni significado, esta cuarta parte consigue desarrollar plenamente una trama argumentativa que está de nuevo, como mínimo, al nivel de la primera película, siendo quizá la más revolucionaria de la saga.

Al comienzo de Felices para siempre, Shrek parece haberlo conseguido todo. Aunque debería ser feliz, el ogro ha perdido emoción en su vida. En el psicoanálisis, esto se entiende como una carencia más allá de nuestro alcance, es decir, el motor de nuestro deseo. Lacan se refería a esto como el Objeto A, es decir, lo que tratamos de lograr para rellenar nuestras carencias. En su lectura de Freud, Lacan incorpora teorías de diferentes disciplinas (como la filosofía, la lingüística o hasta las matemáticas) para enseñarnos que lo que realmente nos gusta a los seres humanos es el deseo del objeto, y no el objeto en sí mismo. Es por eso que después de viajar a ese sitio que ansiabamos visitar o tras adquirir esa prenda que nos queríamos poner, la dopamina generada en nuestro cerebro no parece producirnos la felicidad que esperábamos a largo plazo.

La falta funciona como el motor de nuestro deseo, siempre estamos intentando llenar esa carencia. Por eso el Objeto A es necesariamente imposible de alcanzar por definición. Lo que nos llena es el deseo del objeto y no el objeto como tal, por eso tras adquirirlo inmediatamente sentimos nuevas faltas o carencias. Es así tal y como funciona el scrolling en redes o las máquinas tragaperras en los casinos: el proceso de pasar de un resultado aleatorio a otro es lo que nos llena y no el efecto que supuestamente buscamos encontrar. Desde un enfoque marxista podemos identificar que esas son las lógicas mediante las que funciona el capitalismo: se asegura de que siempre haya algo mejor que desear, pero aunque lo compremos nunca nos permitirá sentir satisfacción plena. Esa falta de realización personal es la que sufre precisamente Shrek en esta entrega. 

La vida de reality show y desenfreno a la que se ha sometido el ogro es en realidad vacía y superficial, como ya hemos aprendido con las entregas anteriores. A pesar de haber alcanzado todo lo que la sociedad considera necesario para ser feliz, en su interior anhela regresar a su antigua vida de ogro. Shrek gozaba de su imagen disruptiva y de causar el terror en quienes acudían a molestarle. Sin embargo, ahora es visto como una atracción infantil, un simple ogro gracioso al que todos esperan oír rugir en algún momento de la fiesta, reducido a puro show y entretenimiento turístico del que todos reírse. Ahora Shrek era percibido por los demás tal y como lo sería una celebridad convertida en un meme de internet. Su vida en la Ciénaga era antisistema, subversiva y disruptiva con el resto.

Sus vivencias operaban de forma contraria a la sociedad, adoptando un estilo de vida fuera de lo convencional, pero propio de un ogro. Si bien antes podía reivindicar su identidad disidente, ahora Shrek sufría los efectos propios de ser absorbido por la sociedad de consumo masivo. Otro de los engaños de la mercantilización de la sociedad: cuando el capitalismo se apropia de identidades contrarias a sus lógicas obligando a instrumentalizarlas de acuerdo al sistema. Shrek se había convertido en otra víctima de la sociedad del espectáculo (otra vez Guy Debord). Incluso sus ataques de ira se ridiculizan en una fiesta, disolviendo su identidad y volviendo al ogro un ser totalmente vulnerable. 

Así es como Shrek acude a Rumpelstinski, un especulador que mediante contratos mágicos estafa a gente desesperada. El ogro acaba siendo teletransportado a su antigua vida, pero rápidamente descubre que en esa realidad nunca conoció a Fiona ni a sus amigos, y además Rumpelstinski es un dictador más autoritario incluso que Lord Farquaad en la primera entrega. Un escuadrón de brujas fieles a ese régimen realizan cazas de grupos marginados, persiguiendo a ogros y sembrando el caos. Este reino está sometido al abandono y la pobreza extrema mediante un sistema de trabajo esclavo de ogros.

El sujeto revolucionario de esta entrega es Fiona. Aquí ella es una guerrera rodeada de otros ogros que apoyan su causa. La resistencia de los ogros frente a la persecución sistemática que sufren se canaliza en la organización de sujetos revolucionarios liderada por Fiona. Ella logra formar una vanguardia llevando a cabo la revolución de los ogros y consiguiendo su emancipación de la marginalización en esta realidad paralela. Su plan de guerrilla mediante una emboscada a Rumpelstinski, radicaliza a Fiona y le hace comprometerse con la causa de liberación de sus camaradas. 

Por otro lado, Rumpelstinski ofrece un contrato mágico a quien capture Shrek, y continúa realizando estafas y sobornando a sus secuaces utilizando tácticas empresariales y estrategias corporativistas para mantener a sus subordinados en una condición de lealtad, diciéndoles que  “no son sólamente un Imperio, son una familia”. Sin embargo, en un giro de guión inesperado, Shrek se entrega voluntaria y astutamente para ser él quien gane el contrato, dejando sus deseos personales a un lado y liberando a todos los ogros capturados. Anticipar el bien común a los intereses individuales es lo que logra enamorar en esta realidad a Fiona, quien tenía un alto compromiso por el interés colectivo. Finalmente se dan un beso y de amor, y todo vuelve a la normalidad. 

La importancia de los vínculos sociales y la comunidad son la última de las muchas enseñanzas que nos deja esta saga. Shrek nunca había estado solo, ni tú que estás leyendo esto, tampoco. La salvación en un mundo caótico no puede ser individual, sino colectiva. Entre bromas acerca de las capas de una cebolla, Shrek nos invita a reflexionar a lo largo de toda la saga sobre las capas del individuo y las capas de una sociedad sumida en el caos. A través de sus entrañables anécdotas les acompañamos mientras exploran el valor de la libertad en tanto que existe la igualdad, el inconformismo, la rebeldía, la indignación compartida, la convivencia, la vida en comunidad, la gentrificación y expulsión a las periferias, las identidades disidentes, la lucha contra las opresiones, el acoso escolar, la performatividad del poder, el empoderamiento femenino, la transversalidad, la conciencia de clase o la revolución, con el único fin de aceptarnos y unirnos en solidaridad.